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El diseño de las películas pacifistas

 

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Me han preguntado por mis pensamientos sobre el contenido y el estilo de las películas contra la guerra, y cómo hacer tales películas.

En primer lugar, tal película debe por lo menos evitar hacer daño positivo predisponiendo a su audiencia para la guerra. Las imágenes de violencia y horror sin sentido que son generalmente empleadas en las películas “anti-guerra” comercialmente exitosas tienen, de hecho, un efecto excitante y permanecen en el alma como excitantes y como incitaciones posteriores. Déjenme mostrarles cómo funciona esto.

(1) En las condiciones cinemáticas de pantalla brillante y salón a oscuras, con una duración de varios minutos y con tendencia a la fascinación y la hipnosis, las imágenes de horror fácilmente se desvinculan del tipo de marco intelectual y ético en el que se presentan habitualmente, y se adhieren a ideas subliminales bastante diferentes. Hay que tener en cuenta cómo un niño se despierta gritando con su pesadilla de los dibujos animados que ha visto, la pesadilla expresando ahora una especie de deseo.

(2) Además, la respuesta de un público masivo en una sala de cine es diferente de la respuesta más intelectual y ético de una pequeña compañía o de una lectura individual. (Tal vez la televisión sea un caso especial.) Lo que un público de cine experimenta de manera más vívida es cómo lo ha formado parte, anónimamente, de la ruptura de un tabú, al ser testigo junto a cómplices de lo prohibido y lo impactante. El “mensaje” del espectáculo se emplea entonces como una racionalización. Por supuesto, es sólo la racionalización que se menciona fuera de la sala o en las críticas, aunque la publicidad haga hincapié en lo impactante.

(3) Este doble proceso es específico para la intensificación de la culpa: una estimulación prohibida con la censura individual debilitada por el sentimiento de muchedumbre, rechazado por el propio ser ético y social. Ahora, el efecto de la culpa no es la reforma o, por último, la disuasión; sino, inevitablemente, el resentimiento por haber sido hecho culpable, y quizás entonces elegir — clandestinamente o inconscientemente — compañeros más afines. (La propaganda pacifista en general, quiero decir, es propensa a provocar culpa sólo porque es irrefutable y del lado de los ángeles. Esta es una razón importante por la cual debe estar disponible alguna acción inmediata para acompañar a la persuasión — de igual manera que una seducción sexual amorosa debe dar lugar a actos o hace daño.)

(4) La estimulación de la lujuria y la auto-desaprobación lleva al efecto pornográfico específico de desear ser castigado (el sello distintivo del arte sexual popular). La imagen del castigo a menudo se proporciona en la misma película, como justicia poética. Este auto-castigo es malo en sí mismo; pero lo peor es que por lo general se proyecta a lo largo y ancho como el odio vengativo de los chivos expiatorios. Y alternativamente, busca aliados en el suicidio en masa, como si dijera: “Nosotros no merecemos vivir.”

(5) Sobre todo en el cine, las condiciones de la fantasía y los hábitos de la audiencia son tan discontinuas con el comportamiento en el mundo público despierto que el impacto de las imágenes fuertes es sentimentalizado: la pena y el arrepentimiento racionalizadores se utilizan para aislar la experiencia de cualquier acción posible. La energía de la repulsión se convierte en lástima, una emoción pornográfica, en lugar de compasión activa o indignación política — del mismo modo en que ciertos cristianos agotan el amor a su prójimo en el sentimentalismo de la Cruz. El siguiente paso es que el horror sentimentalizado sea tomado como normal en el mundo público, al igual que para esos cristianos a los pobres siempre deben existir, así los cristianos pueden ser caritativos.

(6) Por último, no puede confiarse en que las malas audiencias respondan a una obra de arte entera; ellas seleccionarán lo que se adapte a sus propias represiones, e interpretarán de acuerdo a sus propios prejuicios el hecho mismo de haber sido conmovidas a pesar de sí mismas. Lo bello se toma como algo sucio, lo horrible como sádicamente estremecedor. Esta excepción se debe en parte a una venganza contra el artista. Las malas audiencias siguen la trama como una historia; no se identifican con el trabajo entero como el alma del poeta, pero se identifican con los actores de la historia y toman partido. Dada una película sobre la pena capital, por ejemplo, un Camus se dará cuenta, y será petrificado de repulsa por el mecanismo de ejecución: él negará a toda la cosa el derecho a existir porque no es como nosotros (esto es la reacción-formación, la negación, característica de la compasión activa); pero un público vulgar se identificará con la víctima, se involucrará en el suspenso, se estremecerá ante el horror, y llorará de lástima. El efecto es entretenimiento, no la enseñanza o la terapia; y ser entretenido por tal tema es en sí mismo perjudicial.


