BUREAU OF PUBLIC SECRETS


 

 

Reflexiones sobre el
levantamiento en Francia


Un nuevo, y en algunos sentidos inaudito, movimiento radical ha emergido en Francia. Empezando en febrero como una protesta contra el CPE, la ley que hubiese hecho más fácil despedir a los jóvenes trabajadores, rápidamente se desarrolló como una contestación mucho más extensa y general. Durante los siguientes dos meses millones de personas tomaron parte en manifestaciones y ocuparon universidades y escuelas; numerosos edificios públicos fueron invadidos, se bloquearon estaciones de tren y autovías y miles de personas fueron arrestadas. Un acuerdo ofrecido por el presidente Chirac el 31 de Marzo fue rechazado por casi todos. El 10 de Abril el gobierno se hizo atrás y canceló el CPE.

Los medios americanos reaccionaron aún más desatinadamente de lo habitual, regañando solemnemente a la juventud francesa por “resistirse al progreso” y a la “modernización” al no darse cuenta, por ejemplo, de que una ”economía sana” necesita que volvamos a las condiciones de “libre mercado” salvaje y devorador del siglo diecinueve. Detrás de los gruñidos de los comentaristas uno puede percibir su incómoda conciencia de que el supuesto sistema de libre mercado americano es difícilmente un modelo de éxito, y que los Estados Unidos van a la zaga de Francia y muchos otros países en cuanto se trata de la asistencia sanitaria, la seguridad laboral y otras protecciones sociales.

Sin embargo, en Francia, como en todas partes, esas protecciones han ido mermando en los últimos años, a medida que los amos de la sociedad van haciendo mella en las reformas que fueron forzados a aceptar durante el siglo pasado (seguridad social, seguro de desempleo, regulaciones laborales, y otros programas social-democráticos o de tipo New Deal). El CPE (Contrat Première Embauche – Contrato de Primer Empleo) era otro paso hacia atrás. Hubiera permitido a los jefes despedir a los trabajadores menores de 26 años en cualquier momento durante los dos primeros años de empleo sin tener que aportar ninguna justificación o compensación. La supuesta razón de ello era que esta ”flexibilidad” adicional haría que los jefes estuvieran más dispuestos a contratar a un mayor número de gente joven, reduciendo así el desempleo (el mismo tipo de lógica que pretende que la manera de repartir mejor la riqueza es conceder más desgravaciones fiscales a los ricos, pensando que así sus acrecentados beneficios acabaran repercutiendo finalmente en los pobres por ”efecto de propagación”). En realidad, el CPE hubiese posibilitado despedir a las personas por su raza o su género, por ejemplo, o por estar involucradas en actividades radicales, o simplemente porque estuvieran a punto de sobrepasar los dos años límite y fuese más barato reemplazarlos continuamente por nuevos trabajadores “en prácticas”. Se percibió que si los jefes podían salirse con la suya con esto no tardarían en llegar peores reformas. Era una bofetada en la cara, una manifestación demasiado evidente de cómo trata el capitalismo a las personas. “Ellos quieren que sea posible tirarnos como a un kleenex usado.” “Si coges trabajos temporales a tiempo parcial, los próximos jefes lo verán en tu currículum y no te harán un contrato permanente. Quedas encerrado en un ciclo de inseguridad laboral. La gente joven no puede permitirse un sitio para vivir, debido a las normas francesas en que los dueños piden pruebas de que ganas tres veces tu alquiler. Nadie con un contrato CPE podrá lograr encontrar un sitio para vivir.” “Pero no pienso rendirme. Esto se trata de algo más que del CPE. Es un malestar general. Estamos hartos de ser la generación kleenex de jóvenes desechables, jodidos por los jefes y humillados por el gobierno. Necesitamos un completo cambio de régimen en Francia — el final de la Quinta República. Está muriendo ante nuestros ojos.”

