BUREAU OF PUBLIC SECRETS


 

 

El placer de la revolución

 

 

Cap. 4: Renacimiento

Los utópicos no preven la diversidad postrevolucionaria
Descentralización y coordinación
Salvaguardas contra los abusos
Consenso, dominio de la mayoría y jerarquías inevitables
Eliminar las raíces de la guerra y el crimen
Abolición del dinero
Absurdo de la mayor parte del trabajo presente
Transformar el trabajo en juego
Objeciones tecnofóbicas
Temas ecológicos
El florecimiento de comunidades libres
Problemas más interesantes

 

 


Cap. 4: Renacimiento

“Se dirá, naturalmente, que un esquema como el que aquí se expone es en realidad poco práctico, y va contra la naturaleza humana. Es totalmente cierto. Es poco práctico, y va contra la naturaleza humana. Es por esto por lo que merece la pena llevarse a cabo, y por lo que uno lo propone. Pues ¿qué es un esquema práctico? Un esquema práctico es un esquema tal que ya existe o que puede llevarse a cabo bajo las condiciones actuales. Pero precisamente uno se opone a las condiciones; y cualquier esquema que aceptase estas condiciones sería equívoco y estúpido. Las condiciones serán superadas, y la naturaleza humana cambiará. Lo único que se sabe realmente sobre la naturaleza humana es que cambia. El cambio es la única cualidad que podemos predicar de ella. Los sistemas que fracasan son los que confían en la permanencia de la naturaleza humana, y no en su crecimiento y desarrollo.”  (Oscar Wilde, El alma del hombre bajo el socialismo)

 

Los utópicos no prevén la diversidad postrevolucionaria

Marx consideraba presuntuoso intentar predecir cómo vivirían las personas en una sociedad libre. “Les tocará a esas personas decidirlo, cuando y qué quieren hacer, y qué medios emplear. Yo no me siento capacitado para ofrecer ningún consejo en esta materia. Ellos presumiblemente serán tan inteligentes al menos como nosotros” (carta a Kautsky, 1 el febrero de 1881). Su modestia con respecto a esto es mayor que la de quienes le acusan de arrogancia y autoritarismo aunque no vacilan en proyectar sus propias fantasías al pronunciarse acerca de qué sociedad puede o no ser posible.

Es cierto, sin embargo, que si Marx hubiera sido un poco más explícito acerca de lo que imaginaba, habría sido más difícil para los estalinistas burócratas fingir que llevaban a cabo sus ideas. Un cianotipo exacto de una sociedad liberada no es posible ni necesario, pero la gente debe tener alguna noción de su naturaleza y viabilidad. La creencia de que no hay ninguna alternativa práctica al actual sistema es algo que mantiene a la gente resignada.

Las especulaciones utópicas pueden ayudar a que nos liberemos del hábito de tomar el estatus quo como algo dado, conseguir pensar sobre lo que realmente queremos y lo que es posible. Lo que las hace “utópicas” en el sentido peyorativo que Marx y Engels criticaron es que no tienen en cuenta las condiciones presentes. No hay generalmente ninguna noción seria acerca de cómo podríamos llevar las cosas de aquí hasta allí. Al ignorar los poderes represivos y cooptadores del sistema, los autores utópicos imaginan generalmente un cambio acumulativo simplista suponiendo que, con la ampliación de las comunidades o de las ideas utópicas, llevarían a más gente a unirse y el viejo sistema se derrumbaría sencillamente.

Espero que este texto haya dado algunas ideas más realistas de cómo podría venir una nueva sociedad. En todo caso, iré ahora más allá y haré alguna especulación propia.

Admitamos para simplificar que una revolución victoriosa se ha extendido en todo el mundo sin una gran destrucción de las infraestructuras básicas, a fin de que no tengamos ya que tener en cuenta los problemas de guerra civil, amenazas de intervención externa, confusiones de la desinformación o retrasos ocasionados por importantes reconstrucciones de emergencia, y podamos examinar algunas de las cuestiones que podrían aparecer en una sociedad nueva, que se ha transformado fundamentalmente.

Aunque para mayor claridad utilizaré el tiempo futuro en lugar del condicional, las ideas presentadas aquí son simplemente posibilidades a considerar, no reglas o predicciones. Si ocurre alguna vez una revolución tal, unos años de experimentación popular cambiarán tanto las cosas que las predicciones más atrevidas parecerán pronto ridículamente tímidas y carentes de imaginación. Todo lo que podemos hacer es imaginar los problemas a que haremos frente al principio y las tendencias principales a desarrollar más adelante. Pero cuanto más exploremos las hipótesis, más preparados estaremos para las nuevas posibilidades y menos riesgo habrá de retornar inconscientemente a los viejos modelos.

Lejos de ser demasiado extravagantes, la mayoría de las utopías literarias son excesivamente estrechas, generalmente se limitan a una realización monolítica de los deseos del autor. Como Marie Louise Berneri señala en el mejor estudio sobre este tema (Journey Through Utopia), “Todas las utopias son, por supuesto, expresión de preferencias personales, pero sus autores normalmente tienen la vanidad de suponer que sus gustos personales deberían promulgarse como leyes; si se levantan temprano la totalidad de su comunidad imaginaria tendrá que levantarse a las 4 de la mañana; si detestan los cosméticos femeninos, utilizarlos será un crimen; si son maridos celosos, la infidelidad será castigada con la muerte.”

Si hay algo que se puede predecir con confianza sobre la nueva sociedad, es que estará más allá de la imaginación de cualquier individuo o de cualquier descripción posible realizada por una sóla persona. Las diferentes comunidades reflejarán toda clase de gustos — estético y científico, místico y racionalista, de alta tecnología y neoprimitivo, solitario y comunal, hacendoso y perezoso, espartano y epicúreo, tradicional y experimental — evolucionando continuamente hacia todo tipo de nuevas e imprevisibles combinaciones.(1)

 

Descentralización y coordinación

Habrá una fuerte tendencia hacia la descentralización y la autonomía local. Las pequeñas comunidades promoverán hábitos de cooperación, posibilitarán la democracia directa, y harán posible una experimentación social más rica: si un experimento local falla, sólo un pequeño grupo sufrirá las consecuencias (y otros podrán ayudar); si tiene éxito se imitará y se extenderán sus ventajas. Un sistema descentralizado es también menos vulnerable a una ruptura accidental o al sabotaje. (Este último, sin embargo, será probablemente insignificante de todas formas: una sociedad liberada tendrá seguramente muchos menos enemigos airados de los que produce constantemente la sociedad actual.)

Pero la descentralización puede favorecer también el control jerárquico aislando a las personas entre sí. Y hay cosas que pueden organizarse mejor a gran escala. Una única gran fábrica de acero tiene más eficacia energética y es menos perjudicial al ambiente que un horno de fundición en cada comunidad. El capitalismo ha tendido a sobrecentralizarse en ciertos terrenos en que una mayor diversidad y autosuficiencia tendrían más sentido, pero su competencia irracional ha fragmentado también muchas cosas que podían ser más susceptibles de regularizarse o coordinarse centralmente. Como señala Paul Goodman en People or Personnel(libro que está lleno de ejemplos interesantes sobre los pros y los contras de la descentralización en diferentes contextos actuales), dónde, cómo y cuándo descentralizar son cuestiones empíricas que requerirán experimentación. Todo lo que podemos decir es que la nueva sociedad será probablemente tan descentralizada como sea posible, pero sin hacer de ello un fetiche. La mayoría de las cosas pueden estar al cuidado de grupos pequeños o comunidades locales; los consejos regionales y mundiales se limitarán a temas de amplias ramificaciones o que funcionan mejor a una escala significativa, como la restauración del entorno, la exploración del espacio, la resolución de las disputas, el control de la epidemias, la coordinación de la producción global, la distribución, el transporte y la comunicación, y el sostenimiento de ciertos medios especializados (p.e. clínicas o centros de investigación de alta tecnología).

Se dice a menudo que la democracia directa funcionó bastante bien en las asambleas de los pueblos antiguos, pero que el tamaño y complejidad de las sociedades modernas la hace imposible. ¿Cómo pueden millones de personas expresar su propio punto de vista sobre cada asunto?

No lo necesitan. La mayoría de los asuntos prácticos se reducen finalmente a un número limitado de opciones; una vez que se han declarado éstas y se han adelantado los argumentos más significativos, se puede llegar a una decisión sin más. Los observadores de los soviets de 1905 y de los consejos obreros húngaros de 1956 se extrañaron de la brevedad de las manifestaciones de la gente y la rapidez con que se tomaban decisiones. Los que iban al grano eran elegidos como delegados; los que mantenían un discurso vacío fueron muy criticados por hacer perder el tiempo a la gente.

Para asuntos más complicados se pueden elegir comités que investiguen diferentes posibilidades y vuelvan a informar a las asambleas sobre las ramificaciones de las diferentes opciones. Una vez que se adopta un plan, comités más pequeños pueden continuar supervisando su evolución, notificando a las asambleas cualquier nuevo asunto relevante que pueda sugerir cambios. En los temas controvertidos se podrán proponer comités múltiples que reflejen perspectivas opuestas (p.e., protecnológicos contra antitecnológicos) para facilitar la formulación de propuestas alternativas y puntos de vista diferentes. Como siempre, los delegados no impondrán decisiones (excepto con respecto a la organización de su propio trabajo) y se elegirán de modo rotativo y sujetos siempre a la destitución, asegurando así que hagan un buen trabajo y que sus responsabilidades temporales no se les suban a la cabeza. Su trabajo estará abierto al examen público y las decisiones finales siempre revertirán a las asambleas.

Las tecnologías modernas de informática y telecomunicación permitirán que cualquiera compruebe instantáneamente los datos y sus proyecciones por sí mismos, así como comunicar sus propias propuestas. A pesar de la actual propaganda tales tecnologías no promueven automáticamente la participación democrática; pero tienen el potencial de facilitarla si son modificadas adecuadamente y puestas bajo control popular.(2)

Las telecomunicaciones también harán a los delegados menos necesarios que durante los movimientos radicales previos, cuando funcionaban en gran medida como simples portadores de información de un sitio a otro. Pueden circular propuestas diversas y discutirse a la vez, y si un tema tuviera el suficiente interés las reuniones del consejo se transmitirán en directo a las asambleas locales, posibilitando que estas confirmen, modifiquen o repudien las decisiones de los delegados.