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Por supuesto, una obra de arte genuina no puede ser fácilmente malinterpretada y abusada de esta manera por una buena audiencia. Por definición, las imágenes del arte genuino no se dejan separar de su idea, ya que el conjunto está sólidamente fusionado en la actividad artística. Sin embargo, este estándar de excelencia es inútil para nuestros propósitos actuales, ya que dichas obras no aparecen convenientemente a demanda. Y cuando ocurren, tienen las mismas probabilidades de ser embarazosas para nuestros propósitos retóricos. Por ejemplo — elijo clásicos de la literatura que están más allá de todo debate — tanto la Ilíada de Homero como La Guerra y la Paz de Tolstoi están infundidas por, y nos enseñan, un profundo pacifismo, una noble y compasiva consternación por la violencia ciega de los hombres en sus ejércitos. Sin embargo, ciertamente también expresan, e incluso celebran, lo demoníaco en la guerra, la emoción abismal de la humanidad que se ha vuelto loca. Esto fue interesante para estos artistas y que podría serlo para cualquier artista contemporáneo — ¿cómo podría uno saberlo? El contrario para tal demonismo en un gran artista hubiera sido una especie de santidad. Aquí estamos claramente fuera del contexto de la planificación de las películas pacifistas.

Una vez más, por definición, en una obra de arte genuina las imágenes de horror, etc., no tienen un efecto pornográfico y no incitan a las repeticiones, ya que la experiencia es terminada y catártica: las terribles imágenes son purgadas, trascendidas, interpretadas, o integradas de otra manera con el resto de la vida. Una obra de arte deja su audiencia con una filosofía de conjunto más sana (más afín al pacifismo en la medida en que el pacifismo es verdad); y ha tomado algo del veneno de la crueldad y la arrogancia en el alma. Pero tal experiencia re-creativa “acabada” es precisamente no retórica; no conduce directamente a la acción o alguna política inmediata. Los atenienses que verían Las Troyanas de Eurípides fueron sin duda más sabios y más tristes sobre el curso mismo de la locura en la que siguieron hundiéndose. (Yo creo, sin embargo, que el gran arte, confrontándonos forzosamente con un universo más significativo, sí inicia la conversión, y los pacifistas hacen bien en llevar a cabo estos monumentos logrados de su tradición.)

Mi conjetura — juzgo de mi propio trabajo artístico — es que un artista moderno serio que además es un pacifista (¿y cómo podría no serlo, si es que alguna vez se ocupa de estos asuntos?) — si tal artista comienza a moverse artísticamente entre las escenas de guerra, su acción artística pronto daría lugar a la exploración y expresión de su propio horror, rabia, dolor y devastación. El vegetariano divulgaría su propio canibalismo, el pacifista su parte homicida. Tales obras, por ejemplo, como el Guernica, son monumentos de cómo es con nosotros; no dejan lugar para una práctica moral, ni siquiera para el lujo de la indignación. La lámpara en llamas con el ojo que cae en llamas sobre Guernica no alumbra el hecho de los bombarderos nazis, sino el alma violenta de Picasso, llevada a una pausa saludable.

Si se consideramos al espurio, al kitsch, y propagandístico arte anti-guerra, por el contrario, su real efecto pornográfico y provocativo es también de esperar, ya que la fantasía y el trabajo artístico transmiten la enfermedad del artista débil y le habla a los deseos subyacentes de la mala audiencia.

Tenemos así, por lo general, la situación irónica de que precisamente la mejor causa, que tiene un sentido irrefutable y humanidad común, debe evitar los efectos “psicológicos”, “artísticos”, y de retórica de masas.


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¿Cuáles son, entonces, los recursos disponibles de la persuasión pacifista que se pueden utilizar para una película pacifista? Pueden ser rudamente clasificados en:

(1) La educación factual

(2) El análisis de la psicológica y socialmente neurótica ideología de la guerra, y la retirada de energía de las causas del espíritu de la guerra

(3) Las oportunidades para la acción positiva, y la historia y los ejemplares pacifistas.

(1.a) Como argumento estrictamente prudencial, el pacifismo tiene un caso fácil, quizá demasiado fácil, por lo que la gente no lo toma en serio, es demasiado obvio. La gente siempre ha sabido que la guerra es un recurso pobre, ineficiente para cualquier propósito plausible. Y la guerra en tiempo presente, no sólo nuestra guerra actual, siempre ha sido descartada. Es mejor dejar que los hechos, de la falta de sentido de los mismos, hablen por sí mismos, sin agregarles ninguna apelación moral o emocional, o cualquier referencia grandiosa para salvar la especie humana. El asunto es mucho más simple. Quienes hablan a favor de la guerra están muy cerca de ser tontos o locos, sus posturas y afirmaciones no son propios de adultos normales. Esto puede ser demostrado simplemente, basándose en la lógica, las estadísticas y la historia. El marco debe ser una irrefutable e inequívoca estructura de proposiciones verbales, incluso subtítulos impresos, por más “anticinemático” que eso sea; ya que estamos tratando con un fenómeno profundamente neurótico e incluso esquizofrénico, y la realidad del razonamiento ordinario, y del rechazo ordinario de la estupidez, debe ser afirmada con fuerza.