A pesar de que el movimiento se puso inicialmente en pie contra el CPE, el tema subyacente era la oposición a la precariedad en general — las incertidumbres causadas por el desmantelamiento de las protecciones sociales, los miedos y recelos mutuos engendrados por un sistema de competencia económica desesperada, los crecientes ataques a los derechos humanos y a las libertades civiles, las tensiones físicas y mentales provocadas por la destrucción de las comunidades y la degradación del entorno y la amenaza definitiva de un apocalipsis ecológico o nuclear. (Se induce a la gente a sentir pánico ante las supuestas amenazas de “terroristas”, “desviados sexuales”, inmigrantes, minorías raciales y otros cabezas de turco, precisamente para distraer la atención de esas otras amenazas mucho más serias provinentes del propio sistema.) La inseguridad laboral es solo un aspecto más de esta inseguridad general, pero es sin duda el aspecto al que se enfrentan más personas y más directamente a medida que amplias capas de la población van siendo relegadas al estatus de precarios  — trabajadores temporales, a tiempo parcial, de temporada, trabajadores inmigrantes, trabajadores del mercado negro, “aprendices” mal pagados o incluso impagados y otros casos de precariedad laboral. Este “precariado” es un nuevo tipo de subproletariado que no sólo no tiene “nada que vender excepto su fuerza de trabajo”, sino que además, muy a menudo, tiene muy pocas posibilidades de poder vender ni siquiera eso; una vasta clase baja atrapada en un limbo de empleos temporales a sueldo mínimo, ingresos provisionales del subsidio del paro, indigencia o prostitución, pequeños delitos cuando los ingresos se acaban, y de ahí a la encarcelación en el creciente complejo carcelero-industrial, donde el sistema aporta la “solución final” al problema del desempleo: el restablecimiento del trabajo esclavizado.

(El “problema del desempleo” es por supuesto puramente artificial. En una sociedad sana el hecho de necesitar hacer menos trabajo sería considerado una causa de celebración ya que querría decir que el trabajo aún necesario sería repartido más ampliamente, reduciendo así las horas de trabajo necesario para todo el mundo. Pero el capitalismo, que ha desarrollado una gama de capacidades tecnológicas que podría reducir potencialmente el trabajo indispensable a prácticamente nada, mantiene su propia existencia suprimiendo este potencial, forzando a la gente a llevar a cabo tareas absurdas para obtener mágicas hojas de papel que pueden ser intercambiadas por las cosas que necesitan. Ver “No queremos pleno empleo, queremos plenas vidas!”)

La retirada del gobierno del 10 de Abril fue una esperanzadora victoria moral para los participantes, pero al mismo tiempo quitó viento a sus velas. El que otrora fue un extenso apoyo de la población en general disminuyó, y las huelgas estudiantiles fueron interrumpidas. (Los estudiantes de Rennes 2, que el 7 de febrero habían sido los primeros en ocupar y bloquear la universidad, también tuvieron el honor de ser los últimos en rendirse, el 18 de abril.) No obstante miles de personas continuaron la lucha de diversos modos, abogando especialmente por la revocación de varias leyes similares al CPE y por algunas leyes anti-inmigración particularmente mezquinas, así como para la liberación de las personas arrestadas tanto en el conflicto presente como en los disturbios acontecidos el pasado noviembre en los guetos periféricos de la ciudad. Si bien el movimiento ha perdido fuerza, en ningún caso ha sido derrotado. El espíritu rebelde parece estar aún muy presente, aunque muchos de los participantes se estén tomando un respiro mientras consideran a donde ir desde aquí.

