A la vista de todos: Observaciones sobre la elección
de Trump (2016)
La espectacular remontada de Trump (2024)
La mente colectiva contraataca: Resistencia colaborativa al fascismo trumpista (2025)
A la vista de todos
Observaciones sobre la elección de Trump
Es cierto que las tendencias populares irracionales exigen algunas veces discreción. Pero aunque puedan ser poderosas, no son fuerzas irresistibles. Contienen sus propias contradicciones. Ceñirse a alguna autoridad absoluta no es necesariamente un signo de fe en la autoridad; puede ser un intento desesperado de superar las dudas crecientes (la tensión convulsa de un asimiento que resbala). Quienes se unen a bandas y a grupos reaccionarios, o caen en cultos religiosos o histeria patriótica, están buscando también un sentido de liberación, conexión, propósito, participación, poder sobre su vida. Como Wilhelm Reich mostró, el fascismo da una expresión particularmente dramática y vigorosa a aquellas aspiraciones básicas, lo que sucede porque con frecuencia tiene un encanto más profundo que las vacilaciones, compromisos e hipocresías del progresismo y el izquierdismo. A la larga la única forma de derrotar a la reacción es presentar expresiones más francas de estas aspiraciones, y oportunidades más auténticas de cumplirlas. Cuando los asuntos básicos son forzados a salir al dominio público, las irracionalidades que florecían bajo la tapa de la represión psicológica tienden a disminuir, como los bacilos de la enfermedad expuestos a la luz del sol y el aire fresco. El placer de la revolución
La campaña de Donald Trump ha sacado a la luz algunos aspectos muy sucios de la sociedad estadounidense. No son de buen ver, pero probablemente sea mejor que estén ahí fuera donde todos podamos verlos y nadie pueda negarlos. También ha revelado algunas quejas genuinas que habían sido ignoradas y es bueno que estas, también se hayan aireado.
Los inconvenientes de la victoria de Trump son numerosos y demasiado obvios. Pero me gustaría señalar algunas posibles ventajas.
En Beyond Voting (Más allá del voto) destaqué que la campaña de Trump estaba acelerando la autodestrucción del Partido Republicano. Supuse que probablemente perdería y que entonces se desataría una amarga guerra civil sobre quién tenía la culpa, lo que les dificultaría mantenerse unidos y considerarlo como una casualidad puntual. Pero creo que su victoria será aún todavía peor para los republicanos.
Esto puede parecer algo extraño, teniendo en cuenta que los republicanos poseen ahora la Presidencia así como las dos cámaras del Congreso. Pero creo que va a ser como el conocido dicho del perro persiguiendo a un coche: ¿qué sucede si el perro realmente alcanza al coche?
Cuando el poder se reparte entre una Presidencia Demócrata y un Congreso Republicano, cada parte puede culpar a la otra de la falta de logros positivos. Pero ahora que los republicanos tienen el monopolio, no cabrán más excusas.
Imagínate que eres un político republicano. Has sido reelegido. Hasta aquí todo bien. Pero las personas que te votaron, tus colegas y tu nuevo líder lo hicieron con la idea de que iban a lograr algunas mejoras espectaculares en sus vidas. ¿Qué sucederá cuando realmente tengas que cumplir algunas de las cosas que prometiste?
Durante los últimos seis años has dado tu voto en decenas de votaciones sin sentido para revocar el Obamacare (la Ley de Protección al Paciente y Cuidado de Salud Asequible del gobierno de Obama), diciendo que querías reemplazarlo por algún plan mejor de los Republicanos. Ahora es el momento de la verdad. Si no lo derogas, tendrás a millones de personas gritando por tu traición. Si lo derogas ¿dónde está ese maravilloso plan al que de alguna manera sabías que nunca iba a llegar? Ese plan es, por supuesto, inexistente, no es más que la habitual y simple retórica de los mercados libres que conduce a precios más bajos. ¿Crees que los 22 millones de personas recién aseguradas, muchas de las cuales votaron por ti, estarán encantadas de ser privadas de su seguro Obamacare para encontrarse de nuevo en su situación anterior? Es muy impopular (y también muy complicado) deshacer los beneficios que la gente ya está acostumbrada a tener.
Por otra parte, ten en cuenta que el Obamacare es esencialmente un plan republicano (Romneycare), ligeramente modificado por Obama un tímido conjunto de parches, para responder a la grave crisis de la salud en Estados Unidos. Un programa tan torpe es comprensible que no sea muy popular. Por el contrario, los programas sociales más populares en Estados Unidos, y que llevan siéndolo durante décadas, son el Seguro Social y el Medicare (que Paul Ryan quiere ahora desmantelar). Como señaló Eisenhower: Si algún partido político intentara abolir la seguridad social, el seguro de desempleo, eliminar las leyes laborales y los programas agrícolas, no volverías a oír hablar más de ese partido en nuestra historia política. Hay un pequeño grupo disidente, por supuesto, que cree que puede hacer estas cosas. Entre ellos están algunos millonarios del petróleo de Texas, algún político o algún hombre de negocios. Su número es insignificante y son estúpidos. Ahora, al parecer su número ya no es tan insignificante en tu partido. ¿Estás listo para tirarte al precipicio con ellos?