(1.b) Por otro lado, los peligros de la acción pacifista — por ejemplo, los riesgos que implica el desarme unilateral — también debe ser presentados de manera desapasionada y completa, hasta tanto puedan ser estimados. No es necesario tener una respuesta para cada argumento, incluso argumentos graves, ya que de todos modos no podemos hacer lo que es absurdo e indigno de los seres humanos. El pacifismo es una decisión. La posición “seria” no es, como Niebuhr, por ejemplo, parece pensar, elegir un mal menor; es darse cuenta de que no podemos haber estado tan equivocados durante tanto tiempo sin sufrir un purgatorio.

(1.c) Los hechos de la política de la guerra, los responsables de la guerra y la economía de guerra deben ser expuestos con honestidad implacable y al detalle, a riesgo de la censura inevitable. Por ejemplo, describir las personalidades — un Teller, un Kennedy, o un J. Edgar Hoover — de a quienes les es asignada tanta responsabilidad. Pero además, la inmensa red de la estructura de poder debe ser clarificada y diagramada, de manera que una persona se dé cuenta de cómo casi todos los puestos de trabajo, profesiones, y status están involucrados de forma indirecta y directa en hacer la guerra.

(2.a) Psicológicamente, nuestros “rudos” guerreros viven por un orgullo de sí mismos como fuertes, para hacer a un lado la angustia de su espíritu roto por las autoridades a las que no podían hacer frente; y un orgullo de sí mismos como duros, para hacer a un lado la pérdida de amor y el miedo a la impotencia. Una película sacaría mucho provecho de analizar la postura militar, la pelvis retractada, el abdomen mantenido duro, la exhalación restringida; el ethos militar de la inhibición de los sentimientos; la presunción de superioridad por la identificación servil con los símbolos de autoridad. Para hacer una comparación, se podría analizar la génesis social y familiar de una pandilla de chicos pobres. Explicar los detalles de la disciplina de los Marines como medio para destruir la hombría. El sistema de quejarse se ha promovido en las fuerzas armadas como medio de mantener la dependencia infantil y evitar el motín. Pero además, muestra cómo en la actualidad la sociología clásica de las fuerzas armadas como un sustituto de las responsabilidades civiles se combina con el uso de los servicios como complemento de, y formación para, la vida civil organizacional. El soldado busca méritos igual que un joven ejecutivo, mientras que el Hombre de la Organización tiene un hombre fuerte como su ideal secreto. Un exhaustivo análisis social y psicológico de este tipo podría inmunizar a los jóvenes.

(2.b) Analizar la noción del Enemigo como una proyección (chivo expiatorio) y también como una cortina de humo política. Mostrar en detalle cómo los Enemigos han sido fabricados y milagrosamente reformados mediante técnicas de prensa y publicitarias. Mostrar también cómo las naciones extranjeras han fabricado a los norteamericanos como el Enemigo y nos han asignado características y deseos Enemigos.

(2.c) Pero probablemente el factor principal del espíritu guerrero que debe ser analizado no es el carácter militar ni la proyección del Enemigo, sino la parálisis con la que la gran mayoría de la gente de todos los países acepta la guerra a la que se opone tanto por convicción como por sentimiento. Esto se relaciona con un apego interior y fatalista al desastre temido, y se explica mejor como “masoquismo primario” (Reich): la hipótesis de que, debido a su carácter rígido, la gente es incapaz de sentir sus necesidades reprimidas, especialmente las sexuales y las del crecimiento creativo, y por lo tanto, imaginan, buscan, y conspiran por una catástrofe externa que les sacuda de su adormecimiento y los libere. Las condiciones prevalecientes de la paz civil y de los empleos sin significado tienden a aumentar esta lujuria por la explosión. (Mi experiencia, sin embargo, es que en el análisis de este factor de la guerra, la mayor oposición viene precisamente de los pacifistas más moralistas. En lugar de tolerar la homosexualidad normal o fomentar la sexualidad de sus hijos, al parecer están dispuestos a aceptar la brutalidad de los ejércitos y ver a la gente volar en pedazos. A uno le entran dudas sobre la cordura de tales pacifistas, cuyo pacifismo más bien parece ser una defensa contra sus propias fantasías hostiles.)
       Los asuntos sociales y psicológicos de este tipo son lo suficientemente interesantes en sí mismos y sólo se agrega confusión cuando se trata de convertirlos en un drama; es más eficaz y calmo un enfoque directo de salón de clases, de conferencia ilustrada.