Algunos radicales han menospreciado este movimiento por ser ”reformista”, por focalizarse en la revocación de unas cuantas leyes particulares y no hacer una crítica más explícita del capitalismo, y en especial del trabajo asalariado. Esta objeción pasa por alto la cuestión fundamental en dos sentidos. Primero, es bastante natural que la gente reaccione en contra de agravios particulares sin esperar a que sea factible concebir cambios sociales más fundamentales. (Además, no les será posible llegar a estadios posteriores si nunca han probado su fuerza o desarrollado sus capacidades críticas en luchas más inmediatas.) Segundo, muchos de los participantes mostraban claramente su oposición al sistema entero, aunque no siguieran la costumbre de sus críticos de repetir puntillosamente los mismos clichés radicales en cada párrafo. Entre todos los carteles, folletos y declaraciones sería muy difícil encontrar uno solo que ensalzase los méritos del trabajo asalariado. Los manifestantes no decían “por favor dadnos trabajos, entonces estaremos satisfechos”. Lo que decían era “Nos encontramos en una situación intolerable. Los que manejan esta sociedad son responsables de esta situación y es asunto suyo resolverla. De qué manera hacerlo es su problema. Nosotros vamos a mantener la presión hasta que hagan algo. Si se muestran incapaces de hacerlo, nosotros buscaremos otras maneras de enfrentarnos a ello.” Creo que difícilmente se puede pedir más de un movimiento social masivo, al menos en el estadio actual.

Otros han desechado el movimiento por parecerles una mera rebelión de jóvenes “privilegiados” de clase media destinados a roles de élite en la sociedad. Es cierto que los estudiantes formaban la columna vertebral de la revuelta. Pero los universitarios franceses difícilmente pueden ser considerados ya como una élite. (Las verdaderas élites del futuro van a las pocas y selectas Grandes Écoles.) Una creciente parte de ellos son jóvenes de clase trabajadora, e incluso los que tienen orígenes de clase media se dan cuenta de que su futuro dista mucho de ser seguro. Además, los estudiantes de secundaria, que naturalmente representan un espectro mayor de la población, participaron en el movimiento en una extensión aún mayor que los estudiantes universitarios. Hubo también una considerable participación de los banlieusards, la juventud inmigrante francesa de los guetos periféricos de nueva construcción que se rebeló desesperada y furiosamente el pasado noviembre, a pesar de que en este caso debe admitirse que las separaciones y las tensiones permanecieron. (Hubo unos cuantos informes sobre bandas juveniles de los suburbios atacando a manifestantes urbanos mientras la policía se quedaba de brazos cruzados, dando pie a la sospecha de que algunos de los elementos más mafiosos de los suburbios habían hecho tratos con la policía; pero esos incidentes parecen haber sido una excepción.)

En cualquier caso, en lugar de quejarse quisquillosamente sobre las distinciones de clase como si representaran un destino mecanicista, es más adecuado observar lo que los participantes hicieron realmente. Muchas de las asambleas generales celebradas en los edificios escolares ocupados fueron abiertas a otros sectores de la población, hecho que condujo a un diálogo y colaboración con los trabajadores, inmigrantes, jubilados, parados y precarios. Los estudiantes mostraron poco interés en los asuntos meramente “estudiantiles” y parecieron haberse liberado de muchos de los defectos por los que sus predecesores habían sido tan mordazmente criticados en el panfleto situacionista ”Sobre la miseria de la vida estudiantil” (1966). Si bien su “programa” era bastante ad hoc, ellos parecían haber asimilado muchas de las lecciones más básicas de las luchas radicales del pasado. En las asambleas generales se rechazaron las burocracias sindicales estudiantiles y se impuso la democracia directa, poniendo en práctica discusiones abiertas, votando sobre todos los temas y coordinándose con otras asambleas de todo el país mediante delegados elegidos para realizar un mandato concreto. (Esta insistencia en aplicar rigurosos procedimientos democráticos que fue una demanda de los situacionistas y otros “radicales extremistas” poco tenida en cuenta durante el Mayo del 68, se ha convertido ahora en un procedimiento normal, tan ampliamente dado por sentado que fue escasamente debatido.) La coordinación nacional no afectó para nada a la fundamental descentralización del movimiento. Personas de diferentes pueblos y ciudades usaron su imaginación, llevando a cabo una remarcable variedad de acciones experimentales por propia iniciativa, sin esperar a que nadie les dijera qué hacer. No hubo líderes — o los hubo a miles, según cómo definamos el término. (Nadie prestó ni la más mínima atención al patético intento de los medios de comunicación de designar al presidente del sindicato nacional estudiantil como “líder del movimiento”.) Cuando tomaron parte en manifestaciones masivas, se resistieron a ser conducidos a través de rutas predeterminadas por la policía o por los dirigentes de los sindicatos laborales o estudiantiles, a menudo desviándose para llevar a cabo acciones independientes. Rehusaron los intentos de dividir el movimiento en “vándalos” (casseurs) y manifestantes “responsables”, manteniéndose concentrados en el objetivo y aceptando una amplia variedad de prácticas y tendencias en la lucha por este objetivo. Despreciaban casi tanto a los partidos de izquierda como detestaban a los políticos conservadores. Si algunos de ellos acaban votando a los primeros como el menor de los males, será con pocas ilusiones — pues han aprendido por propia experiencia que la acción directa es más efectiva (además de ser mucho más liberadora a nivel personal y mucho más divertida).

