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Oda sobre la ausencia de poesía
real aquí esta tarde

— Poema en prosa dialéctica

 

La poesía, como les gusta contar a los poetas, se origina en los conjuros religiosos o mágicos. El respeto al vate se debe al hecho de que sus palabras importaban. Supuestamente, locuciones y estribillos exactos eran necesarios para que la cosecha siguiera creciendo, etcétera.

La poesía como género ha perdido su significado, y sus más avanzados creadores lo saben. Rimbaud es el ejemplo arquetípico del intento de recuperación de lo mágico. Falló. Y su error fue y es inevitable. La forma poética impide la posibilidad de realización de la poesía, esto es: la realización efectiva de la imaginación en el mundo. La institución de la poesía es en sí misma una relación social hostil a ese proyecto. Hereda la especialización de la creatividad, de la expresión auténtica, desde su origen en las clases sacerdotales, y retorna. Incluso alguien como Rimbaud, debido a su pasión por la libertad y lo maravilloso, acaba por desarrollar una concepción del poeta como un nuevo sacerdote o chamán, un nuevo mediador de la comunicación. Pero la realiación de la poesía implica la actividad creativa directa de todos, y por tanto no puedo tolerar dicha mediación. “El problema es poseer realmente la comunidad de diálogo y el juego con el tiempo que han sido representados en trabajos poético-artísticos” (Guy Debord, La Sociedad del Espectáculo).

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Puede decirse que “divide y vencerás” es la táctica esencial del sistema social que nos domina, pero únicamente si se entiende que esto no sólo se aplica a la separación entre individuos, sino también a la división entre aspectos varios de la vida cotidiana. Esta separación forzosa obtiene su realización en el espectáculo, la encarnación de lo aparentemente vivido. El espectáculo toma la verdad de la sociedad, es decir, su falsedad y separación, y las presenta como lo real, como la realidad, vida para ser contemplada por espectadores pasivos que no tienen vida real propia. “El espectáculo no es una colección de imágenes, sino una relación social entre personas mediada por imágenes” (Debord). Pero a pesar de todas las imágenes de satisfacción que muestra, el capitalismo moderno no puede esconder el hecho de que no permite la satisfacción de los deseos humanos reales. A medida que la pobreza de las relaciones pasivas de consumo (de comodidades o cultura) se hace más obvia, el espectáculo proporciona un amplio abanico de actividades culturales que ofrecen la ilusión de “participación”: happenings, grupos de encuentro, lecturas abiertas, convivencias, festivales multimedia — cualquier cosa que erradique la radicalidad apasionada, la cada vez más generalizada poesía de la sublevación, y la canalice en “soluciones constructivas” u oposición fragmentaria, las cuales refuerzan del mismo modo el sistema que creen estar superando. “La última esperanza de los gobernantes es hacer que cada cual organice su propia pasividad” (Raoul Vaneigem, Tratado de saber vivir).

Como en el espectáculo en general, la comunicación de un poema es unilateral. El espectador o el lector pasivo se presentan con una imagen de lo que fue vivido por el poeta. Una lectura abierta sólo aparentemente supera esta crítica; democratiza el rol del poeta, comparte el acceso a la cima de una relación jerárquica. No supera esa relación.

Por supuesto, tiene lugar un cierto grado de comunicación, pero es comunicación en el aislamiento, no está directamente unida a las actividades cotidianas reales de los hombres y las mujeres implicados. Dado que nuestras actividades cotidianas están, en general, constreñidas y alienadas, es natural que la creatividad poética (si no es consciente del proyecto que sustituye a la separación, y por tanto a la poesía literaria), en su defensa, tienda a alejarse de la vida diaria. Acepta una parcela aislada donde su juego parcial puede jugarse solo con una ilusión consolatoria de totalidad. “La poesía pocas veces se convierte en poema. La mayoría de las obras de arte traicionan a la poesía... Como mucho, la creatividad del artista se encarcela a sí misma, se enclaustra a sí misma, esperando su hora, en un trabajo que no ha dicho aún su última palabra; pero por mucho que el autor espere de esta última palabra — la palabra que antecede a la comunicación perfecta — nunca será dicha hasta que la sublevación de la creatividad haya llevado al arte a su realización” (Vaneigem).

La poesía que es consciente de su propia satisfacción en su transcendencia nunca deja la vida cotidiana, pues es en sí misma el proyecto de la transformación ininterrumpida de la vida cotidiana.

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Todavía existe la necesidad de la destrucción total del poder jerárquico y la economía de la comodidad. El movimiento revolucionario obrero tradicional falló en su intento de provocar esta transformación del mundo. En sus momentos más avanzados (Rusia 1905, Kronstadt 1921, España 1936 y Hungría 1956), sin embargo, esbozó de hecho la forma que la revolución por venir tendría: el poder absoluto de los consejos de obreros. Esta forma de organización antijerárquica empieza en la democracia directa de la asamblea popular y se federa internacionalmente mediante delegados estrictamente enviados e inmediatamente revocables. De esta manera evita la posibilidad del surgimiento de una nueva clase mandataria de burócratas o especialistas.

El “partido de vanguardia” de tipo leninista, tan aclamado hoy en día, fue una de las razones principales de la derrota del movimiento obrero tradicional. Conscientemente o no, erigiéndose como una fuerza separada e independiente, prepara el camino para su propio poder “revolucionario” por encima de la gente, como en los regímenes del capitalismo de estado de Rusia, China, Cuba, etcétera. Cualquier organización que pretenda conseguir la destrucción de la sociedad de clases debe empezar rechazando la imitación de este ejemplo de “éxito” revolucionario. Una organización revolucionaria debe abolir las relaciones de comodidad y jerarquía en su seno. Debe efectuar la fusión directa de la crítica teórica y la actividad práctica, excluyendo cualquier posibilidad de petrificación en una ideología. Del modo en que los consejos controlarán y transformarán todos los aspectos de la vida liberada, la organización revolucionaria debe expresar una crítica de todos los aspectos de la vida alienada actual. En el momento revolucionario de la desintegración de la separación de la sociedad, debe disolverse a sí misma como poder separado.

La última revolución de la prehistoria del hombre ocasionará la unidad de lo racional y lo pasional; la unidad del trabajo y el juego en la construcción libre de la vida cotidiana; el juego de la satisfacción de los deseos de todos: lo que Lautréamont llamó “poesía hecha por todos, no sólo por uno”.

Leído por Ken Knabb en un encuentro de poesía con
micrófono abierto en Berkeley, el 27 de octubre de 1970.

 


Versión española de Ode on the Absence of Real Poetry Here This Afternoon. Traducción de Judit del Río.

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