Pero cuando los temas no son particularmente polémicos, bastará probablemente con enviar emisarios libres. Habiendo llegado a alguna decisión general (p.e. “Este edificio debe remodelarse para servir como guardería”), una asamblea puede simplemente pedir voluntarios o formar un comité electo para llevarla a cabo sin preocuparse de un control riguroso.

 

Salvaguardas contra abusos

Los puristas ociosos pueden siempre prever posibles abusos. “¡Aha! ¡Quién sabe qué maniobras elitistas y sutiles pueden llevar a cabo estos delegados y especialistas tecnocráticos!” No es menos cierto que un gran número de personas no pueden vigilar directamente cada detalle en todo momento. Ninguna sociedad puede evitar contar en alguna medida con la buena voluntad y el sentido común de la gente. El hecho es que los abusos son menos posibles bajo la autogestión generalizada que bajo cualquier otra forma de organización social.

Las personas que han sido lo bastante autónomas para inaugurar una sociedad autogestionada estarán naturalmente atentas a cualquier reemergencia de jerarquía. Vigilarán cómo los delegados llevan a cabo sus mandatos, y les “turnarán” tan frecuentemente como sea posible. Para algunos propósitos podrán elegir delegados por sorteo, como los antiguos atenienses, para eliminar las tendencias que reducen una elección a un concurso de popularidad o a una suma de tratos. En los asuntos que necesitan expertos técnicos, éstos serán cuidadosamente vigilados hasta que el conocimiento necesario se amplíe o la tecnología en cuestión se simplifique o se supere. Se designarán observadores escépticos para dar la alarma a la primera señal de trampa. Un especialista que dé información falsa será descubierto rápidamente y públicamente desacreditado. La insinuación más leve de cualquier conspiración jerárquica o de cualquier práctica explotadora o monopolística despertará el escándalo universal y será eliminada por ostracismo, confiscación, represión física o cualquier otro medio que se estime necesario.

Estas y otras precauciones estarán siempre a disposición de los que se preocupen por los potenciales abusos, pero dudo que sean necesarias a menudo. Cuando se trate de cuestiones importantes, la gente puede insistir cuanto quiera en vigilar o controlar. Pero en la mayoría de casos darán probablemente a los delegados un margen razonable de libertad de acción para utilizar su propio criterio y creatividad.

La autogestión generalizada evita tanto las formas jerárquicas de la izquierda tradicional como las formas más simplistas del anarquismo. No se ciñe a ninguna ideología, ni siquiera de tipo “antiautoritario”. Si un problema exige algún tipo de conocimiento especializado o algún grado de “liderazgo”, las personas implicadas se darán pronto cuenta de esto y harán lo que consideren oportuno sin preocuparse de si los dogmas radicales de hoy en día lo aprueban o no. Para ciertas funciones no conflictivas pueden encontrar más conveniente nombrar especialistas por períodos indefinidos de tiempo, destituyéndolos sólo en el caso improbable de que abusen de su posición. En situaciones de emergencia en que son esenciales decisiones rápidas (p.e. apagar incendios) designarán a personas con los poderes de autoridad provisionales que sean necesarios.

 

Consenso, dominio de la mayoría y jerarquías inevitables

Pero estos casos serán excepcionales. La regla general será el consenso cuando sea practicable, la mayoría cuando sea necesario. Un personaje en News from Nowherede William Morris (una de las utopías más sensatas, alegres y realistas) pone el ejemplo de si un puente de metal debe ser sustituido por otro de piedra. En la siguiente Mote (asamblea de la comunidad) se propone esto. Si hay un consenso claro, el tema se resuelve y se procede a llevar adelante los detalles de su realización. Pero

si unos cuantos vecinos discrepan, si piensan que el maldito puente de acero será útil todavía y no quieren preocuparse de construir uno nuevo, no votan en esta ocasión, sino que posponen la discusión formal hasta la siguiente Mote; y mientras tanto se difunden los argumentos en pro y en contra, de los cuales algunos son impresos, de forma que todo el mundo sepa lo que está ocurriendo; y cuando la Mote vuelve a reunirse otra vez hay una discusión regular y por último se vota mediante alzamiento de manos. Si el margen entre las opiniones divididas es estrecho, la cuestión es aplazada de nuevo para una discusión más a fondo; si el margen es amplio, se pregunta a la minoría si se someterían a la opinión más general, lo que ocurre con frecuencia, más aún, es lo más común. Si se niegan, la cuestión se debate por tercera vez, en la que, si la minoría no ha aumentado perceptiblemente, cede siempre; aunque creo que existe una regla medio olvidada por la que pueden todavía ir más allá con ello; pero lo que siempre sucede es que se convencen, tal vez no de que su punto de vista sea el peor, pero sí de que no pueden persuadir o forzar a la comunidad a aceptarlo.

Nótese que lo que simplifica enormemente estos casos es que ya no hay ningún interés económico en conflicto — nadie tiene los medios o motivos para sobornar o embaucar a la gente a que vote de una forma u otra porque haga ocasionalmente una cantidad de dinero, controle los medios de comunicación, o posea una compañía de construcción o una parcela de tierra cercana a un sitio propuesto. En ausencia de tales conflictos de interés, la gente se inclinará normalmente por la cooperación y el compromiso, aunque sólo sea para aplacar a los oponentes y hacer la vida más fácil para sí mismos. Algunas comunidades pueden tener disposiciones formales para acomodar a las minorías (p. e. si, en lugar de votar simplemente no, un 20% expresan una “objeción vehemente” a alguna propuesta, debe pasar por una mayoría del 60%); pero no es probable que nadie abuse de tales poderes formales cuando sabe que el lado contrario puede hacer lo mismo. La solución típica para los conflictos irreconciliables repetidos residiría en la amplia diversidad de culturas: si los que prefieren los puentes de metal, etc., son constantemente derrotados en las elecciones por los tradicionalistas de artes y oficios tipo Morris, pueden siempre trasladarse a alguna comunidad vecina donde prevalezcan gustos con los que congenie mejor.

La insistencia en el consenso total sólo tiene sentido cuando el número de personas involucradas es relativamente pequeño y el tema no es urgente. Entre un número de personas amplio la completa unanimidad raramente es posible. Es absurdo sostener el derecho de una minoría a obstruir constantemente a la mayoría por miedo a una posible tiranía de la mayoría; o imaginar que tales problemas desaparecerán si evitamos las “estructuras.”

Como puso de manifiesto un artículo bien conocido desde hace muchos años (Jo Freeman: The Tyranny of Structurelessness), no hay algo que se pueda llamar grupo “sin estructura”, sino simplemente diferentes tipos de estructuras. Un grupo no estructurado acaba generalmente siendo dominado por una camarilla que posea alguna estructura efectiva. Los miembros no organizados no tienen modo de controlar a esta élite, especialmente cuando su ideología anti-autoritaria les impide admitir que existe.

Al no reconocer el dominio de la mayoría como un respaldo suficiente cuando no se puede obtener la unanimidad, los anarquistas y consensistas son a menudo incapaces de llegar a decisiones prácticas si no es siguiendo a líderes de hecho que están especializados en manipular a la gente para llevarla a la unanimidad (aunque sólo sea por su capacidad para aguantar reuniones interminables hasta que toda la oposición se ha aburrido y se ha ido a casa). Al rechazar quisquillosamente los consejos obreros o cualquier otra cosa con alguna mancha de coerción, generalmente se acaban contentando con proyectos mucho menos radicales que compartan un mínimo denominador común.

Es fácil señalar errores en los consejos obreros del pasado, que eran, después de todo, improvisaciones apresuradas por gente involucrada en luchas desesperadas. Pero aunque aquellos breves esfuerzos no fueran modelos perfectos a imitar ciegamente, representan sin embargo el paso más práctico en la dirección correcta que se ha dado hasta el momento. El artículo de Riesel sobre los consejos (“Preliminares sobre los consejos y la organización consejista”) discute las limitaciones de estos viejos movimientos, y subraya correctamente que el poder consejista debería entenderse como la soberanía de las asambleas populares como un todo, no simplemente de los consejos de delegados que han elegido. Grupos de obreros radicales en España, queriendo evitar cualquier ambigüedad sobre este último punto, se han definido a sí mismos como “asamblearios” o “asambleístas” más que como “consejistas.” Uno de los panfletos del CMDO (“Mensaje a todos los trabajadores”) especifica los siguientes rasgos esenciales de la democracia consejista:

- Disolución de todo poder externo
- Democracia directa y total
- Unificación práctica de decisión y ejecución
- Delegados que pueden ser revocados en cualquier momento por quienes los han nombrado
- Abolición de la jerarquía y de las especializaciones independientes
- Gestión y transformación consciente de todas las condiciones de la vida liberada
- Participación permanentemente creativa de las masas
- Extensión y coordinación internacionalistas

Una vez que se han reconocido y llevado a cabo estos rasgos, poco importará que la gente se refiera a la nueva forma de organización social como “anarquía,” “comunalismo,” “anarquismo comunista,” “comunismo consejista,” “comunismo libertario,” “socialismo libertario,” “democracia participativa” o “autogestión generalizada,” o en que sus diferentes componentes superpuestos se llamen “consejos obreros,” “consejos antitrabajo,” “consejos revolucionarios,” “asambleas revolucionarias,” “asambleas populares,” “comités populares,” “comunas,” “colectivos,” “kibbutzs,” “bolos,” “motes,” “grupos de afinidad,” o cualquier otra cosa. (El término “autogestión generalizada” no es desgraciadamente muy atractivo, pero tiene la ventaja de referirse tanto a los medios como a los fines a la vez que se halla libre de las connotaciones engañosas de términos como “anarquía” o “comunismo.”)

En cualquier caso, es importante recordar que la organización formal a gran escala será la excepción. La mayor parte de los asuntos locales pueden manejarse directa e informalmente. Individuos o pequeños grupos saldrán simplemente adelante y harán lo que parezca apropiado en cada situación (“ad-hocracia”). El dominio de la mayoría será simplemente un último recurso en el número cada vez menor de casos en que los conflictos de interés no pueden resolverse de otro modo.

Una sociedad no jerárquica no supone que cualquiera llegue mágicamente a tener el mismo talento o deba participar en todo en igual medida; significa simplemente que las jerarquías materialmente basadas y reforzadas han sido eliminadas. Aunque las diferencias de capacidad disminuirán indudablemente cuando todos sean estimulados a desarrollar sus plenos potenciales, lo importante es que cualquier diferencia que permanezca ya no se transforme en diferencia de riqueza o de poder.