En Mayo del 68 el contagio de una revuelta estudiantil inspiró la primera huelga general salvaje de la historia, con más de 11 millones de trabajadores que ocuparon fábricas y lugares de trabajo por toda Francia. La posibilidad de que se repitiera esta situación estaba en la mente de mucha gente a medida que masas de trabajadores se empezaron a unir a la lucha. Sin embargo, los mismos sindicatos que habían saboteado la revuelta de Mayo del 68 consiguieron otra vez contener los esfuerzos que llevaban a una huelga general. La participación de los trabajadores en el movimiento fue extensa, pero permaneció mayoritariamente dentro del marco de control de los sindicatos, con sus regimentadas manifestaciones y sus breves y puramente retóricas paradas laborales cada semana o cada quince días. Parece probable que una de las razones por las que el gobierno finalmente se rindió fue que las acciones salvajes de los trabajadores estaban empezando a romper la camisa de fuerza sindical. Esas acciones prácticamente cesaron una vez que los sindicatos pudieron proclamar la ”victoria” del 10 de abril.

Pero los jóvenes rebeldes no estuvieron pendientes de las huelgas u ocupaciones de fábricas, ni esperaron pasivamente a que estas se desarrollaran. Tiraron adelante y llevaron a cabo sus propios bloqueos y ocupaciones. Primero en sus propias escuelas, después extendiéndose a otras y finalmente invadiendo todo tipo de localizaciones. Para dar una idea de la asombrosa cantidad y variedad de estas acciones, he aquí un extracto de un informe realizado por la Agence France Presse para un solo día:

Acciones blitz de protesta anti-CPE por toda Francia:
    