Algunas de sus bases siguen siendo vehementemente contrarias al aborto y al matrimonio gay, pero la mayor parte del país no lo es. ¿Vas a tratar de deshacer los derechos reproductivos o la igualdad de matrimonio en todo el país? Si no, ¿vas a volver al caos de dejarlo para los Estados?
Y si hablamos de pesadillas logísticas, ¿qué hay de tu famoso muro mexicano? ¿Vas a comprometerte realmente con un proyecto tan absurdo, que no logrará nada y costará cientos de miles de millones de dólares? Y por cierto, después de haber dado a los ricos muchas más exenciones fiscales y canalizar gran parte del resto del presupuesto hacia el ya hinchado Pentágono, ¿de dónde saldrán los fondos para esos proyectos?
Lo mismo ocurre con las mejoras en infraestructuras que Trump ha prometido. Esta es una de sus pocas propuestas sensatas: aceleraría la economía y crearía millones de puestos de trabajo, lo que a su vez generaría más ingresos fiscales. Pero conseguir que se ponga en marcha, requerirá financiación del déficit, lo que va totalmente en contra de las políticas de austeridad que han sido predicadas como un evangelio por su partido durante décadas. ¿Reactivar la economía u ortodoxia partidista? ¿Por cuál de las dos opciones estás?
El racismo ha sido uno de los fundamentos clave de su partido desde que Nixon inauguró la Estrategia del Sur hace cincuenta años, pero por lo general ha sido discreta y negada. Ahora esa conexión es de dominio público. Muchos de los partidarios más fervientes de Trump ya están celebrando su victoria acosando a gente de color en su nombre. ¿Cómo vas a desmarcarte de esto?
Tu partido ya se encaminaba hacia una guerra civil entre sus componentes mutuamente contradictorios (élite financiera, tea party, neoconservadores, libertarios, reaccionarios religiosos y los pocos moderados que quedan). A esas divisiones se añaden ahora los antagonismos entre el nuevo líder y los que se oponen a él. Bush al menos tuvo el suficiente sentido común para saber que era un testaferro incompetente, y de buen grado dejó que Cheney y Rove dirigieran las cosas. Trump se cree un genio, y cualquiera que no esté de acuerdo, será añadido a su ya muy larga lista de enemigos.
También es muy imprevisible, y por esto al principio el establishment republicano le temía. Ha propuesto cosas como los límites del mandato del Congreso que los políticos republicanos no quieren en absoluto, mientras que por otro lado ahora está considerando no revocar el Obamacare, tal vez porque se ha dado cuenta de lo compleja y arriesgada que podría ser tal decisión. ¿Quién sabe en qué otras cosas avanzará o retrocederá?
Además, todo este espectáculo es de dominio público. La suavidad de Obama le permitió escapar a la responsabilidad de los crímenes de guerra, de las deportaciones masivas y todo tipo de compromisos corporativos (ni un solo banquero criminal procesado) con poca gente prestando atención a estos hechos y menos aun protestando. Esto no le sucederá al Presidente Ubú y a su administración de “cochecito de payasos” (Clown Car). El mundo entero estará observando y cada detalle será examinado y debatido. Aparecerá tan feo como lo es en realidad, y te asociarán a él para siempre. Ya no estás en el Partido Republicano, estás en el Partido de Trump. Tú lo compraste, tú lo tienes.
Si yo fuera este imaginario político republicano, no me sentiría muy seguro respecto al futuro de mi partido.
Mientras tanto, el Partido Demócrata se enfrenta a su propio ajuste de cuentas.
Los apologistas demócratas están tratando de darle las culpas a uno u otro factor en concreto: el colegio electoral, la supresión de los votantes, las campañas de terceros, el anuncio de Comey, etc. Pero estas elecciones no deberían haber sido tan ajustadas como para que alguno de esos factores tuviera importancia. Los demócratas se enfrentaban al candidato más insólito en la historia de Estados Unidos. Podía haber sido una victoria por goleada.
Con Bernie Sanders probablemente lo hubiera sido. (Una encuesta nacional postelectoral lo muestra ganando a Trump 56-44.) Era el candidato más popular en el país, mientras que el índice de aprobación de Hillary Clinton era casi tan negativo como el de Trump. Las encuestas mostraron constantemente a Bernie derrotando a Trump y a todos los demás candidatos republicanos por amplios márgenes, mientras que Hillary tenía resultados apretados contra todos e incluso perdiendo con algunos de ellos. Por otra parte, la popularidad de Bernie recortó las líneas divisorias entre los partidos, apelando no sólo a los demócratas, sino a independientes e incluso a un gran número de republicanos. Mientras Hillary cortejaba a los donantes de Wall Street y a las celebridades, Bernie estaba atrayendo a multitudes que eran diez veces más numerosas que las que ella manejaba, incluyendo a miles de jóvenes entusiastas que habrían viajado por todo el país para trabajar por él (como lo hicieron en menor medida para Obama en el 2008). Mientras Hillary estaba constantemente a la defensiva, Bernie habría tomado la ofensiva y habría dado el impulso en una dirección progresista por todo el país. Habría ganado fácilmente los tres estados de Rust Belt (Cinturón Industrial) que le costaron a Hillary la elección, probablemente también habría ganado algunos de los otros estados bisagra que perdió y hubiera sacado provecho dándole la vuelta al voto adicional en las urnas para recuperar el Senado y tal vez incluso poner el Congreso en juego.