Las personas podrán tomar parte en un rango mucho mayor de actividades que ahora, pero no tendrá que rotar todas las posiciones todo el tiempo si no quieren hacerlo. Si alguien tiene una afición y destreza especiales para una determinada tarea, otros probablemente estarán contentos de permitirle realizarla cuanto quiera — al menos hasta que alguien más quiera llevarla a su vez a cabo. Las “especializaciones independientes” (el control monopolista sobre la información o sobre las tecnologías socialmente vitales) serán abolidas; pero florecerán las especializaciones no dominadoras, abiertas. La gente pedirá consejo a personas más entendidas cuando sienta la necesidad de hacerlo (aunque si es curiosa o suspicaz siempre se animará a investigar por sí misma). Serán libres de someterse voluntariamente como los estudiantes a un profesor, como los aprendices a un maestro, como los jugadores a un entrenador o como los actores a un director — permaneciendo libres también de abandonar la relación en cualquier momento. En algunas actividades, como un grupo de canción folk, cualquiera podrá tomar parte en seguida; otras, como la interpretación de un concierto clásico, pueden requerir un entrenamiento riguroso y una dirección coherente, con algunas personas asumiendo el papel de líderes, otras que las siguen, y otras que se contentan sencillamente con escuchar. Debería haber plenitud de oportunidades para ambos tipos. La crítica situacionista del espectáculo es la crítica de una tendencia excesiva en la sociedad actual; no implica que todos debamos ser “participantes activos” veinticuatro horas al día.

Dejando aparte la necesaria custodia de los incompetentes mentales, la única jerarquía inevitablemente impuesta será la del tiempo necesario para criar a los niños hasta que sean capaces de dirigir sus asuntos. Pero en un mundo más seguro y más sano podría dar a los chicos más libertad y autonomía de la que tienen ahora. Cuando se trata de abrirse a nuevas posibilidades de vida festiva, los adultos pueden aprender tanto de ellos como viceversa. Aquí como en cualquier esfera, la regla general será permitir a la gente encontrar su propio nivel: una chica de diez años que tome parte en algún proyecto puede tener tanto que decir en él como sus coparticipantes adultos, mientras que un adulto no participante no tendrá nada que decir.

La autogestión no supone que todos sean genios, simplemente que la mayoría no son estúpidos totales. Es el sistema presente el que hace demandas poco realistas — al pretender que las personas a la que sistemáticamente imbeciliza sean capaces de juzgar entre programas políticos diferentes o reclamos publicitarios de mercancías rivales, o de comprometerse en actividades tan complejas e importantes como la crianza de los niños o la conducción de un coche en una autopista concurrida. Con la superación de todos los pseudoproblemas políticos y económicos que son mantenidos ahora intencionadamente en la incomprensión, la mayor parte de los sucesos que se produzcan no serán tan complicados.

Cuando las personas tienen por primera vez la oportunidad de dirigir sus propias vidas cometerán indudablemente montones de errores; pero los descubrirán y corregirán pronto porque, a diferencia de la jerarquía, no tendrán interés en encubrirlos. La autogestión no garantiza que la gente tomará siempre las decisiones correctas; pero cualquier otra forma de organización social garantiza que algún otro tomará las decisiones por ellos.

 

Eliminar las raíces de la guerra y el crimen

La abolición del capitalismo eliminará los conflictos de interés que ahora sirven como pretexto al estado. La mayoría de las guerras actuales se basan en última instancia en conflictos económicos; incluso los antagonismos de tipo aparentemente étnico, religioso o ideológico derivan normalmente gran parte de su motivación real de la competencia económica, o de frustraciones psicológicas que están en última instancia relacionadas con la represión política y económica. En la medida en que la competición desesperada prevalece, se puede manipular fácilmente a la gente haciéndola volver a sus modos de agrupación tradicionales y a disputas sobre diferencias culturales por cuales no se molestarían en circunstancias más confortables. La guerra supone mucho más trabajo, penas y riesgos que cualquier forma de actividad constructiva; las personas con oportunidades reales de realización tendrán cosas más interesantes que hacer.

Lo mismo es cierto para el crimen. Dejando de lado los “crímenes” sin víctimas [consumo de drogas, homosexualidad, etc.] la gran mayoría de los crímenes están directa o indirectamente relacionados con el dinero y dejarán de tener sentido tras la eliminación del sistema mercantil. Las comunidades serán entonces libres de experimentar diversos métodos para resolver cualquier acto antisocial ocasional que pueda todavía darse.

Hay muchas posibilidades diferentes. Las personas implicadas pueden argumentar sus casos ante la comunidad local o un “jurado” elegido a suertes, que trataría de tomar las decisiones más reconciliadoras y rehabilitadoras. Un ofensor convicto podría ser “condenado” a algún tipo de servicio público — no a un trabajo intencionalmente desagradable y degradante administrado por sádicos mezquinos, que simplemente producen más cólera y resentimiento, sino a proyectos significativos y potencialmente atractivos que puedan iniciarle en intereses más sanos (la restauración ecológica, por ejemplo). Algunos psicópatas incorregibles pueden tener que ser refrenados humanamente de una forma u otra, pero tales casos serían cada vez más raros. (La actual proliferación de violencia “gratuita” es una reacción previsible a la alienación social, un forma de que quienes no son tratados como personas reales tengan al menos la satisfacción macabra de ser reconocidos como amenazas reales.) El ostracismo será una medida disuasoria simple y efectiva: el matón que se ríe de la amenaza de un castigo severo, que sólo confirma su prestigio de macho, se lo pensará mucho si sabe que todos le darán de lado. En los raros casos en que esto se muestre inadecuado, la diversidad de culturas puede hacer del destierro una solución factible: un carácter violento que estuviera perturbando constantemente una comunidad tranquila puede que se integrase muy bien en alguna región áspera y agitada, tipo salvaje oeste — o arriesgarse a represalias menos apacibles.

Estas son sólo algunas de las posibilidades. La gente liberada descubrirá indudablemente otras soluciones más creativas, efectivas y humanas que cualquiera de las que podamos imaginar actualmente. No digo que no vaya a haber problemas, sólo que habrá muchos menos que ahora, en que las personas que se encuentran en la base de un orden social absurdo son severamente castigadas por sus crudos esfuerzos de escapar, mientras los que están en la cima saquean el planeta con impunidad.

La barbarie del actual sistema penal sólo es superada por su estupidez. Los castigos draconianos han mostrado repetidamente no tener un efecto significativo en la proporción de crímenes, que está directamente vinculada con los niveles de pobreza y desempleo tanto como con factores menos cuantificables pero igualmente obvios como el racismo, la destrucción de las comunidades urbanas, y la alienación general producida por el sistema espectacular — mercantil. La amenaza de años en prisión, que puede ser un poderoso disuasor para alguien con un modo de vida satisfactorio, significa poco para quien no tiene otras salidas significativas. No es muy brillante eliminar programas sociales que ya son lastimosamente inadecuados con el fin de economizar, mientras se llenan las prisiones de presos al costo de cerca de un millón de dólares cada uno; pero como muchas otras políticas sociales irracionales, esta tendencia persiste porque es reforzada por poderosos intereses creados.(3)

 

Abolición del dinero

Una sociedad liberada deberá abolir la economía monetario-mercantil por completo. Continuar aceptando la validez del dinero equivaldría a aceptar la dominación continuada de quienes previamente lo han acumulado, o de quienes tuvieran el desparpajo necesario para volver a acumularlo después de cualquier redistribución radical. Se necesitarán todavía otras formas de cálculo “económico” para ciertos propósitos, pero su alcance cuidadosamente limitado tenderá a disminuir a medida que el aumento de la abundancia material y la cooperatividad social las haga menos necesarias.

Una sociedad postrevolucionaria puede tener una organización económica en tres niveles de esta forma:

1.Ciertos bienes y servicios básicos serán libremente accesibles para todos sin ningún tipo de contabilidad.
2.Otros también serán libres, pero sólo en cantidades limitadas, racionadas.
3.Otros, clasificados como “lujos,” serán accesibles a cambio de “créditos.”

A diferencia del dinero, los créditos se aplicarán sólo a ciertos bienes específicos, no a la propiedad comunal básica como la tierra, los servicios públicos o los medios de producción. También tendrán probablemente fechas de expiración para evitar cualquier acumulación excesiva.

Tal sistema será muy flexible. Durante el período de transición inicial la cantidad de bienes gratuitos puede ser mínima — sólo lo suficiente para que una persona pueda arreglárselas — requiriendo la mayoría de los bienes un pago por créditos ganados mediante el trabajo. A medida que pase el tiempo, cada vez será necesario menos trabajo y más bienes serán accesibles gratuitamente — la proporción entre los dos factores recíprocos seguirá estando siempre determinada por los consejos. [p.e. pueden decidir trabajar más para tener más bienes gratis, o aceptar tener menos bienes gratis por menos trabajo. Algunos créditos pueden distribuirse genéricamente, recibiendo periódicamente cada persona una cierta cantidad; otros pueden ser bonos por cierto tipo de trabajos desagradables o peligrosos para los que haya escasez de voluntarios. Los consejos pueden fijar precios para determinados lujos, dejando que otros sigan la ley de la oferta y la demanda; cuando un lujo llegue a ser más abundante será más barato, quizás finalmente gratuito. Los bienes pueden moverse de un nivel a otro dependiendo de las condiciones materiales y las preferencias de la comunidad.

Estas son sólo algunas de las posibilidades.(4)Al experimentar métodos diferentes, la gente se dará pronto cuenta por sí misma de qué formas de propiedad, intercambio y contabilidad necesitan.

En cualquier caso, cualquiera que sean los problemas “económicos” que puedan permanecer, no serán serios porque los límites impuestos por la escasez serán un factor sólo en el sector de “lujos” no esenciales. El acceso universal gratuito a la comida, la ropa, la vivienda, los servicios públicos, la asistencia sanitaria, el transporte, la comunicación, la educación y las facilidades culturales podría alcanzarse casi inmediatamente en las regiones industrializadas y dentro de un breve período de tiempo en las menos desarrolladas. Muchas de estas cosas ya existen y simplemente necesitan hacerse más equitativamente accesibles; las que no, pueden producirse fácilmente una vez que la energía social se desvíe de empresas irracionales.

Tomemos la cuestión de la vivienda, por ejemplo. Los activistas por la paz han señalado a menudo que todo el mundo podría disponer de vivienda digna por menos de lo que cuestan unas semanas de despliegue militar mundial. Pensarían sin duda en una especie de vivienda mínima; pero si la cantidad de energía que la gente pierde ahora ganando dinero para enriquecer a los propietarios y las inmobiliarias se desviase hacia la construcción de nuevas viviendas, pronto todo el mundo podría ser alojado muy dignamente en efecto.