En París, más de 1000 estudiantes universitarios y de secundaria han invadido la Gare [estación de tren] de l’Est por la mañana, después han interrumpido el tráfico de trenes durante 15 minutos en la Gare Saint-Lazare, y después han bloqueado las vías cerca del Gare du Nord durante una hora y media; algunos de los manifestantes han lanzado piedras a las fuerzas del orden. Los jóvenes manifestantes han tratado entonces de irrumpir en la Périphérique [la autovía que rodea la ciudad], pero han sido bloqueados por las fuerzas del orden. En Porte de la Chapelle algunos manifestantes han usado un autobús vacío como ariete para aplastar los coches de policía.
     Durante la mañana otros manifestantes han interrumpido las carreteras hacia el aeropuerto de Orly.
     En Toulouse, el departamento de bomberos ha informado de que cinco estudiantes y un oficial de policía han sido ligeramente heridos durante la violenta evacuación de las vías de Gare Marabiau, que han sido bloqueadas durante cerca de dos horas por varios centenares de personas. En las afueras de la ciudad, los estudiantes y sindicalistas han bloqueado bastantes de las carreteras de entrada a las fábricas de Airbus en Colomiers y en Saint-Martin-du-Touch.
     También en el suroeste, la policía de Narbonne ha dispersado una manifestación en las vías de tren, deteniendo a once personas. Durante la mañana una operación de “peaje gratis” ha sido llevada a cabo en el peaje de la carretera del Este de Narbonne.
     En el norte, entre 500 y 1000 manifestantes han ocupado las vías cerca de la estación Lille-Flanders durante menos de una hora, retrasando la circulación de varios trenes. En Boulogne-sur-Mer (Pas-de-Calais) estudiantes universitarios y de secundaria han bloqueado durante dos horas las carreteras de camiones que van hacia la zona industrial del puerto.
     En el oeste, donde el movimiento de protesta emergió originalmente, los manifestantes han bloqueado las principales autopistas en Nantes, Rennes, Lorient y Quimper. En Rennes cientos de estudiantes han invadido la facultad de derecho, que no estaba en huelga, y han echado a perder la oficina del UNI, un sindicato de estudiantes conservador a favor del CPE.
     En frente de la catedral de Rouen, un estudiante de secundaria de dieciocho años empezó su octavo día de huelga de hambre contra el CPE.
     Cerca del campus de la Universidad de Grenoble unos cien estudiantes, llevando narices de payaso y códigos de barras dibujados en la piel, han invadido un supermercado durante una hora, cantando: “¡Consume! ¡Consume! ¡Nos han puesto a todos a la venta!”
     Cerca de 150 estudiantes universitarios y de secundaria han bloqueado el puente de Europa encima del Rin entre Estrasburgo y Kehl, Alemania, durante una hora y media.
     En las afueras de Nancy algunos estudiantes de medicina han bloqueado la autopista durante 40 minutos. Cerca de Reims, en la A4, varias docenas de estudiantes de secundaria han realizado una operación de “peaje gratis” desde las 8:00 a las 10:00 de la mañana.
     En Clermont-Ferrand, cincuenta estudiantes han levantado una barricada filtro durante una hora. Una manifestación anti-CPE se ha desarrollado en el centro de Lyon sin ningún herido. El tráfico en Limoges ha sido paralizado durante buena parte del día por las barricadas.
     En el centro de Caen, durante el atardecer, las confrontaciones entre las fuerzas del orden y centenares de jóvenes manifestantes han comportado bastantes heridos.

[AFP, 6 de Abril de 2006, con unos cuantos añadidos de una versión ligeramente distinta aparecida en Libération.]

Esta crónica fue tomada prácticamente al azar — casi cualquier otro día de marzo o principios de abril hubiese ofrecido una variedad de acciones similar. Y éstas fueron naturalmente las acciones de mayor “interés periodístico” que los periodistas de la AFP lograron oir; muchísimas otras más pequeñas o menos visibles fueron continuamente llevadas a cabo en docenas de ciudades por todo el país. Otras luchas recientes, como la revuelta francesa de los desocupados de 1998, han incluido algunas acciones algo similares, pero la amplitud y la variedad de este tipo de acciones en el movimiento actual no tienen precedentes.

Algunas de estas acciones fueron anunciadas previamente y llevadas a cabo por miles de personas. Pero muchas otras se llevaron a cabo espontáneamente por grupos más reducidos. Estas “blitz actions” (actions coup de poing acciones puñetazo) o “asaltos relámpago” (raids éclair) representan sin duda el aspecto más original y prometedor del movimiento. Unas cuantas docenas o cientos de personas se reúnen de repente en un mismo punto, llevan a cabo su operación y se dispersan luego lo suficientemente rápido como para evitar o minimizar los arrestos. El plan es normalmente mantenido en secreto hasta el último minuto de forma que la policía no sepa dónde enviar refuerzos. Muchas veces el objetivo era invadir algún edificio — unos almacenes o supermercados, la sede de un periódico, una emisora de radio o televisión, una oficina de correos, una oficina de empleo, una ETT, una agencia inmobiliaria, una oficina de la Cámara de Comercio o la sede general de algún partido político. En otros casos el objetivo era bloquear una red de transportes — una estación de tren, cruce de tráfico, autovía, metro, puente, terminal de autobuses o un aeropuerto. A veces el bloqueo era solo parcial, como en el caso de las “operaciones tortuga” (ralentizar el tráfico) o las “barricadas filtro” (bloquear una calle de tal forma que los coches solo puedan circular lentamente y así se le pueda dar un folleto a cada conductor, o bien bloquear la entrada de un edificio para poder hablar con los individuos mientras entran o salen).