Pero el establishment del Partido Demócrata prefirió arriesgarse a perder con un candidato leal a la maquinaria en lugar de arriesgarse a ganar con un radical independiente, cuyo movimiento podría haber desafiado sus cómodas posiciones. A pesar del hecho de que Hillary tenía un montón de antecedentes (alguno realmente malo y muchos que fácilmente podrían aparecer como tales), además de ser la perfecta encarnación de la superficial y autocomplaciente elite y defensora a largo plazo de las políticas neoliberales que habían asolado el país (especialmente en el Cinturón Industrial), sacaron toda la parafernalia para imponerla como inevitable, mientras despedían a Sanders, presuntamente, por “poco realista”.
En realidad, las soluciones supuestamente poco realistas que Sanders proponía eran apoyadas por la gran mayoría de la población. Hillary adoptó bajo presión y tardíamente versiones descafeinadas de algunas de estas propuestas, pero poca gente creyó que fuera lo suficientemente sincera como para luchar por ellas como lo habría hecho Sanders. Su campaña mayoritariamente era como lo de siempre: ¡Defiende el statu quo! ¡Tienes que votar por mí, porque mi oponente es aún peor!
No funcionó. Las entrevistas con los votantes de Trump revelan que aunque muchos de ellos eran realmente racistas, otros muchos no lo eran (gran parte de ellos había votado previamente a Obama). Pero estaban enfurecidos con el establishment político nacional, que los había abandonado y querían que alguien lo sacudiera y lo limpiara. Bernie habló a esos sentimientos, Hillary no lo hizo. Debido a que Bernie no estaba en la votación electoral, decidieron enviar un gran mensaje de que te jodan votando por el otro supuesto outsider, que al menos afirmó que haría eso. Otros muchos no fueron tan lejos, pero enviaron un mensaje similar al quedarse en casa. Otros, por supuesto, votaron por Hillary, incluyendo a la mayoría de los partidarios de Bernie; pero sin entusiasmo.
El establishment del Partido Demócrata es el responsable final de este miserable resultado. Millones de personas lo saben y ahora están tratando de averiguar qué hacer al respecto: cómo romper la maquinaria del partido, cómo separar al partido de su dependencia corporativa y transformarlo para que pueda ayudarnos ante los desafíos a los que nos enfrentamos. Les deseo lo mejor, pero no será fácil deshacerse de una burocracia tan atrincherada y corrupta, sobre todo porque muchos elementos de esa burocracia se van a presentar ahora como héroes que resisten al gobierno de Trump. Será difícil para este partido conservar un mínimo de credibilidad si no se une al menos a un programa progresista de tipo Sanders. Ese tipo de programa está lejos de ser una solución suficiente a las crisis globales a las que nos enfrentamos, pero al menos podría afirmar que es un paso en la dirección correcta. Cualquier cosa menor será una farsa.
Mientras tanto, con el monopolio del control de los republicanos sobre el gobierno, incluso aquellos que normalmente se centran en la política electoral deben darse cuenta de que durante algún tiempo, la principal lucha estará fuera de los partidos y fuera del gobierno. Serán acciones participativas de base o nada.
Durante las próximas semanas y meses se desarrollarán nuevos movimientos de protesta y resistencia respondiendo a esta estrafalaria y aún muy impredecible nueva situación. En este punto es difícil predecir qué formas tomarán tales movimientos, excepto notar que casi todos parecen reconocer que nuestra prioridad número uno será defender a los negros, latinos, musulmanes, LGBT y otros más directamente amenazados por el nuevo régimen.
Pero también tendremos que defendernos a nosotros mismos. El primer paso para resistir a este régimen es evitar dejarse atrapar demasiado por él siguiendo obsesivamente las últimas noticias sobre él y reaccionando impulsivamente ante cada nuevo ultraje. Este tipo de consumo compulsivo de los medios fue una parte de lo que inicialmente nos llevó a esta situación. Tratemos este espectáculo de payasos con el desprecio que merece y no olvidemos las cosas fundamentales que todavía cuentan: elegir nuestras batallas, pero también continuar alimentando las relaciones personales y las actividades creativas que hacen que la vida valga la pena. De lo contrario, ¿qué defenderemos?
En última instancia, tan pronto como nos recuperemos del shock, tendremos que volver a la ofensiva. Ya teníamos que enfrentarnos a severas crisis globales durante las próximas décadas. Tal vez este desastre nos sacudirá para unirnos y abordar estas crisis más pronto y más sinceramente de lo que lo haríamos de otra manera, con menos ilusiones sobre la capacidad del sistema existente para salvarnos.