Al principio, la mayoría podría continuar viviendo donde lo hace ahora y concentrarse en construir viviendas accesibles para personas sin techo. Los hoteles y los edificios de oficinas podrían hacerse disponibles. Algunas propiedades escandalosamente extravagantes pueden requisarse y convertirse en viviendas, parques, jardines comunitarios, etc. A la vista de esta tendencia, aquellos que poseen propiedades relativamente espaciosas pueden ofrecerlas para alojamiento temporal de personas sin techo mientras les ayudan a construir sus propias casas, aunque sólo sea para alejar de sí mismos el potencial resentimiento.

El próximo paso será elevar e igualar la calidad de las viviendas. Aquí como en otros campos, la meta no será una igualdad rígidamente uniforme (“todos deben tener una vivienda de tales o cuales especificaciones”), sino el sentido general de justicia de la gente, tratando los problemas sobre una base flexible, caso por caso. Si alguien siente que no ha recibido su parte puede apelar a la comunidad general, que, si la queja no es completamente absurda, hará probablemente lo imposible por compensarlo. Los compromisos tendrán que resolverse considerando quién va a vivir en lugares excepcionalmente deseables por cuánto tiempo. (Pueden compartirse mediante sorteo por una serie de personas, o ser alquilados por períodos limitados a la mejor oferta en subastas de créditos, etc.) Puede que tales problemas no se resuelvan a la completa satisfacción de todos, pero serán tratados con mucha mayor ecuanimidad ciertamente que bajo un sistema en que la acumulación de piezas mágicas de papel permite que una persona se afirme “propietaria” de una centena de edificios mientras que otras tienen que vivir en la calle.

Una vez que se han resuelto las necesidades básicas de supervivencia, la perspectiva cuantitativa del tiempo de trabajo se transformará en una nueva perspectiva cualitativa de libre creatividad. Unos cuantos amigos pueden trabajar alegremente construyendo su propia casa aunque les lleve uno año concluir lo que una dotación profesional podría hacer más eficientemente en un mes. En tales proyectos se invertirá mucha más alegría, imaginación y amor, y las viviendas resultantes serán mucho más encantadoras, abigarradas y personales que las que hoy pasan por “dignas.” Un cartero rural francés del siglo diecinueve llamado Ferdinand Cheval gastó todo su tiempo de ocio de muchas décadas construyendo su propio castillo de fantasía. Gente como Cheval son considerados excéntricos, pero lo único anormal en ellos es que continúan ejerciendo la creatividad innata que todos poseemos, pero que normalmente se nos induce a reprimir después de la primera infancia. Una sociedad liberada dispondrá de grandes cantidades de este tipo de “trabajo” lúdico: los proyectos elegidos personalmente tendrán un atractivo tan intenso que la gente ya no se preocupará de llevar la cuenta de su “tiempo de trabajo” más que de contar las caricias cuando hacen el amor o de ahorrar el tiempo de un baile.

 

Absurdo de la mayor parte del trabajo actual

Hace 50 años Paul Goodman estimó que menos del 10 % del trabajo que se hacía entonces satisfaría nuestras necesidades básicas. Cualquiera que sea la medida exacta (sería incluso más baja ahora, aunque dependería por supuesto de que se precise lo que consideramos necesidades básicas o razonables), está claro que la mayor parte del trabajo actual es absurdo e innecesario. Con la abolición del sistema mercantil, cientos de millones de personas ocupadas ahora en producir mercancías superfluas, o en anunciarlas, empaquetarlas, transportarlas, venderlas, protegerlas o sacar provecho de ellas (vendedores, funcionarios, capataces, directores, banqueros, agentes de bolsa, propietarios, líderes sindicalistas, políticos, policías, abogados, jueces, carceleros, guardias, soldados, economistas, diseñadores publicitarios, fabricantes de armas, inspectores de aduana, recolectores de impuestos, agentes de seguridad, consejeros de inversión, junto a sus numerosos subordinados) estarán disponibles para compartir las relativamente pocas tareas realmente necesarias.

Añádanse los desempleados, que según un reciente informe de la ONU constituyen ahora el 30% de la población mundial. Si esta proporción parece amplia es porque presumiblemente incluye prisioneros, refugiados, y muchos otros que no se cuentan normalmente en las estadísticas de desempleo oficiales porque han renunciado a tratar de buscar trabajo, como aquellos que están incapacitados por el alcoholismo y las drogas, o que están tan asqueados por las opciones de trabajo accesibles que ponen toda su energía en evitar trabajar mediante crímenes y estafas.

Añádanse millones de ancianos a los que les gustaría comprometerse en actividades útiles pero que están relegados ahora a un retiro pasivo, aburrido. Y los adolescentes y hasta niños más jóvenes, que aceptarían con entusiasmo el desafío de muchos proyectos educacionales y útiles si no estuvieran confinados en colegios inútiles diseñados para inculcar la obediencia ignorante.

Considérese entonces el gran componente de gasto incluso en trabajos innegablemente necesarios. Médicos y enfermeras, por ejemplo, pierden una gran parte de su tiempo (además de rellenar hojas de seguro, preparar facturas por los enfermos, etc.) esforzándose en éxitos limitados para dominar toda suerte de problemas socialmente inducidos como lesiones ocupacionales, accidentes automovilísticos, enfermedades psicológicas y dolencias causadas por el stress, la polución, la mala alimentación o las condiciones de vida insalubres, por no decir nada de las guerras y las epidemias que con frecuencia las acompañan — problemas que desaparecerán en gran medida en una sociedad liberada, permitiendo que los proveedores del cuidado de la salud se concentren en una medicina preventiva básica.

Considérese entonces la cantidad igualmente grande de trabajo perdido intencionalmente: trabajos diseñados solamente para mantener a la gente ocupada; supresión de métodos para ahorrar trabajo porque pueden privar a uno de él; trabajar tan lentamente como se pueda; sabotear la maquinaria para presionar a los jefes, o por simple rabia o frustración. Y no olvidemos todos los absurdos de la “ley de Parkinson “ (el trabajo tiende a expandirse para llenar el tiempo disponible), el “principio de Peter” (la gente se eleva hasta su nivel de incompetencia) y tendencias similares tan hilarantemente satirizadas por C. Northcote Parkinson y Laurence Peter.

Considérese también cuánto trabajo perdido se eliminará una vez que los productos estén hechos para durar en lugar de diseñarse para romperse o pasarse de moda para que la gente tenga que comprar otros nuevos. (Tras un breve período inicial de alta producción para proveer a todos de bienes durables de alta calidad, muchas industrias podrían reducirse a niveles más modestos — sólo lo suficiente para mantener aquellos bienes en buen estado, o mejorarlos ocasionalmente siempre que se desarrolle algún avance significativo.)

Tomando en consideración todos estos factores, es fácil ver que en una sociedad sanamente organizada la cantidad de trabajo necesario podría reducirse a uno o dos días por semana.

 

Transformar el trabajo en juego

Pero una reducción cuantitativa drástica como ésta producirá un cambio cualitativo. Como descubrió Tom Sawyer (en capitulo 2 del libro de Mark Twain), cuando la gente no es obligada a trabajar, incluso las tareas más banales pueden llegar a ser insólitas e interesantes: el problema ya no es cómo hacer que la gente lo lleve a cabo, sino cómo acomodar a todos los voluntarios. No sería realista esperar que la gente trabaje a tiempo completo en trabajos desagradables y sin gran significado sin vigilancia e incentivos económicos; pero la situación se vuelve completamente diferente si se trata de dedicar diez o quince horas a la semana en tareas autogestionadas, variadas y útiles a nuestra elección.

Más aún, mucha gente, una vez que se han comprometido en proyectos que les interesan, no querrá limitarse a lo mínimo. Esto reducirá necesariamente las tareas a un nivel incluso menor para otros que puedan no tener tanto entusiasmo.

No es necesario inquietarnos por el término trabajo. El trabajo asalariado tiene que ser abolido; el trabajo pleno de significado, libremente elegido puede ser tan divertido como cualquier otro tipo de juego. Nuestro trabajo actual produce normalmente resultados prácticos, pero no aquellos que nosotros hubiéramos elegido, mientras nuestro tiempo libre está en su mayor parte limitado a trivialidades. Con la abolición del trabajo asalariado, el trabajo llegará a ser más divertido y el juego más activo y creativo. Cuando la gente no sea conducida a la locura por su trabajo, ya no requerirá entretenimientos pasivos estúpidos para reponerse de él.

No es que haya algo malo en divertirse con pasatiempos triviales; es cuestión simplemente de reconocer que mucho de su actual atractivo procede de la ausencia de actividades plenas. Alguien cuya vida carece de aventura real puede derivar al menos un pequeño exotismo vicario de coleccionar artefactos de otros tiempos y lugares; alguien cuyo trabajo es abstracto y fragmentario puede ir muy lejos al producir un objeto concreto totalmente, aunque este objeto no tenga más significado que un arco en miniatura metido en una botella. Estos y otros innumerables hobbies revelan la existencia de impulsos creativos que florecerán realmente cuando se de el libre juego a una escala más amplia. Imagina cómo la gente que se divierte arreglando su asa o cultivando su jardín se entusiasmará ante la oportunidad de recrear a su comunidad entera; o cómo los miles de entusiastas del ferrocarril se apresurarán a aprovechar la oportunidad de reconstruir y operar versiones mejoradas de las redes de ferrocarril, que serán una de las vías principales para reducir el tráfico automovilístico.

Cuando las personas están sujetas a sospecha y regulaciones opresivas intentan naturalmente hacer lo menos posible sin ser castigadas. En situaciones de libertad y confianza mutua hay una tendencia contraria a enorgullecerse haciendo el mejor trabajo posible. Aunque algunas tareas de la nueva sociedad serán más populares que otras, las únicas realmente difíciles o desagradables tendrán probablemente voluntarios más que suficientes, en respuesta a una sensación de reto o al deseo de apreciación, cuando no a un sentido de la responsabilidad. Incluso actualmente muchas personas se alegran de prestarse voluntarios para proyectos que merecen la pena cuando tienen tiempo; mucho más lo estarán una vez que no tengan que preocuparse constantemente de cubrir sus necesidades básicas y las de su familia. En el peor de los casos, las pocas tareas totalmente impopulares tendrán que ser divididas en los turnos más breves practicables y rotar con frecuencia hasta que puedan ser automatizadas. O podrían ser subastadas para ver si alguien quiere hacerlas a cambio de tener que aportar, digamos, cinco horas a la semana en lugar de las usuales diez o quince; o por unos cuantos créditos adicionales.