Además de trastocar el desarrollo habitual de la vida cotidiana, los participantes (blitzers) a menudo añadían elementos creativos o educativos — escribiendo graffitis, pegando enormes carteles o pancartas difíciles de sacar (sin duda, el ganador de esta categoría fue el cartel vertical de 30 metros colgado en una grúa en Dijon), distribuyendo folletos que exponían el rol social de alguna de las instituciones particulares que estaban perturbando, hablando con los trabajadores y transeúntes, o dedicándose a varios tipos de teatro de guerrilla. Con frecuencia había una serie de incursiones, con destinos alternativos por si acaso los objetivos originales estaban demasiado protegidos. Y, lo que supuso una verdadera novedad para Francia (que a ese respecto andaba anteriormente a la zaga de otros países), es que muchas de estas acciones se planearon vía grupos de correo electrónico, para luego ser comunicadas inmediatamente por la red a través de textos, fotos e incluso vídeos, posibilitando así a los participantes la coordinación de sus acciones y que aquellos que se encontrasen en otro lugar del país, o incluso en otros países, comparasen y contrastasen varias tácticas que ellos podrían querer adoptar en sus propias situaciones.

Puesto que estas acciones se llevaron a cabo de forma independiente por muchos grupos distintos de personas, los resultados fueron naturalmente muy diversos. Algunas fueron probablemente un completo fracaso y muchas otras probablemente no tuvieron mucho interés. Sin embargo, observando algunas de las más originales, parece que una nueva forma de práctica radical está tomando forma, una forma que aún no ha sido claramente reconocida o teorizada. Es de esparar que los participantes nos darán informes más detallados de sus experiencias, incluyendo análisis de lo que pretendían conseguir y de lo que consiguieron, o no, en cada caso. Por ahora, puede resultar útil comparar las blitz actions más exitosas con otras formas de acción más o menos “agitprop” (a saber, acciones con el propósito de educar, inspirar o subvertir radicalmente a la gente)