BUREAU OF PUBLIC SECRETS
16 de noviembre, 2016
La espectacular remontada de Trump
La segunda elección de Trump fue sorprendentemente similar a la primera.
Cuando reviso el artículo anterior que escribí hace ocho años, me parece
que prácticamente todo lo que dije allí sigue siendo válido.
El Partido Demócrata no pareció aprender nada de su primera derrota ante Trump. Consiguió derrotarle por los pelos en 2020 (una tarea no demasiado difícil, teniendo en cuenta que el país estaba sumido en el caos económico y que cientos de miles de personas habían muerto innecesariamente debido a la despistada falta de respuesta de Trump a la crisis de Covid) y oímos hablar mucho de cómo Biden era “el presidente más progresista desde Franklin Roosevelt.” Pero los programas de Biden que se alababan eran una mezcolanza de retoques que pocos votantes conocían.
Algo que habría llamado la atención de todo el mundo habría sido el aumento del salario mínimo, pendiente desde hace tiempo. Este aumento cuenta con el apoyo de amplias mayorías en todo el país, incluso en los estados republicanos. Pero los demócratas no sólo no aprobaron esa subida, sino que ni siquiera la sometieron a votación (lo que habría obligado a los políticos republicanos a enfrentarse a la ira de sus electores si constaba que habían votado en contra). Una medida tan simple y obvia habría desagradado a los donantes ricos de los demócratas, por lo que se consideró “poco realista” y se descartó el primer día del gobierno de Biden.
Es sólo un ejemplo. Podrían decirse cosas similares de muchas otras cuestiones que los demócratas no abordaron, o abordaron de forma inepta. Como dijo Bernie Sanders:
No debería sorprendernos que un Partido Demócrata que ha abandonado a la clase trabajadora descubra que la clase trabajadora le ha abandonado a él. . . . ¿Aprenderán los grandes intereses económicos y los asesores bien pagados que controlan el Partido Demócrata alguna lección real de esta desastrosa campaña? ¿Comprenderán el dolor y la alienación política que decenas de millones de estadounidenses están experimentando? ¿Tendrán alguna idea de cómo podemos enfrentarnos a la cada vez más poderosa Oligarquía, que tiene tanto poder económico? Probablemente no.
El único nuevo factor significativo, el genocidio en curso en Gaza, puede o no haber tenido un efecto decisivo en los resultados electorales, pero definitivamente tuvo un efecto amortiguador en la moral de la campaña. Es difícil entusiasmarse de todo corazón cuando tu propio partido ni siquiera pide un alto el fuego, y mucho menos cuando sigue canalizando activamente miles de millones de dólares en armamento adicional para un gobierno que asesina a sangre fría a decenas de miles de civiles y destruye los hogares y las infraestructuras de otros dos millones.
Se han evocado muchos otros factores para explicar la derrota: la misoginia generalizada que hace que a la gente le resulte más difícil imaginar a una mujer presidenta (especialmente a una mujer negra); el hecho de que, debido a la inflación post-Covid, fuera un año muy contrario a los candidatos titulares en las elecciones de todo el mundo; el hecho de que el patético ministro de justicia de Biden, Merrick Garland, esperara casi dos años antes de nombrar un consejo especial para investigar la complicidad de Trump en el asalto al Capitolio del 6 de enero de 2021; el hecho de que el hombre más rico del mundo gastara 44.000 millones de dólares en comprar la plataforma de debate político más extensa del mundo y la remodelara para favorecer a Trump; el hecho de que muchas personas parecen estar psicológicamente predispuestas a unirse a líderes autoritarios (fenómeno que Wilhelm Reich examinó en La psicología de masas del fascismo). Otros han señalado diversos fallos en la campaña demócrata, y ciertamente hubo muchos. Sin entrar en detalles, puede decirse que la campaña de Kamala Harris, al igual que la de Hillary Clinton hace ocho años, se limitó en su mayor parte a lo de siempre: “¡Defiende el statu quo! ¡Tienes que votarme porque mi oponente es aún peor!”
Por encima de todo eso, ha habido un comprensible asombro de que tanta gente pudiera siquiera soñar con votar a una persona tan repugnante y despreciable, independientemente de lo decepcionada que pudiera estar con los demócratas.
Me parece que la razón principal es bastante simple y obvia. Fox News y otros medios de comunicación financiados por multimillonarios llevan décadas produciendo propaganda reaccionaria 24 horas al día, 7 días a la semana, sin apenas competencia. No es de extrañar que millones de personas hayan sido condicionadas a odiar a los liberales y las ideas liberales, por no hablar de las radicales. Como descubrieron los nazis, si sigues repitiendo las mismas mentiras una y otra vez, machacando los mismos mensajes en las cabezas de la gente día tras día, una parte significativa de ella acabará creyéndoselos -- especialmente si esos mensajes atienden a sus frustraciones y resentimientos, como que algún chivo expiatorio seleccionado es la causa de todos sus problemas y que algún magnífico líder se ocupará de todo por ella.
