BUREAU OF PUBLIC SECRETS


 

 

La brecha en Irán


La revuelta de Irán es el acontecimiento más hermoso ocurrido desde la revolución húngara de 1956. Ha sacudido a todos los poderes dominantes del mundo y ha expuesto su connivencia. Los regímenes árabes están tan alarmados como Israel. Ha pillado a la burocracia china con los pantalones bajados: ella apoyó al Sha y denunció a su oposición (continuando de esta forma la política de Mao y Chou, que lo alabaron por su “anti-imperialismo”). En cuanto a la burocracia rusa, lejos de “remover los problemas” en Irán, siempre se inclinó por mantener allí un régimen estable y policial, como en todas sus fronteras, para impedir que se extendiese a su pueblo cualquier contagio de rebelión. Vendió armas al Sha y entregó a los radicales iraníes fugitivos al SAVAK [policía secreta del Sha, N. del T.]. Sólo cuando pareció probable su caída empezó a equilibrar cuidadosamente sus apuestas sin decantarse claramente. El ruido de sables entre Rusia y los Estados Unidos sirvió sólo para impresionar a los espectadores. El embajador americano William Sullivan admitió: “Nosotros controlamos Laos, pero en Irán, que es tremendamente importante para nosotros, no hay mucho que nosotros o cualquier otro podamos hacer. Irónicamente, todos los poderes más importantes — U.S.A., Gran Bretaña, Francia, China y la Unión Soviética — están alarmados por lo que pasa en Irán” (New York Times, 13 de noviembre de 1978).

Lo que subyace al horror de todos los poderes por el “caos” o el “vacío de poder” en Irán es la posibilidad de que la insurgencia de masas desborde la mediación burocrática o sacerdotal. El movimiento iraní no es esencialmente religioso; la inmunidad parcial garantizada por la expresión religiosa simplemente dió la ocasión y un punto de reunión para él. Las mujeres, que antes llevaban velo como signo de desafío al Sha, desafían ahora a Jomeini negándose a llevarlo; sus mensajeros han tenido que informarle de que los trabajadores del petróleo “no respetan la religión”, y el ímpetu y el contagio del movimiento ha llevado ya a muchos religiosos a ir más allá de sus dictados. La destrucción de bancos, almacenes y cines no es una reacción contra la “modernización” o la “occidentalización”, sino el mismo tipo de reacción contra la alienación que encontramos en las revueltas modernas de Occidente, de Watts a Gdansk.

El clero, la burguesía y el ejército mantenían y mantienen aún contradicciones obvias entre sí, pero ninguno de ellos puede hacer nada sin los otros dos. A pesar de su retórica intransigente, Jomeini negoció entre bastidores y, como el Frente Nacional, tuvo mucho cuidado de mantener al ejército tan intacto como fuese posible, advirtiendo a sus seguidores que no lo provocasen. Finalmente, los elementos radicales emprendieron la batalla sin él y le obligaron a decidirse. El ejército, a punto de disolverse, se ofreció a su gobierno como última esperanza para atajar la insurreción popular.

Como en Portugal tras la caída del régimen fascista, la insostenibilidad política de la intervención exterior en Irán, junto a la debilidad y las contradicciones de las fuerzas dominantes internas, pueden abrir espacios para la experimentación social parcialmente libre durante algún tiempo. Los huelguistas, que han vuelto a trabajar únicamente en sus propios términos, y las personas que han tomado y controlan sus propias ciudades “respondiendo sólo ante sí mismas”, ilustran la situación potencial de doble poder que no ha sido puesta completamente bajo control. A pesar de los llamamientos de Jomeini, no se han devuelto todavía cientos de miles de armas tomadas por los grupos de la guerrilla o distribuidas entre la gente. Y los movimientos autonomistas kurdo, baluchi y azerbayán están aprovechando la ocasión y pueden extender la insurgencia a los países limítrofes ya afectados por la crisis, donde viven partes de estos pueblos que se solapan.

La clase dominante y los comentaristas fingen ver toda acción radical como obra de los comunistas u otros izquierdistas. En realidad, el partido “comunista” iraní — el Tudeh — se desacreditó hace tiempo por su reformismo y su servilismo a la política exterior rusa. Aunque fue prácticamente aniquilado por la policía del Sha, elogió no obstante su “revolución desde abajo” mientras denunciaba las insurrecciones de masas de 1963 y 1978. Recientemente ha pedido una coalición de gobierno para trabajar por la “normalización de la economía” y para “poner fin a la actual crisis lo antes posible”.

En cuanto a los grupos de la guerrilla y los estudiantes militantes, aunque bastante desilusionados con los diversos regímenes “comunistas”, imitan la organización jerárquica y la práctica de la manipulación que mantuvieron aquellas burocracias capitalistas de estado. Sesenta años de contrarrevolución leninista-estalinista no les han enseñado nada. Aumentan la polución ideológica con su lenguaje estereotipado y rebajan la conciencia de los “obreros patriotas que trabajan duro” (que se ven así aplaudidos precisamente por su alienación) con sus estribillos de “liderazgo correcto”, “clero progresista”, “ejército del pueblo”, “estados obreros” y otras contradicciones en sí mismas. Pero ¿quién lucha por el verdadero poder de los soviets?

Un gobierno “popular” no puede defender la revolución, puesto que tiene que defenderse de la revolución. Pero una vez que ha desarmado y desmoralizado a la gente, ¿quién puede defenderlo de la reacción? Mossadeq preparó el terreno para el golpe de la CIA utilizando al ejército contra los huelguistas y los manifestantes; Ben Bella preparó el terreno a Bumedián, que destruyó los fondos de autogestión en Argelia; Allende (con el apoyo de Castro) preparó el terreno a Pinochet atacando a los trabajadores y campesinos que se habían armado y habían tomado fábricas y tierras.

La cuestión fundamental en Irán no es saber qué combinación de fuerzas tomará el estado, sino si los trabajadores se afirmarán autónomamente contra él. Si no hablan por sí mismos, los burócratas hablarán por ellos. Si no comunican sus experiencias y análisis (tomando los equipos de imprenta o las emisoras de radio, por ejemplo) los medios de comunicación seguirán negándolos o falsificándolos. El único modo de defender la revolución es extenderla. Incluso si es derrotada, habrá mucho más que deshacer. Un movimiento reformista o burocrático apenas interesará a los trabajadores, que viven ya en sociedades reformistas o burocráticas. Sólo un movimiento que golpee radicalmente al sistema global pulsará alguna tecla entre ellos, ganará su apoyo resistiendo a la intervención e inspirará revueltas paralelas. “Las próximas revoluciones sólo encontrarán ayuda en el mundo atacando al mundo en su conjunto” (Internacional Situacionista).

Cada vez que la gente empieza a hacer su propia historia, redescubre los momentos cumbre de los intentos reprimidos del pasado. Una revuelta como la de Irán es una brecha, rompe con la confusión organizada y la pasividad obligatoria y plantea cuestiones en términos concretos. Es el momento social de la verdad.

BUREAU OF PUBLIC SECRETS
12 de marzo del 1979

 


Versión española de The Opening in Iran. Traducción de Luis Navarro revisada por Ken Knabb. Incluida en el libro Secretos a voces (Madrid, 2001).

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