Las acciones de tipo no-violento y “simbólicas” (orientadas a dar fe de algo) tienen la virtud de fomentar la serenidad y minar los “lazos de odio”, pero a menudo el miedo que conllevan a ofender a alguien les impide tomar la ofensiva. Las blitz actions suponen un desafío más agresivo (pese a ser también en su mayoría acciones relativamente no-violentas) a las instituciones y los representantes del orden establecido. Las celebraciones contraculturales pueden ser muy divertidas, pero tienden a contener un importante componente de auto-satisfacción, consistente en el festejo complaciente de esta o aquella identidad social. Las blitz actions tienen un espíritu juguetón y travieso similar, pero los participantes se mantienen centrados en sus agravios, sin ninguna ilusión sobre las condiciones en las que se encuentran. Su convergencia repentina en un lugar concreto es una reminiscencia de las flash mobs (y de hecho, pueden haber sido parcialmente inspiradas por ellas); pero una vez las flash mobs han llegado a su destino su actividad es generalmente bastante inocua, mientras que las blitz actions son específicamente diseñadas para atacar a sus objetivos. Las manifestaciones masivas tienen una mayor fuerza cuantitativa, pero carecen de la flexibilidad que da a las blitz actions la capacidad de moverse rápidamente, dispersarse y reagruparse según convenga. Esta ha sido la razón fundamental por la que se han desarrollado las tácticas del “bloque negro” en los últimos años. Sin embargo, a menudo los bloques negros se dejan llevar por absurdas fantasías de lucha callejera o guerra de guerrillas urbanas. Los blitzers, por su parte, se esfuerzan por evadir los puntos fuertes del sistema y sacar partido de sus debilidades, desafiándolo al nivel de los sentimientos y las ideas así como al de las fuerzas físicas. Mientras que las acciones del bloque negro tienden a ser impulsivas, severamente egocéntricas y puramente destructivas, las blitz actions presentan un componente importante de cálculo, creatividad y sentido del humor. El teatro de guerrilla tiene el mérito de abandonar el escenario tradicional e introducir su mensaje en el mundo, pero una cierta separación entre espectáculo y espectador permanece: la lección radical es todavía presentada a un público. Los blitzers ejemplifican su “lección” mediante la perturbación concreta de la institución que están criticando, presentando por tanto un desafío mucho más directo a la pasividad de cualquier “público” que presencie la escena. Algunas de estas acciones bordean lo surrealista. Una de las más populares era invadir unas oficinas privadas o gubernamentales y simplemente sacar todos los muebles a la acera. Presumiblemente esto era una especie de “desahucio” simbólico orientado a recordar los desahucios reales que se están produciendo constantemente. Esta extravagante “recolección” era probablemente mucho más sorprendente (así como legalmente menos arriesgada) que si simplemente lo hubiesen tirado todo, y sin duda tenia un efecto más radicalmente desconcertante que los proyectos de los artistas conceptuales que obtienen permisos oficiales para hacer alguna modificación temporal del paisaje urbano. En los mejores casos, algunas de las blitz actions son prácticamente reminiscencias de las perturbaciones de carácter situacionista llevadas a cabo en el periodo que condujo al Mayo del 68. Hasta ahora ninguna de las acciones ha sido tan lúcida o articulada como los escándalos situacionistas, pero por otro lado también han sido más numerosas y más agresivas a nivel físico (debido al mayor número de personas involucradas).

No hace falta decir que estas clasificaciones son bastante imprecisas. En cada caso abarcan un amplio abanico de acciones, siendo algunas de ellas más efectivas que otras o solapándose entre sí con otro tipo de acciones. Algunas corrientes no-violentas han tomado la ofensiva, por ejemplo; algunas flash mobs han tenido un pronunciado carácter crítico; y algunas actividades del bloque negro han sido similares a las blitz actions (de hecho, los blitzers son probablemente y en cierto modo una evolución natural del bloques negros, ya que la experiencia enseña a estos últimos a volverse cada vez más conscientes y centrados). Estas comparaciones son simplemente un intento preliminar a de ver los blitzers a grandes rasgos y en perspectiva, para clarificar lo que son o podrían ser.