Los caracteres no cooperativos serán probablemente tan raros que el resto de la población puede dejarlos en paz, en vez de molestarse en presionarlos para que hagan su pequeña cooperación. A partir de un cierto grado de abundancia se hace más sencillo no preocuparse por unos cuantos abusos que alistar a una multitud de cronometradores, contables, inspectores, informadores, espías, guardias, policías, etc., para que husmeen comprobando cada detalle y castigando cada infracción. No es realista esperar que la gente sea generosa y cooperativa cuando no hay mucho para repartir; pero un mayor excedente material creará un “margen de abuso” más amplio de modo que no pasará nada si alguien hace menos que su compañero, o toma un poco más.

La abolición del dinero impedirá a todos que tomen mucho más de lo que aporten. La mayor parte de las dudas acerca de la factibilidad de una sociedad liberada se apoya en la arraigada creencia de que el dinero (y así también su necesario protector: el estado) todavía existiría. Esta asociación de dinero y estado crea posibilidades de abuso ilimitadas (legisladores sobornados para insertar subrepticiamente grietas en las leyes de impuestos, etc.); pero una vez que ambos sean abolidos desaparecerán los motivos y los medios para tales abusos. La abstracción de las relaciones de mercado permite que una persona acumule riqueza anónimamente privando indirectamente a otros miles de las necesidades básicas; pero con la eliminación del dinero cualquier monopolización significativa de bienes sería demasiado difícil de manejar y demasiado visible.

En la nueva sociedad podría darse cualquier otra forma de intercambio, la más simple y probablemente la más común será el don. La abundancia general hará fácil ser generoso. Dar es divertido y satisfactorio, y elimina las molestias de la contabilidad. El único cálculo es el que está ligado a la sana emulación mutua. “La comunidad vecina donó tal y tal cosa a una región menos favorecida; nosotros podemos seguramente hacer lo mismo.” “Ellos dieron una fiesta magnífica; veamos si podemos hacer una mejor.” Una pequeña rivalidad amistosa (quién puede crear la nueva receta más deliciosa, cultivar una hortaliza superior, resolver un problema social, inventar un juego nuevo) beneficiará a todos, incluso a los perdedores.

Una sociedad liberada funcionará probablemente en gran medida como una fiesta de potlach. La mayor parte de las personas disfrutan preparando un plato que otros degustarán; pero aunque algunos no lleven nada hay suficiente todavía para repartir. No es esencial que todos colaboren exactamente en la misma medida, porque las tareas serían tan pequeñas y se distribuirían tan ampliamente que nadie estará sobrecargado. Puesto que todos estarán directamente involucrados, no será preciso investigar a nadie ni instituir castigos por falta de cooperación. El único elemento de “coerción” será la aprobación o desaprobación de los demás participantes: el agradecimiento provee estímulos positivos, y hasta la persona más desconsiderada se da cuenta de que si no contribuye consistentemente empezará a recibir miradas extrañadas y podrá no ser invitado otra vez. La organización sólo es necesaria si se tropieza con algún problema. (Si hay normalmente demasiados postres y no suficientes primeros platos, el grupo puede decidir coordinar quién traerá cada cosa. Si unas cuantas almas generosas acaban sosteniendo una cooperación injusta del trabajo de limpieza, un codazo gentil bastará para que otros se avergüencen y se ofrezcan, o se trazará una suerte de rotación sistemática.)

Ahora, por supuesto, tal cooperación espontánea es la excepción, que se encuentra principalmente donde los vínculos comunales tradicionales han persistido, o entre grupos pequeños, autoseleccionados de personas animadas por los mismos sentimientos en regiones donde las condiciones no son demasiado miserables. En el mundo en que el hombre es un lobo para el hombre las personas cuidan naturalmente de sí mismas y sospechan de los demás. A menos que el espectáculo les conmueva con alguna historia sentimental de interés humano, se preocupan normalmente poco por quienes están fuera de su círculo inmediato. Cargadas de frustraciones y resentimientos, hasta pueden sentir un placer pernicioso estropeando los placeres de otras personas.

Pero a pesar de todo lo que desalienta su humanidad, a la mayoría de la gente, si se les da una oportunidad, le gusta sentir todavía que están haciendo cosas útiles, y ser apreciados por ello. Adviértase cómo cogen la más leve oportunidad de crear un momento de reconocimiento mutuo, aunque sólo sea abriendo una puerta a alguien o intercambiando algunos comentarios banales. Si surge una inundación o un terremoto o cualquier otra emergencia, hasta el más egoísta y cínico con frecuencia se precipita a actuar, trabajando veinticuatro horas al día para rescatar personas, entregar comida y primeros auxilios, etc., sin ninguna compensación sino la gratitud de los demás. Es por esto por lo que las personas evocan con frecuencia guerras o desastres naturales con lo que puede parecer un sorprendente grado de nostalgia. Como la revolución, tales acontecimientos rompen con las separaciones sociales usuales, da a todos la oportunidad de hacer cosas que realmente importan, y produce un fuerte sentimiento de comunidad (aunque sea uniendo a la gente contra un enemigo común). En una sociedad liberada estos impulsos sociables podrán florecer sin que sean necesarios pretextos tan extremos.

 

Objeciones tecnofóbicas

Actualmente la automatización con frecuencia no hace mucho más que expulsar a algunas personas de su trabajo mientras se intensifica la regimentación de aquellos que permanecen en él; si alguna vez se gana realmente tiempo gracias a los dispositivos de “ahorro de trabajo”, se gasta normalmente en un consumo pasivo igualmente alienado. Pero en un mundo liberado los ordenadores y otras tecnologías modernas podrían utilizarse para eliminar tareas peligrosas o aburridas, liberando a todos para concentrarse en actividades más interesantes.

Sin contemplar tales posibilidades, y comprensiblemente disgustadas por el uso actual de muchas tecnologías, muchas personas han llegado a ver la “tecnología” misma como el principal problema y reclaman un retorno a un estilo de vida más simple. Cuánto más simple es motivo de debate — como se descubren defectos en cada período, hacen retroceder cada vez más la línea divisoria. Algunos, considerando la Revolución Industrial como el principal villano, difunden elogios impresos a ordenador de la artesanía manual. Otros, viendo en la invención de la agricultura el pecado original, sienten que deberíamos volver a una sociedad de cazadores-recolectores, aunque no tienen muy claro lo que prevén para la población humana actual que no podría sostenerse sobre una tal economía. Otros, para no quedar por debajo, presentan argumentos elocuentes que prueban que el desarrollo del lenguaje y del pensamiento racional fue el origen real de nuestros problemas. Todavía hay quien sostiene incluso que el género humano entero es tan incorregiblemente malvado que debería extinguirse altruistamente para salvar al resto del ecosistema mundial.

Estas fantasías contienen tantas contradicciones obvias que casi no es necesario criticarlas en detalle. Dan una relevancia cuestionable a las sociedades del pasado real y no tienen casi nada que ver con las posibilidades presentes. Incluso suponiendo que la vida fuera mejor en una u otra era previa, tenemos que empezar desde donde nos hallamos. La tecnología moderna está tan entretejida con todos los aspectos de nuestra vida que no podría interrumpirse abruptamente sin causar un caos mundial que aniquilaría a billones de personas. Los postrevolucionarios decidirán probablemente reducir de modo progresivo el índice de población humana y ciertas industrias, pero esto no puede hacerse de la noche a la mañana. Tenemos que considerar seriamente cómo vamos a tratar con todos los problemas prácticos que se formularán en el ínterim.

Si alguna vez la gente llegara a encontrarse en tal situación practica después de una revolución, dudo que los tecnófobos quisieran realmente eliminar las sillas de ruedas motorizadas; o desenchufar el ingenioso dispositivo informático que permite al físico Stephen Hawking comunicarse a pesar de estar totalmente paralizado; o dejar que muera en un parto una mujer que podría salvarse por procedimientos técnicos; o aceptar la reemergencia de enfermedades que en el pasado mataban o discapacitaban normalmente de modo permanente a un porcentaje amplio de la población; o resignarse a no visitar nunca o comunicarse con gente de otras partes del mundo a menos que se hallen a una distancia que pueda recorrerse a pie; o quedarse parado sin intervenir mientras muere gente en hambrunas que podrían evitarse mediante el transporte mundial de comida.

El problema es que mientras tanto esta ideología cada vez más de moda desvía la atención de los problemas y posibilidades reales. Un dualismo maniqueo simplista (la naturaleza es lo Bueno, la tecnología es lo Malo) hace que ignoremos complejos procesos históricos y dialécticos; es mucho más fácil culpar de todo a algún mal primordial, una especie de diablo o pecado original. Lo que empieza como un cuestionamiento válido de la fe excesiva en la ciencia y en la tecnología acaba como una desesperada y aún menos justificada fe en el retorno a un paraíso primordial, acompañado de un fracaso al abordar el sistema presente, si no es de una manera abstracta y apocaliptica.(5)

Tecnófilos y tecnófobos tratan la tecnología de modo igualmente separado de otros factores sociales, difiriendo sólo en sus conclusiones igualmente simplistas en que las nuevas tecnologías dan automáticamente más poder a la gente o son automáticamente alienantes. En la medida en que el capitalismo aliena todas las producciones humanas en fines autónomos que escapan al control de sus creadores, las tecnologías compartirán esta alienación y serán utilizadas para reforzarla. Pero cuando la gente se libera de esta dominación, no tendrán problema en rechazar aquellas tecnologías que sean perjudiciales mientras adaptan otras para fines beneficiosos.

Ciertas tecnologías — el poder nuclear es el ejemplo más obvio — son en efecto tan peligrosas que no dudarán en llevarlas a una interrupción inmediata. Muchas otras industrias que producen mercancías absurdas, obsoletas o superfluas, cesarán automáticamente, por supuesto, con la interrupción de sus fundamentos comerciales. Pero muchas tecnologías (electricidad, metalurgia, refrigeración, instalaciones sanitarias, imprenta, grabación, fotografía, telecomunicaciones, herramientas, textiles, máquinas de coser, equipamiento agrícola, instrumentos quirúrgicos, anestesia, antibióticos, entre otras docenas de ejemplos que le vendrán al lector a la cabeza), aunque actualmente puede que se abuse de ellas, tienen pocas si es que alguna desventaja inherente. Se trata simplemente de utilizarlas de un modo más sensato, llevándolas bajo control popular, introduciendo algunas mejoras ecológicas, y rediseñándolas para fines humanos en vez de capitalistas.