Más concretamente, no es tanto que la gente crea necesariamente todas esas mentiras, sino que la repetición constante acaba borrando cualquier sentido crítico, cualquier sentido de la realidad objetiva que pueda contradecir su mentalidad condicionada. Ni siquiera tienen que ser siempre las mismas mentiras; puede ser más eficaz saturar al público con mentiras siempre cambiantes. De lo que se trata es de suscitar turbulencias constantes, ansiedad, miedo, indignación, sin ideología ni programa fijos, para que el Líder se convierta en el único punto de referencia “fiable” para sus seguidores. Trump es un mentiroso tan patológico que suele engañar incluso cuando no hay motivo para ello. Registró más de 30.000 mentiras documentadas durante su primera administración, y no ha bajado el ritmo desde entonces. Sin embargo, cuando se señalan sus mentiras, la mayoría de sus partidarios simplemente las ignoran o se encogen de hombros calificándolas de “fake news”. Intentar responder racionalmente a este tipo de irracionalidad masiva es en sí mismo irracional. Trump no es muy listo, pero ha conseguido aprender una lección clave de uno de sus principales modelos: “Poco importa que nuestros adversarios se burlen de nosotros o nos insulten, que nos representen como payasos o criminales; lo esencial es que hablen de nosotros, que se preocupen por nosotros” (Hitler).
Este estilo tosco y anticuado de bombardeo propagandístico sigue funcionando, pero ahora es algo así como una excepción. A medida que la sociedad moderna se ha ido “espectacularizando”, las formas de condicionamiento se han vuelto más complejas, más sutiles y más omnipresentes:
La dominación espectacular ha conseguido criar a toda una generación amoldada a sus leyes. . . . El espectáculo se asegura de que la gente no sea consciente de lo que está ocurriendo o, al menos, de que olvide rápidamente aquello de lo que haya podido ser consciente. . . . El flujo de imágenes se lo lleva todo por delante, y siempre es otro el que controla este resumen simplificado del mundo perceptible, el que decide adónde conducirá el flujo, el que programa el ritmo de lo que se muestra en una serie interminable de sorpresas arbitrarias que no deja tiempo para la reflexión, aislando lo que se presenta de su contexto, su pasado, sus intenciones y sus consecuencias. (Guy Debord, Comentarios sobre la sociedad del espectáculo)
En la era digital, esta evolución se ha hecho cada vez más evidente, pero suele entenderse sólo superficialmente, como si por alguna oscura razón la gente simplemente se hubiera vuelto cada vez más adicta a los medios de comunicación. El “espectáculo”, tal y como Debord utiliza el término, no es sólo una cuestión de imágenes en la televisión o en los ordenadores; es una forma de entender el sistema social en el que nos encontramos:
El espectáculo no es una colección de imágenes; es una relación social entre personas que está mediada por imágenes. . . . El espectáculo se presenta como una vasta realidad inaccesible que nunca puede ser cuestionada. La aceptación pasiva que exige ya viene impuesta de hecho por su monopolio de las apariencias, su manera de aparecer sin permitir réplica alguna. . . . El espectáculo es capaz de someter a los seres humanos a sí mismo porque la economía ya los ha subyugado totalmente. No es otra cosa que la economía desarrollándose para sí misma. . . . El espectáculo es la etapa en la que la mercancía ha conseguido ocupar totalmente la vida social. La mercantilización no es sólo visible, ya no vemos otra cosa; el mundo que vemos es el mundo de la mercancía. (La sociedad del espectáculo)
No son solo los votantes de Trump; todos vivimos en este mismo mundo mercantilizado y espectacularizado. Un mundo en el que todo se ha reducido a dólares y céntimos; en el que estamos alienados de nuestras actividades, de nuestro entorno y de los demás; en el que la vida real se sustituye por fantasías e ilusiones producidas en masa; en el que se publicitan divisiones falsas y se disfrazan divisiones reales.
Como señaló vivamente el movimiento Occupy, la verdadera división en esta sociedad no es entre demócratas y republicanos, o liberales y conservadores, sino entre el 1% que realmente posee y controla prácticamente todo y el otro 99% de la población. (Es sólo un eslogan práctico: las cifras reales son más bien como 0,01% y 99,99%. Hay un dos o tres por ciento adicional que posee una riqueza considerable y se las arregla para vivir en el pseudolujo, pero está lejos de ejercer ningún poder serio sobre el sistema en su conjunto.) Una minoría tan pequeña se vería inmediatamente desbordada si no hubiera conseguido embaucar a una gran parte de la población para que se identificara con ella, o al menos para que diera por sentado su sistema; y sobre todo para que se dejara manipular y culpara de sus problemas a los demás en lugar de mirar al sistema en su conjunto. En Estados Unidos, esta pequeña minoría es propietaria de los dos principales partidos políticos y de la mayoría de los medios de comunicación y, por tanto, puede determinar qué opciones políticas se presentan a las masas y cuáles no. Por supuesto, hay cierto margen de maniobra. La gente puede proponer ideas alternativas, pero esas ideas se tachan de “poco realistas” y se ignoran en gran medida. Los dos partidos pueden presentar políticas significativamente diferentes, pero nunca nada que desafíe la configuración básica. Lo esencial es preservar el sistema económico existente, en el que la inmensa mayoría de la gente está atrapada en una interminable lucha por la supervivencia, trabajando para pagar las mercancías que necesita o que ha sido condicionada a desear, mientras mantiene la ilusión de que sus votos manipulados a unos pocos representantes seleccionados cada pocos años equivalen a “democracia”.