Mientras que la mayoría de los blitzes franceses se proponían bloquear o cerrar el desarrollo habitual de la vida cotidiana, unos cuantos tomaron la vía opuesta, de abrir y liberar espacios — abriendo las compuertas de acceso al metro y dejando que todo el mundo viajase gratis, invadiendo las cabinas de pago de los peajes y dejando pasar a los coches gratuitamente, o dejando que las personas entraran en algún mueso o concierto sin pagar. Este tipo de acciones (¿existe algún nombres específico para ellas?) no pueden ser más recomendables. Están rayando, y pueden inspirar, a esa táctica aún más ejemplar: la “huelga social” o “huelga donativa” en la cual los trabajadores continúan llevando a cabo sus empleos habituales pero de formas que escapen a economía mercantil — cajeros rebajando el precio a los clientes, trabajadores regalando bienes que han producido o rehusando cobrar por algún servicio. Un problema de las huelgas o bloqueos meramente negativos es que a menudo molestan más al público en general que a los dirigentes. Si una huelga masiva de los trabajadores del sector del tráfico cierra el sistema viario, al principio puede que reciba apoyo popular, pero después de unos cuantos días empezará a agotarse. Pero si esos trabajadores continúan desarrollando su trabajo dejando que todo el mundo circule gratuitamente, la gente amará la protesta sin importarle cuanto tiempo dure. Este tipo de acción produce una sonrisa en casi todos (excepto los jefes) y da pistas de cómo podría funcionar una sociedad liberada. Y es difícil de detener, especialmente si se extiende. Es virtualmente imposible despedir o reemplazar masas de trabajadores que ocupan sectores clave de la economía. Esto pone de relieve las limitaciones de las blitz actions. Los grupos que llevan a cabo estas acciones, al ser externos al ámbito en que se realiza la acción, pueden bloquearlo o alterarlo temporalmente, pero no pueden llevara a cabo una huelga, ni mucho menos una “huelga donativa”. No hay vuelta de hoja acerca del hecho de que las masas de trabajadores son la única fuerza en posición no solo de detener el sistema, sino de hacer que las cosas vuelvan a funcionar de nuevo de una forma fundamentalmente distinta.

El levantamiento en Francia ha mostrado, no obstante, hasta que punto el sistema puede ser sacudido incluso por aquellos que tienen poca influencia económica o política. Si bien los participantes no consiguieron provocar una huelga general, hicieron mucho más de lo que cualquiera, incluidos ellos, habría imaginado. Y lo que cuenta en tales luchas no es sólo su resultado inmediato obtenido, sino las ricas lecciones de la experiencia misma.

Este fue uno de esos excepcionales momentos en los que el cambio cualitativo se vuelve realmente posible; cuando todo está en el aire y las suposiciones habituales ya no son aplicables; cuando la gente es sacudida de su estupor habitual espectacularmente inducido y consigue un atisbo de vida real, la vida tal como podría ser si no estuviéramos atrapados en un sistema social tan absurdo. Un avance lleva a otro, y ese a otro, y ese aún a otros posteriores. Mientras esto está sucediendo los participantes pueden difícilmente creer todo lo que estaban acostumbrados a aguantar en “los viejos tiempos”. Una vez todo ha terminado y vuelven a hundirse en su estado mental “normal”, les parece increíble lo que se atrevieron a hacer durante ese mágico interludio.

Nunca dura mucho — unas cuantas horas, días o semanas como máximo. Amenazado con ser destruido, el poder pone en juego todas sus fuerzas, no sólo sus evidentes fuerzas de represión física, sino también su vasto arsenal de métodos más sutiles para crear confusión en cuanto a los temas esenciales, para distraer, dividir y cooptar la oposición. Bajo semejante presión, una revuelta no puede mantenerse en pie. Su única esperanza es continuar propagándose e innovando. La única forma de defenderla es extenderla.

Pero aunque este movimiento no vaya más allá de lo que ha ido, ha conseguido ya dos victorias. La primera es su éxito en forzar al gobierno a retroceder. La segunda, mucho más importante, es la propia experiencia del movimiento. Su misma existencia es ya una refutación de la sarcástica “sabiduría convencional” que ha prevalecido durante tanto tiempo: “La revolución está obsoleta. No hay alternativa al sistema establecido. No podemos hacer nada excepto mendigar humildemente unas cuantas reformas. No seáis demasiado radicales o ahuyentareis a la población.” El levantamiento en Francia ha hecho añicos estos mitos. En el espacio de unas cuantas semanas una generación entera ha sido politizada. Los participantes nunca volverán a ser exactamente lo mismo, y su creatividad y audacia serán una inspiración para personas de todo el mundo en los años venideros.

BUREAU OF PUBLIC SECRETS
22 mayo 2006

 


Versión española de Reflections on the Uprising in France. Traducción de Guillem Quílez y Blai Dalmau (2007).

No copyright.

Grafitis de este movimiento

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