Otras tecnologías son más problemáticas. Todavía serán necesarias en alguna medida, pero sus aspectos nocivos e irracionales se reducirán progresivamente, normalmente por desgaste. Si se considera la industria del automóvil como un todo, incluyendo su vasta infraestructura (fábricas, calles, autopistas, gasolineras, pozos de petróleo) y todos sus inconvenientes y costos ocultos (atascos, aparcamiento, reparaciones, seguros, accidentes, polución, destrucción urbana), está claro que serían preferibles muchos otros métodos alternativos. El hecho sigue siendo que esta infraestructura está todavía ahí. La nueva sociedad continuará utilizando indudablemente los automóviles y los camiones existentes durante unos años, mientras se concentra en el desarrollo de modos más sensatos de transporte para reemplazarlos gradualmente cuando se desgasten. Vehículos personales con motores no polucionantes pueden continuar indefinidamente en las áreas rurales, pero la mayor parte del tráfico urbano actual (con algunas excepciones como camiones de reparto, coches de bomberos, ambulancias, y taxis para personas discapacitadas) podría ser evitado con diversas formas de tránsito público, permitiendo que muchas carreteras y calles se conviertan en parques, jardines, plazas y caminos para bicicletas. Los aviones se reservarán para viajes intercontinentales (racionados si fuera necesario) y para determinados tipos de envíos urgentes, pero la eliminación del trabajo asalariado dejará tiempo a la gente para modos de viajar más pausados — barco, tren, bicicleta, paseo.

Aquí, como en otros campos, incumbe a la gente involucrada experimentar con diferentes posibilidades para ver cuál funciona mejor. Una vez que la gente tenga el poder de determinar los objetivos y condiciones de su propio trabajo, presentará naturalmente todo tipo de ideas que harán que el trabajo sea más breve, seguro y agradable; y tales ideas, ya no patentadas o guardadas celosamente como “secretos comerciales,” se extenderán rápidamente e inspirarán mejoras adicionales. Con la eliminación de los motivos comerciales, la gente también será capaz de dar el peso apropiado a los factores sociales y ambientales además de consideraciones puramente cuantitativas del tiempo de trabajo. Si, digamos, la producción de ordenadores supone actualmente algún trabajo sobre-explotado o causa alguna polución (aunque mucha menor que las clásicas industrias de “chimeneas”), no hay razón para creer que no puedan imaginarse métodos mucho mejores una vez que la gente se mentalice para ello — muy probables precisamente mediante el uso juicioso de la automatización informática. (Afortunadamente, el trabajo más repetitivo es normalmente el más fácil de automatizar.) La regla general será simplificar las manufacturas básicas de forma que facilite una flexibilidad óptima. Las técnicas se harán más uniformes y comprensibles, de manera que personas con un aprendizaje general mínimo podrán llevar a cabo la construcción, reparación, alteraciones y otras operaciones que antiguamente requerían entrenamiento especializado. Las herramientas, electrodomésticos, materiales brutos, partes de máquinas y módulos arquitectónicos básicos se estandarizarán probablemente y se producirán en masa, dejando a las “industrias artesanales” los refinamientos específicos a pequeña escala y los aspectos finales y potencialmente más creativos a los usuarios individuales. Una vez que el tiempo deje de ser oro puede que contemplemos, como William Morris deseaba, un revival de artes y oficios primorosos que requieran un largo “trabajo” realizados y dados alegremente por gente que cuida de sus creaciones y de la gente para que están destinadas.

Algunas comunidades pueden preferir mantener una cantidad moderada de tecnología pesada (ecológicamente saneada); otras pueden optar por estilos de vida más simples, aunque apoyados por medios técnicos para facilitar esta simplicidad o para emergencias. Los generadores de energía solar y las telecomunicaciones vía satélite, por ejemplo, permitirían a la gente habitar en los bosques sin necesidad de líneas eléctricas o telefónicas. Si la energía solar generada en la Tierra y otros recursos de energía renovable se mostrasen insuficientes, inmensos receptores solares en órbita podrían transmitir una cantidad casi ilimitada de energía no contaminante.

Incidentalmente, la mayor parte de las regiones del tercer mundo viven en la zona caliente donde la energía solar puede ser más efectiva. Aunque su pobreza presentará algunas dificultades iniciales, sus tradiciones de autosuficiencia cooperativa además del hecho de que no están gravadas con infraestructuras industriales obsoletas pueden darles algunas ventajas compensatorias cuando se trate de crear nuevas estructuras ecológicamente apropiadas. Haciendo uso selectivamente de las regiones desarrolladas para obtener cualquier información o tecnologías, decidirán por sí mismos qué necesitan, podrán saltar por encima del horrible estado “clásico” de industrialización y acumulación de capital y proceder directamente a formas postcapitalistas de organización social. Ni tampoco se producirá la influencia necesariamente en un único sentido: uno de los experimentos sociales más avanzados de la historia se llevó a cabo durante la revolución española por campesinos analfabetos que vivían bajo condiciones casi tercermundistas.

Se cree vulgarmente (y equivocadamente) que una revolución mundial necesitará que las personas de los países desarrollados acepten un triste período transicional de “bajas expectativas” para permitir que las regiones menos desarrolladas se pongan a su nivel. Esta errónea concepción común procede de la falsa asunción de que la mayor parte de los productos actuales son deseables y necesarios — implicando que dar más a los otros supone menos por nosotros. En realidad, una revolución en los países desarrollados superará inmediatamente tantas mercancías y asuntos absurdos que incluso aunque supusiese que determinados bienes y servicios se redujesen temporalmente, la gente todavía estaría mejor que ahora incluso en términos materiales (además de estar mucho mejor en términos “espirituales”). Una vez que se han resuelto sus propios problemas inmediatos, muchos de ellos asistirán de modo entusiasta a los menos afortunados. Pero esta asistencia será voluntaria, y en su mayor parte no acarreará ningún autosacrificio serio. Dar trabajo o materiales de construcción o conocimientos arquitectónicos para que otros puedan construir casas por sí mismos, por ejemplo, no requerirá desmantelar la propia casa de uno. La riqueza potencial de la sociedad moderna consiste no sólo en bienes materiales, sino en conocimiento, ideas, técnicas, ingenio, entusiasmo, compasión, y otras cualidades que se incrementan realmente al compartirlas.

 

Temas ecológicos

Una sociedad autogestionada dará naturalmente curso a la mayoría de las demandas ecológicas actuales. Algunas son esenciales para la propia supervivencia de la humanidad; pero por razones tanto estéticas como éticas, la gente liberada elegirá indudablemente ir más allá de este mínimo y promover una rica biodiversidad.

Lo importante es que sólo podremos debatir tales temas libres de prejuicios cuando hayamos eliminado los incentivos a la explotación y la inseguridad económica que socavan ahora incluso los menores esfuerzos para defender el entorno (los madereros temen perder sus trabajos, la miseria crónica tienta a los países del tercer mundo a vender sus recursos forestales, etc.).(6)

Cuando se culpa a la humanidad como especie de la destrucción del entorno, las causas específicamente sociales se olvidan. Los pocos que toman las decisiones se mezclan con la mayoría impotente. Las hambrunas se ven como venganzas de la naturaleza por la sobrepoblación, como reacciones naturales que conviene dejar que sigan su curso — como si fuera algo natural que el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional obliguen a los países del tercer mundo a cultivar productos para la exportación en vez de comida para el consumo local. Se hace que la gente se sienta culpable por utilizar coches, ignorando el hecho de que las compañías automovilísticas (adquiriendo y saboteando sistemas eléctricos de tránsito, cabildeando para la construcción de autopistas y contra los subsidios a los ferrocarriles, etc.) han creado una situación en que la mayoría de la gente tiene que tenerlo. La publicidad espectacular urge seriamente a todos a que reduzcan el consumo de energía (mientras se incita constantemente a consumir más de todo), a pesar de que podríamos haber desarrollado ya fuentes de energía limpias y renovables más que suficientes si las compañías de combustible fósil no hubiesen cabildeado con éxito para que no se dedique ningún fondo significativo para la investigación con estos fines.

No es cuestión siquiera de culpar a los líderes de estas compañías — están igualmente atrapados en un sistema de crecimiento o muerte que les impele a tomar tales decisiones — sino de abolir el sistema que produce continuamente tales presiones irresistibles.

Una sociedad liberada podría acoger tanto a las comunidades humanas como a regiones lo bastante amplias de naturaleza no perturbada para satisfacer a la mayor parte de los ecologistas profundos. Entre estos dos extremos me gusta pensar que habrá todo tipo de interacciones humanas imaginativas, aunque cuidadosas y respetuosas, con la naturaleza. Cooperar con ella, trabajar con ella, jugar con ella; crear abigarradas mezclas de bosques, granjas, parques, jardines, huertos, riachuelos, pueblos, ciudades.

Las grandes ciudades serán parceladas, desconcentradas, “reverdecidas,” y reordenadas en una diversidad de formas que incorporen y superen las visiones de los arquitectos y urbanistas más imaginativos del pasado (que estaban normalmente limitados por su asunción de la permanencia del capitalismo). Excepcionalmente, algunas ciudades mayores, especialmente aquellas que tengan algún interés histórico o estético, mantendrán o incluso ampliarán sus rasgos cosmopolitas, proveyendo grandes centros donde culturas y estilos de vida diversos puedan darse cita.(7)

Algunas personas, inspiradas por las antiguas exploraciones “psicogeográficas” y las ideas sobre el “urbanismo unitario” de los situacionistas, construirán elaborados decorados móviles diseñados para facilitar deambulaciones laberínticas a través de ambientes diversos — Ivan Chtcheglov imaginó “montajes de castillos, grutas, lagos,” “habitaciones que invitan al sueño más que cualquier droga,” y gente viviendo en sus propias “catedrales” personales (“Formulario para un nuevo urbanismo,”). Otros pueden inclinarse más por la definición que un poeta del Lejano Oriente hacían de la felicidad como vivir en una cabaña al lado de un riachuelo montaraz.

Si no hay suficientes catedrales o riachuelos para repartir, es posible que tenga que establecerse algún compromiso. Pero si lugares como Chartres o Yosemite están actualmente saturados, es sólo porque el resto del planeta ha sido tan afeado. Cuando otras áreas naturales sean revitalizadas y cuando los hábitats humanos se hagan más hermosos e interesantes, ya no será necesario que unos cuantos sitios excepcionales acomoden a millones de personas desesperadas por evadirse del bullicio. Por el contrario, puede que mucha gente gravitara incluso hacia las regiones más miserables porque éstas serán las “nuevas fronteras” donde tendrán lugar las transformaciones más excitantes (los edificios feos que son demolidos para permitir una reconstrucción experimental desde cero).