El último resultado de este espectáculo pseudodemocrático es que, tras más de un año de incesante cotorreo de campaña, que ha costado miles de millones de dólares y monopolizado la atención de la gente en todo el mundo, 77 millones de personas de un país supuestamente moderno y alfabetizado han optado por reelegir a un hombrecillo enfermo y desesperado que ya ha sido condenado por múltiples delitos graves y acusado de muchos más (incluso por traición); un hombre despiadado que ha amenazado abiertamente con vengarse de prácticamente todo aquel que no esté totalmente de su parte; un hombre vanidoso que se ha rodeado de aduladores aún menos capaces de contenerle que los de su anterior administración; un hombre con tales delirios de grandeza que nunca admite un error, con una notable excepción: ha dicho que durante su primer mandato cometió el error de ser demasiado amable.
Como dije hace ocho años (dirigiéndome a un político republicano imaginario):
Vuestro partido ya se encaminaba hacia una guerra civil entre sus componentes mutuamente contradictorios (élite financiera, tea party, neoconservadores, libertarios capitalistas [partidistas del libertarismo capitalista], reaccionarios religiosos y los pocos moderados que quedan). A esas divisiones generales se añaden ahora los antagonismos entre el nuevo Líder y los que se oponen a él. Bush al menos tuvo el suficiente sentido común para saber que era un testaferro incompetente, y de buen grado dejó que Cheney y Rove dirigieran las cosas. Trump se cree un genio, y cualquiera que no esté de acuerdo será añadido a su ya muy larga lista de enemigos. . . . Y todo este espectáculo es tan público. La personalidad suave y genial de Obama le permitió salirse con la suya con crímenes de guerra, deportaciones masivas y todo tipo de compromisos corporativos (ni un solo banquero criminal procesado) con poca gente prestando atención y menos aún protestando. Este no será el caso con el Presidente Ubú y su administración del Coche de Payasos. El mundo entero estará observando, y cada detalle será escudriñado y debatido. Va a parecer tan feo como lo es en realidad, y usted va a quedar para siempre empañado por la asociación. Ya no está en el Partido Republicano, está en el Partido Trump. Lo ha comprado, le pertenece.
No debemos olvidar lo inepta y llena de contradicciones que es toda esta farsa. Apenas tres semanas después de las elecciones, algunos de los multimillonarios que financiaron a Trump ya han expresado fuertes objeciones a sus políticas erráticas que podrían hacer tambalear el barco económicamente, y los nombramientos propuestos por su gabinete son tan ridículamente idiotas que incluso algunos congresistas republicanos se han quedado perplejos. Cada vez va a ser más difícil distinguir las últimas noticias de el programa satírico de televisión “Saturday Night Live”.
Al mismo tiempo, debemos tener en cuenta que algunas de estas payasadas pueden ser intencionadas. Sus nominaciones más escandalosas pueden funcionar como pararrayos que canalicen la ira y la atención, haciendo que los nominados de reemplazo parezcan más normales y aceptables.
Si hay algo consolador en esta situación, es darse cuenta de cuántos de nosotros estamos juntos en esto. A pesar de esta enorme mancha republicana en el mapa electoral nacional, el voto total fue prácticamente un empate; es sólo el colegio electoral y la sobreconcentración de votos liberales en las grandes ciudades lo que hace que el resultado geográfico parezca tan abrumador. 49% a 48% no es una “victoria aplastante” ni un “mandato”; ni siquiera es una mayoría. Hay más ciudadanos en contra de Trump que a favor, aunque muchos de ellos no hayan votado (o se les haya impedido votar, o lo hayan hecho pero no se haya contabilizado su papeleta). E incluso los que votaron por él no están todos de acuerdo con todas sus políticas (varios estados republicanos aprobaron simultáneamente aumentos del salario mínimo y leyes de acceso al aborto).
Algunos de los estados democráticos ya están intentando “blindarse contra Trump”, implementando medidas legales para proteger a los inmigrantes, el acceso al aborto, políticas medioambientales, etc. Tarde o temprano entrarán en conflicto legal con el Gobierno nacional. Los políticos demócratas tenderán naturalmente a rehuir cualquier ilegalidad manifiesta, pero puede que se vean obligados a ello por la presión popular. Ya tenemos ciudades santuario; ¿tendremos estados santuario? California, Nueva York y los demás estados democráticos representan más de la mitad de la economía nacional, y sus impuestos llevan mucho tiempo subvencionando a los estados republicanos del resto del país. Será interesante ver cómo se desarrolla esta lucha de poder político-económico si llega a producirse. Lo más probable es que los políticos vacilen y la gente se haga cargo de proyectos que los gobiernos estatales no quieren -- quizá la creación de redes clandestinas para proteger a los inmigrantes, por ejemplo.