(3.a) La exposición factual de las operaciones políticas y empresariales de la sociedad de guerra, y el análisis psicológico y social de su ideología y espíritu guerreros debe desvincular y liberar la energía que había estado ligada a los símbolos y hábitos de vida convencionales. Luego debemos tener un uso para esta energía y oportunidades para la acción pacifista. En principio, cualquier satisfacción animal, autorrealización personal, bienestar comunitario, o cultura humanitaria extraerá energía de la estructura de vanidad, proyección, y masoquismo fatalista del espíritu guerrero. “Librar la paz” es la mejor manera de prevenir la guerra y los pacifistas hacen bien en inventar y apoyar programas para la utilización de nuestra riqueza y energía liberada del gasto, miedo e insensatez de la guerra. En mi opinión también existe una violencia natural que disminuye la guerra, por ejemplo, la explosión de la pasión, la pelea a puñetazos que descarga el ambiente, el suave forzamiento de la virgen, la disputa que rompe las barreras al contacto interpersonal. La guerra se alimenta de la inhibición de la agresividad normal. (Por supuesto, muchos pacifistas están en desacuerdo con este punto de vista.)

(3.b) La acción específicamente pacifista — generalmente en forma de negarse — pasa a primer plano cuando se llama a las personas a participar directamente en la guerra, por ejemplo, mediante el reclutamiento, la defensa civil, trabajar en proyectos científicos destinados a la guerra o en fábricas de armamentos y productos bélicos. La defensa de las libertades civiles, también, parece ir con el pacifismo, ya que la actitud libertaria va en contra del poder estatal.

(3.c) Por último, el medio pacifista preferido para ejercer presión social ha llegado a ser la acción directa no violenta, compartida por el grupo. Cualquier instancia de ésta, incluso si falla, es una prueba de la viabilidad de la posición pacifista, ya que muestra que la acción sensata y moral, ya sea individual o en pequeños grupos, es posible, y de tal modo disminuye nuestra parálisis masoquista a las puertas de una ruina cercana “demasiado grande para hacerle frente.” (La historia y los héroes de la desobediencia civil y la acción directa no violenta, hayan logrado o no alcanzar la felicidad, el bienestar social, o el progreso cultural, constituyen la mitología del pacifismo. Tienen la ejemplaridad alentadora y, tal vez, la irrelevancia sentimental de cualquier mitología.) En mi opinión, el pacifismo es como el unicornio de Rilke, “se alimenta de la posibilidad de existir.” Ya que la resistencia a la guerra moderna es natural y universal; los argumentos en contra del pacifismo son débiles; y el espíritu guerrero es reducible a análisis; pero lo que se necesita en la experiencia de la audiencia son historias, ejemplos y oportunidades para la acción concreta.


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El manejo factual y analítico de las imágenes de la guerra puede neutralizar su efecto pornográfico. Mi opinión es que incluso las imágenes ejemplares de la acción pacifista se manejan mejor en formato documental, evitando la identificación del público con sus héroes y manteniendo a la situación real en el primer plano. El propósito de la película no es tanto la inspiración, sino el apuntar las oportunidades en el entorno real de la audiencia. Es mejor pecar por exceso de sequedad. El corazón ya está alistado. El énfasis en el “movimiento” pacifista, con sus símbolos y “líderes” carismáticos nos lleva sin quererlo al campo de las relaciones públicas, donde nos vemos empantanados. La excitación carismática que provoca valor y solidaridad debe surgir en cada ocasión concreta de acción pacifista, y surgirá, si es realmente la ocasión propia de una persona. Estamos en la tradición de dar testimonio. Fue sólo el genio de Gandhi el notar ocasiones impecable.

El tipo de temas que he descripto podrían ser la sustancia de una útil serie de documentales pacifistas. Desarrolladas con franqueza y con particular detalle, sin duda resultarían ofensivas para muchas audiencias, incluyendo algunas audiencias pacifistas, pero difícilmente podrían dejar de dar en el blanco. Despertarían ansiedad tanto por el análisis del carácter de la audiencia como por la necesidad de ésta de tomar decisiones en sus acciones. El impacto compartido de la verdad y de la posibilidad es, en nuestra sociedad presente, el equivalente a romper un tabú. Para la mayoría, supongo, el efecto de tales películas sería un silencio incómodo, un estado peligroso pero transitorio de sentimientos. La esperanza es que algunos de estos sentimientos serían movilizados hacia la acción decisiva, así como algunos seguramente darían lugar a una reacción desagradable. Tal vez más personas se volverían profundamente pensativas.

Para sus creadores, este documento sería sin duda una acción pacifista, un compromiso, y un testimonio.

PAUL GOODMAN
1961

 


Versión española de Designing Pacifist Films de Paul Goodman. Traducción de Ricardo Fuego.

No copyright.

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