 

El florecimiento de comunidades libres

La liberación de la creatividad popular generará animadas comunidades que superarán a Atenas, Florencia, París y otros famosos centros del pasado, en los que la plena participación estaba limitada a minorías privilegiadas. Aunque puede que algunas personas prefieran permanecer solitarias y autosuficientes (ermitaños y nómadas podrán mantenerse aislados excepto por unos cuantos arreglos con las comunidades próximas), la mayoría preferirá probablemente el goce y la conveniencia de hacer las cosas juntos, e instalarán todo tipo de talleres, bibliotecas, laboratorios, lavanderías, cocinas, panaderías, cafés, clínicas, estudios, salas de conciertos, auditorios, saunas, gimnasios, lugares de recreo, ferias, y mercadillos de truque públicos (sin olvidar algunos espacios tranquilos para compensar todo lo socializado). Los bloques de viviendas pueden convertirse en complejos más unificados, conectando algunos de los edificios mediante pasajes y arcadas y eliminando vallas entre patios para crear un parque interior más amplio, jardines o áreas de juego para los niños. La gente podría elegir entre varios tipos y grados de participación, p.e. sea inscribiéndose un par de días al mes como cocinero, friegaplatos o jardinero, lo que le daría derecho a comer en una cafetería comunal, o cultivando la mayor parte de su comida y cocinándola por sí mismos.

En todos estos ejemplos hipotéticos es importante tener presente la diversidad de culturas que se desarrollará. En una, cocinar puede verse como un fastidio tedioso que debe aminorarse en la medida de lo posible y repartirse justamente; en otra puede ser una pasión o un ritual social apreciado que atraerá voluntarios entusiastas más que suficientes.

Algunas comunidades, como Paradigma III en Communitas (teniendo el cuenta el hecho de que el esquema de Paul y Percival Goodman asume todavía la existencia del dinero), pueden mantener una aguda distinción entre el sector gratuito y el sector de lujo. Otras pueden desarrollar modelos sociales más orgánicamente integrados, en línea con Paradigma II del mismo libro, intentando una unidad máxima de producción y consumo, actividad manual e intelectual, educación científica y estética, armonía social y psicológica, incluso al precio de una eficiencia puramente cuantitativa. El estilo de Paradigma III puede ser más apropiado para una forma transicional inicial, cuando la gente todavía no esté acostumbrada a las nuevas perspectivas y desee tener un marco económico de referencia fijado que le dé una sensación de seguridad contra potenciales abusos. Cuando la gente haya eliminado los defectos del nuevo sistema y desarrollado una mayor confianza mutua, tenderá más probablemente al estilo del Paradigma II.

Como en las encantadoras fantasías de Fourier, pero sin sus excentricidades y con mucha mayor flexibilidad, las personas podrán comprometerse en una variedad de actividades de acuerdo con afinidades elaboradamente interrelacionadas. Una persona puede ser miembro regular de ciertos grupos permanentes (de afinidad, consejo, colectivo, barrial, ciudad, región) mientras sólo tome parte temporalmente en varias actividades ad hoc (como hace la gente hoy en los clubs, redes de aficionados a algún hobby, asociaciones de ayuda mutua, grupos dedicados a una u otra cuestión política y proyectos que resulta más sencillo llevar a cabo colectivamente). [p.e. la edificación de una granero por un grupo de vecinos]. Las asambleas locales llevarán la cuenta de las ofertas y las demandas; darán a conocer las decisiones de otras asambleas y el estado actual de los proyectos en curso o de los problemas todavía irresueltos; y fundarán bibliotecas, centralitas y redes electrónicas para reunir y difundir información de todo tipo y relacionar a personas de gustos comunes. Los medios serán accesibles para cualquiera, permitiéndoles expresar sus propios proyectos, problemas, propuestas, críticas, entusiasmos, deseos, visiones particulares. Las artes y oficios tradicionales continuarán, pero sólo como una faceta de una vida constantemente creativa. Las personas tomarán todavía parte, con más entusiasmo que nunca, en deportes y juegos, ferias y festivales, música y danza, haciendo el amor y criando niños, construyendo y remodelando, enseñando y aprendiendo, disfrutando del campo o viajando; pero nuevos géneros y artes de vivir que nosotros casi no podemos imaginar actualmente se desarrollarán también.

Gente más que suficiente se sentirá atraída por los proyectos socialmente necesarios, en agronomía, medicina, ingeniería, innovación educativa, restauración del entorno y demás, sin otro motivo que el hecho de encontrarlos interesantes y satisfactorios. Otros pueden preferir actividades menos utilitarias. Algunos vivirán una vida doméstica bastante tranquila; otros se lanzarán a aventuras más atrevidas, o a correrse grandes juergas en fiestas y orgías; aún otros pueden dedicarse a mirar los pájaros, cambiar fanzines, o coleccionar singulares memorabilia de los tiempos prerrevolucionarios, o a cualquiera de un millón de otros proyectos. Todos podrán seguir sus propias inclinaciones. Si alguno se hunde en una existencia de espectador pasivo, probablemente se aburrirá en algún momento e intentará empresas más creativas. Y si no, será asunto suyo; no dañará a nadie más.

Para quien encuentre la utopía en la tierra demasiado insípida y quiera apartarse realmente de todo, la exploración y colonización del sistema solar — quizás finalmente incluso la emigración a otras estrellas — aportará una frontera que nunca se tendrá fin.

Pero puede decirse lo mismo sobre las exploraciones del “espacio interior”.

 

Problemas más interesantes

Una revolución antijerárquica no resolverá todos nuestros problemas; simplemente eliminará algunos de los más anacrónicos, permitiéndonos atacar problemas más interesantes.

Si el presente texto parece descuidar los aspectos “espirituales” de la vida, es porque yo quería poner el énfasis en algunos asuntos materiales básicos que con frecuencia se pasan por alto. Pero estos asuntos materiales son sólo la infraestructura. Una sociedad liberada se basará mucho más en la alegría, el amor y la generosidad espontánea que en reglas rígidas o cálculo egoísta. Podemos probablemente tener un sentido más vívido de lo que podría ser a través de visionarios como Blake o Whitman que con debates pedantes acerca de créditos económicos y delegados revocables.

Sospecho que una vez que las necesidades materiales básicas de la gente sean generosamente resueltas y ya no esté sujeta a una barrera constante de excitación comercial, la mayoría (tras una breve borrachera de indulgencia en cosas de las que previamente había estado privada) encontrará la mayor satisfacción en estilos de vida relativamente simples y desprendidos. Las artes eróticas y del gusto serán indudablemente enriquecidas de muchas formas, pero simplemente como facetas de vidas plenas y equilibradas, que incluyen también una gama amplia de proyectos intelectuales, estéticos y espirituales.

La educación, que ya no se limitaría a acondicionar a la gente joven para un estrecho papel en una economía irracional, se convertirá en una actividad entusiasta para toda la vida. Además de cualquier tipo de institución de educación formal que pueda todavía darse, la gente tendrá acceso al instante a través de libros y ordenadores a información sobre cualquier tema que quieran explorar, y podrán obtener experiencia directa en todo tipo de artes y destrezas, o buscar a cualquiera para instrucción o discusión personal — como los antiguos filósofos griegos debatiendo en público en el ágora, o los monjes chinos medievales cruzando las montañas en busca del más inspirado maestro Zen.

Los aspectos religiosos que ahora sirven como mero escape psicológico de la alienación social se desvanecerán, pero las cuestiones básicas que han encontrado una expresión más o menos distorsionada en la religión permanecerán. Todavía habrá penas y pérdidas, tragedias y frustraciones, enfrentaremos todavía la enfermedad, la vejez y la muerte. Y en el proceso de intentar imaginar qué significa todo esto, si es que significa algo, y qué hacer con ello, algunos redescubrirán aquello que Aldous Huxley, en La filosofía perenne, llama el máximo factor común de la conciencia humana.

Puede que otros cultivaran sensibilidades estéticas exquisitas como los personajes de la Historia de Genji, de Murasaki o desarrollorarán elevados géneros metaculturales como “El juego de los abalorios” en la novela de Hermann Hesse (liberado de los límites materiales que antiguamente confinaban tales actividades a pequeñas élites).

Me gusta pensar que al alternarse, combinarse y desarrollarse estas actividades diversas, habrá una tendencia general hacia la reintegración personal vislumbrada por Blake, y hacia las genuinas relaciones “Yo-Tu” previstas por Martin Buber. Una revolución espiritual permanente en la que la comunión gozosa no impedirá la rica diversidad y la “generosa contención.” Hojas de hierba, donde Whitman expresaba sus esperanzas sobre las potencialidades de la América de su tiempo, quizás sea tan apropiado como otra cosa para sugerir el estado expansivo de la mente de tales comunidades de hombres y mujeres realizados, que trabajan y juegan extáticamente, que aman y holgazanean, que recorren el Camino Abierto sin fin.

Con la proliferación de culturas que continuamente se desarrollan y cambian, el viaje puede llegar a ser de nuevo una aventura impredictible. El viajero podría “ver las ciudades y aprender las costumbres de muchas personas diferentes” [La Odisea] sin los peligros y desilusiones enfrentados por los vagabundos y exploradores del pasado. Deslizándose de escena en escena, de encuentro en encuentro; pero deteniéndose ocasionalmente, como aquellas figuras humanas apenas visibles de las pinturas paisajísticas chinas, sólo para contemplar la inmensidad, para comprender que todos nuestros hechos y dichos son sólo murmullos en la superficie de un vasto, insondable universo.

Estas son sólo unas cuantas sugerencias. No estamos limitados a fuentes radicales de inspiración. Toda suerte de espíritus creativos del pasado han manifestado o imaginado alguna de nuestras casi ilimitadas posibilidades. Podemos inspirarnos en cualquiera de ellos en la medida en que nos preocupemos por desenredar los aspectos relevantes de su contexto original alienado.