Hay tantas posibilidades que no tengo ni idea de adónde conducirá esta situación, y dudo que nadie más la tenga. Millones de personas han compartido todo tipo de respuestas a la conmoción, debatiendo sobre lo que salió mal y ofreciendo sugerencias sobre la mejor manera de responder, política o personalmente. Me ha impresionado y animado lo reflexivas y pertinentes que son muchas de ellas. Algunas pueden ser bastante ingenuas, otras pueden contradecirse, pero eso no me preocupa demasiado. Hay espacio para todo tipo de proyectos, grandes o pequeños, y todo tipo de tácticas, moderadas o radicales. La gente irá discerniendo qué cosas funcionan y cuáles no.
Creo que mis tres últimos párrafos siguen siendo pertinentes:
Durante las próximas semanas y meses se desarrollarán nuevos movimientos
de protesta y resistencia respondiendo a esta extraña y todavía muy
impredecible nueva situación. En este punto es difícil predecir qué
formas tomarán tales movimientos, excepto notar que casi todos parecen
reconocer que nuestra prioridad número uno será defender a los negros,
latinos, musulmanes, LGBTQ y otros más directamente amenazados por el
nuevo régimen.
Pero también tendremos que defendernos a nosotros mismos. El
primer paso para resistir a este régimen es evitar dejarse atrapar
demasiado por él — siguiendo obsesivamente las últimas noticias sobre él
y reaccionando impulsivamente ante cada nuevo atropello. Este tipo de
consumo compulsivo de los medios de comunicación fue parte de lo que
condujo a esta situación en primer lugar. Tratemos este espectáculo de
payasos con el desprecio que se merece y no olvidemos las cosas que
siguen siendo fundamentales: elegir nuestras batallas, pero también
seguir alimentando las relaciones personales y las actividades creativas
que hacen que la vida valga la pena. De lo contrario, ¿qué estaremos
defendiendo?
En última instancia, tan pronto como nos recuperemos del
shock,
tendremos que volver a la ofensiva. Ya íbamos a tener que hacer frente a
graves crisis mundiales durante las próximas décadas. Tal vez este
desastre nos sacudirá para unirnos y abordar estas crisis más pronto y
con más entereza de lo que lo habríamos hecho de otra manera, y con
menos ilusiones sobre la capacidad del sistema existente para salvarnos.
La gran diferencia es que ahora han pasado ocho años. A la humanidad se le acaba el tiempo, y el genio al mando durante los próximos cuatro años piensa que el cambio climático es un engaño. Como dice Greta Thunberg: “Nuestra civilización está siendo sacrificada por la oportunidad de un número muy pequeño de personas de seguir ganando enormes cantidades de dinero”. Pero, ¿cómo vamos a detenerlas si seguimos aceptando la inevitabilidad de un sistema económico que, para empezar, ha hecho posible un desequilibrio de poder tan demencial?
KEN KNABB
26 de noviembre, 2024
La mente colectiva contraataca
— Resistencia colaborativa al fascismo trumpista —
Al comienzo de la pandemia del coronavirus en 2020, señalé:
Es la primera vez en la historia que un evento tan trascendental ha tenido lugar siendo consciente de ello prácticamente todo el mundo en el planeta al mismo tiempo. Y se está desarrollando mientras gran parte de la humanidad se ve obligada a quedarse en casa, donde difícilmente puede evitar reflexionar sobre la situación y compartir sus reflexiones con los demás. [...] Millones de personas están utilizando esta pausa para investigar y criticar los fiascos del sistema, y lo hacen en un momento en que prácticamente todos los demás están obsesionados con lo mismo. Creo que este primer debate mundial sobre nuestra sociedad es potencialmente más importante que la crisis particular que lo desencadenó. [...] Tenemos que ser conscientes de lo que está sucediendo, de que lo que pasa dentro de nosotros y entre nosotros contiene más promesas que todos los absurdos dramas políticos que estamos observando tan atentamente. [Una pausa preñada: Consideraciones sobre la crisis del coronovirus]
Cinco años después, nos encontramos en medio de otra crisis que nos ha impactado de forma aún más dramática que la anterior. Esta nueva crisis también ha provocado un amplio debate sobre nuestra sociedad, pero hay dos diferencias clave: en lugar de ser un desastre natural inesperado que afecta a todo el mundo, se trata de una crisis política provocada intencionadamente en un solo país (con el resto del mundo mirando con perplejidad y horror); y la respuesta popular ha sido mucho más activa y participativa.