Las obras más grandes no nos dicen tanto algo nuevo como nos recuerdan cosas que hemos olvidado. Todos tenemos indicaciones de lo que la vida puede ser en su mayor riqueza — recuerdos de la primera infancia, cuando las experiencias eran todavía frescas y no reprimidas, pero también momentos posteriores ocasionales de amor o camaradería o creatividad entusiasta, tiempos en que estamos impacientes porque llegue la mañana para continuar algún proyecto, o simplemente para ver lo que traerá el nuevo día. Extrapolar estos momentos probablemente nos da la mejor idea de cómo podría ser el mundo entero. Un mundo, como el que Whitman vislumbró,

Donde los hombres y mujeres no tomen las leyes en serio,
Donde el esclavo deje de existir, y el amo de los esclavos,
Donde el populacho se levante inmediatamente contra la audacia inacabable de los elegidos, . . .
Donde los niños aprendan a obrar por cuenta propia, y a depender de sí mismos,
Donde la ecuanimidad se ilustre en hechos,
Donde las especulaciones sobre el alma sean estimuladas,
Donde las mujeres caminen en procesión pública en las calles igual que
     los hombres,
Donde entren en la asamblea pública y toman sitio igual que
     los hombres . . . .
¡Las formas primordiales surgen!
Formas de la democracia total, resultado de siglos,
Formas que proyectan incluso otras formas,
Formas de turbulentas ciudades masculinas,
Formas de los amigos y anfitriones del mundo,
Formas que abrazan la tierra, y son abrazadas por la tierra entera.

 


NOTAS

1. P.M.: Bolo’bolo (1983; nueva edición: Semiotext(e), 1995) tiene el mérito de ser una de las pocas utopías que reconoce y aprueba plenamente esta diversidad. Dejando de lado sus ligerezas e idiosincracias y sus nociones más bien poco realistas sobre cómo podemos llegar allí, toca un montón de problemas y posibilidades de una sociedad postrevolucionaria.

2. Aunque la llamada revolución en red se ha limitado hasta aquí principalmente a la circulación incrementada de trivialidades para espectadores, las modernas tecnologías de la comunicación continúan jugando un importante papel en el socavamiento de los regímenes totalitarios. Hace años los burócratas estalinistas mutilaron su propio funcionamiento restringiendo la accesibilidad de las máquinas fotocopiadoras e incluso de escribir para que no pudieran utilizarse para reproducir escritos samizdat. Las tecnologías más nuevas han demostrado ser incluso más difíciles de controlar:

“El diario conservador Guangming Daily informaba de nuevas medidas de refuerzo destinadas a unos 90,000 faxes ilegales estimados en Beijing. Los especialistas en asuntos chinos dicen que el régimen teme que la proliferación de máquinas de fax permita que la información fluya demasiado rápidamente. Tales máquinas fueron utilizadas extensivamente durante las manifestaciones estudiantiles en 1989 que resultaron en una represión militar. . . En el confort de sus propios hogares en las capitales occidentales, como Londres, los opositores podían enviar mensajes a los activistas de Arabia Saudí que, descargándolos vía Internet en sus propias casas, ya no tenían que temer que golpeasen en la puerta en medio de la noche. . . Todo asunto tabú de la política a la pornografía se extiende mediante mensajes electrónicos anónimos más allá de la garra de acero del gobierno. . . . Muchos saudíes se encontraron discutiendo abiertamente sobre religión por primera vez. Ateos y fundamentalistas se pelean en el ciberespacio saudí, una novedad en un país donde el castigo por apostasía es la muerte. . . . Pero prohibir Internet no es posible sin borrar todos los ordenadores y líneas telefónicas. . . . Los expertos afirman que aquellos que quieran trabajar lo bastante duro para conseguirlo, todavía es poco lo que cualquier gobierno puede hacer para denegar totalmente el acceso a la información en Internet. Correos encriptados y suscripciones a proveedores de servicio fuera del país son dos opciones de seguridad accesibles para los individuos “informaticamente” avisados para evitar los actuales controles de Internet. . . Si hay algo que los gobiernos represivos asiáticos temen más que el acceso sin restricción a recursos mediáticos exteriores, es que la competitividad de sus naciones en la rápidamente creciente industria de la información pueda verse comprometida. Ya se han oído protestas en voz alta de los círculos comerciales de Singapur, Malasia, y China de que censurando internet pueden, finalmente, estorbar las aspiraciones de las naciones a ser tecnológicamente las más avanzadas de la región.” (Christian Science Monitor, 11 agosto 1993, 24 agosto 1995 y 12 noviembre 1996.)

3. “En la era de post-guerra fría los políticos han descubierto en el acoso al crimen un sustituto del acoso al rojo. Así como el miedo al comunismo propagó una expansión sin impedimentos del complejo industrial-militar, el acoso al crimen ha producido el crecimiento explosivo del complejo industrial-correccional, también conocido como industria de control del crimen. Los que discrepan con esta agenda de más prisiones son marcados como simpatizantes de los criminales y traidores a las víctimas. Como ningún político se arriesgará a llevar la etiqueta de ‘blando con el crimen’, una espiral interminable de políticas destructivas está barriendo el país. . . . La represión y brutalización será promovida más bien por las instituciones que beneficiarias primeras de tales políticas. Como California incrementó su población presa de 19,000 a 124,000 personas en los pasados 16 años, se construyeron 19 nuevas prisiones. Con el incremento de prisiones, la Asociación de Funcionarios por la Paz en los Correccionales de California (CCPOA), el sindicato de carceleros, emergió como el más poderoso lobby del estado. . . . Cuando el porcentaje del presupuesto del estado dedicado a la educación superior ha caído de un 14.4 % a un 9.8 %, la parte de presupuesto para prisiones aumentó de un 3.9 % a un 9.8 %. El salario medio de un guardia de prisión en california excede los 55,000 dólares — el más alto de la nación. Este año la CCPOA, junto con la Asociación Nacional del Rifle, ha dirigido gran cantidad de dinero a promover la aprobación de la ley “three strikes, you’re out”, [que hace que la tercera condena de un individuo sea automáticamente a perpetuidad] que triplicaría el tamaño actual del sistema de prisiones de California. Las mismas dinámicas que se desarrollaron en California resultarán ciertamente del proyecto de ley anti-crimen de Clinton. A medida que una parte cada vez mayor de los recursos se invierten en la industria del control del crimen, su poder e influencia crecerá.” (Dan Macallair, Christian Science Monitor, 20 septiembre 1994.)

4. Otras posibilidades son presentadas en considerable detalle en Workers’ Councils and the Economics of a Self-Managed Society (edición por Solidarityde Londres de un artículo de Socialisme ou Barbarie de Cornelius Castoriadis). Este texto está lleno de sugerencias valiosas, pero lamento que asuma que la vida se centra alrededor del trabajo y del lugar de trabajo mucho más de lo que sería necesario. Tal orientación está ya algo obsoleta y probablemente llegará a estarlo mucho más después de una revolución.

Michael Albert y Robin Hahnel: Looking Forward: Participatory Economics for the Twenty First Century (South End, 1991) incluye también una serie de observaciones útiles sobre la organización autogestionada. Pero los autores asumen una sociedad en la cual se da todavía una economía monetaria y el trabajo semanal se reduce sólo levemente (a unas 30 horas). Sus ejemplos hipotéticos están en gran medida modelados sobre las cooperativas de trabajadores actuales y la “participación económica” prevista incluye votar temas de mercado que serían superados en una sociedad no capitalista. Como veremos, tal sociedad tendrá también una semana laboral mucho más corta, reduciendo así mismo la necesidad de preocuparse los complicados esquemas para una rotación igual entre diferentes tipos de trabajo que ocupan una gran parte del libro.

5. Fredy Perlman, autor de una de las expresiones más extremas de esta tendencia, Against His-story, Against Leviathan! (Black & Red, 1983), aportó la mejor critica de su propia perspectiva en su libro anterior sobre C. Wright Mills, The Incoherence of the Intellectual (Black & Red, 1970): “E incluso aunque Mills rechazase la pasividad con la que los hombres aceptaban su propia fragmentación, ya no luchó contra ella. El hombre autodeterminado coherente llega a ser una criatura exótica que vivió en un pasado distante y en unas circunstancias materiales extremadamente diferentes. . . . El movimiento fundamental ya no es el programa de la derecha que pueda oponerse al de la izquierda; ahora es un espectáculo externo que sigue su curso como una enfermedad. . . . La grieta entre teoría y práctica, pensamiento y acción, se amplía; los ideales políticos ya no pueden traducirse en proyectos prácticos.”

6. Isaac Asimov y Frederick Pohl: Our Angry Earth: A Ticking Ecological Bomb (Tor, 1991) está entre los resúmenes más convincentes de esta situación desesperada. Tras demostrar lo inadecuado de las políticas actuales para resolverla, los autores proponen algunas reformas drásticas que pueden posponer las peores catástrofes; pero no es probable que tales reformas se llevaran a cabo mientras el mundo esté dominado por los intereses en conflicto de los estados-nación y las corporaciones multinacionales.

7. Para una buena cantidad de penetraciones sugestivas sobre las ventajas e inconvenientes de diferentes tipos de comunidades urbanas, pasado, presente y potencial, recomiendo dos libros: Paul y Percival Goodman: Communitas y Lewis Mumford: The City in History. El último es uno de los análisis más penetrantes y comprehensivos de la sociedad humana nunca escritos.



Fin del capítulo 4 de “El placer de la revolución” de Ken Knabb, traducción de Luis Navarro revisada por Ken Knabb. Versión original: The Joy of Revolution.

No copyright.

 
Capítulo 1: Cosas de la vida
Utopía o quiebra. “Comunismo” estalinista y “socialismo” reformista son meras variantes del capitalismo. Democracia representativa versus democracia delegativa. Irracionalidades del capitalismo. Revueltas modernas ejemplares. Algunas objeciones comunes. El incremento de la dominación del espectáculo.
Capítulo 2: Excitación preliminar
Descubrimientos personales. Intervenciones críticas. Teoría versus ideología. Evitar falsas elecciones y elucidar las verdaderas. El estilo insurreccional. Cine radical. Opresionismo versus juego. El escándalo de Estrasburgo. La miseria de la política electoral. Reformas e instituciones alternativas. Corrección política, o igualdad en la alienación. Inconvenientes del moralismo y el extremismo simplista. Ventajas de la audacia. Ventajas y límites de la noviolencia.
Capítulo 3: Momentos decisivos
Causas de las brechas sociales. Convulsiones de postguerra. Efervescencia de situaciones radicales. Autoorganización popular. Los situacionistas en mayo de 1968. El obrerismo está obsoleto, pero la posición de los trabajadores sigue siendo pivotal. Huelgas salvajes y ocupaciones. Huelgas de consumo. Lo que podía haber sucedido en mayo de 1968. Métodos de confusión y cooptación. El terrorismo refuerza el estado. El momento decisivo. Internacionalismo.
 
 

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