Tres semanas después de la segunda elección de Trump, escribí:
El último resultado de este espectáculo pseudodemocrático es que, tras más de un año de incesante cotorreo de campaña, que ha costado miles de millones de dólares y monopolizado la atención de la gente en todo el mundo, 77 millones de personas de un país supuestamente moderno y alfabetizado han optado por reelegir a un hombrecillo enfermo y desesperado que ya ha sido condenado por múltiples delitos graves y acusado de muchos más (incluso por traición); un hombre despiadado que ha amenazado abiertamente con vengarse de prácticamente todo aquel que no esté totalmente de su parte; un hombre vanidoso que se ha rodeado de aduladores serviles aún menos capaces de contenerle que los de su anterior administración; un hombre con tales delirios de grandeza que nunca admite un error, con una notable excepción: ha dicho que durante su primer mandato cometió el error de ser demasiado amable. [La espectacular remontada de Trump]
Tras algunas especulaciones sobre lo que podría deparar el futuro, llegué a la siguiente conclusión:
Hay tantas posibilidades que no tengo ni idea de adónde conducirá esta situación, y dudo que nadie más la tenga. Millones de personas han compartido todo tipo de respuestas a la conmoción, debatiendo sobre lo que salió mal y ofreciendo sugerencias sobre la mejor manera de responder, política o personalmente. Me ha impresionado y animado lo reflexivas y pertinentes que son muchas de ellas. Algunas pueden ser bastante ingenuas, otras pueden contradecirse, pero eso no me preocupa demasiado. Hay espacio para todo tipo de proyectos, grandes o pequeños, y todo tipo de tácticas, moderadas o radicales. La gente irá discerniendo qué cosas funcionan y cuáles no.
Y así lo ha estado haciendo.
Durante las primeras semanas, como casi todo el mundo, me sorprendió la rapidez y el descaro con que el nuevo régimen llevó a cabo acciones ilegales, maníacas e incluso fascistas. Cada día nos enfrentábamos a nuevas atrocidades y locuras, todo sucedía tan rápido que era difícil seguir el ritmo. Pero casi inmediatamente hubo muchas respuestas populares, que iban desde grandes manifestaciones nacionales hasta acciones más pequeñas y específicas en todo tipo de ámbitos.
Mientras seguía los acontecimientos, preguntándome si podría escribir algo más, descubrí que prácticamente todos los hechos sobre los que pensaba llamar la atención ya se habían convertido en dominio público, y que prácticamente todas las ideas que se me ocurrían ya habían sido expresadas por otros.
Pero al observar el proceso en su conjunto, me llamó la atención cómo estas acciones eran publicitadas y discutidas en tiempo real por las personas que participaban en ellas; y cómo muchas de esas personas llevaban a cabo esas acciones con poco o ningún liderazgo externo; y cómo la multitud de ideas diferentes se filtraban y clasificaban espontáneamente en tácticas y proyectos coherentes.
Al igual que en otras crisis sociales, el primer impulso de muchas personas fue buscar figuras públicas que les explicaran lo que estaba pasando y les dijeran qué había que hacer al respecto. Y, de hecho, encontraron y compartieron diversas fuentes de ideas e información que consideraban creíbles y útiles. Pero a medida que las comunicaciones circulaban, muchos de ellos comenzaron a participar más activamente, aportando sus propias ideas y, en algunos casos, poniéndolas en práctica. Y en medio de este flujo de ideas, acciones e interacciones, se produjo una especie de supervivencia del más apto: surgieron ciertas ideas y tácticas que eran tan claramente adecuadas que miles o incluso millones de personas las reconocieron y pusieron en práctica casi de inmediato. No al unísono, como soldados, sino como grupos flexibles de personas que mantenían sus propios puntos de vista y estilos diversos mientras cooperaban en proyectos conjuntos o paralelos.
Esto me llevó a pensar en el concepto de «mente colmena». Por supuesto, ese término se acuñó originalmente para describir el sentido colectivo instintivo que parecen tener los insectos sociales, como las abejas y las hormigas; pero, por extensión, también ha pasado a referirse a las redes humanas en las que las personas parecen manifestar una especie de inteligencia colectiva que surge de las redes compartidas de información e ideas.
Wikipedia (en sí misma un espléndido ejemplo de inteligencia compartida) señala que la mente colmena tiene varias connotaciones bastante diferentes. Lo que estoy hablando aquí definitivamente no es «pensamiento grupal» (donde las personas están programadas para pensar todas igual). Se corresponde aproximadamente con inteligencia colaborativa. A diferencia de la «inteligencia colectiva», en la que suele haber un coordinador central, la inteligencia colaborativa está descentralizada. Aunque el proceso puede ser aproximado y aparentemente caótico, el resultado neto de innumerables experiencias, interacciones y debates individuales a veces permite a las masas llegar a conclusiones prácticas (esto funciona, aquello no) sin procedimientos formales de toma de decisiones ni directivas de arriba.
Durante las últimas tres décadas, estas redes se han ampliado y acelerado enormemente gracias al desarrollo de Internet y las diversas formas de redes sociales, donde las ideas y la información pueden compartirse casi instantáneamente con millones de personas en todo el mundo. Entre otras cosas, han facilitado movimientos sociales radicales como la Primavera Árabe y Occupy.
Me parece que hemos visto mucha inteligencia colaborativa en las diversas acciones contra Trump durante los últimos doce meses. A continuación menciono solo algunos ejemplos. Obsérvese que, en la mayoría de estos casos, la autoorganización espontánea de las masas ha sido más importante que la función coordinadora de las organizaciones nacionales. Prácticamente no hay líderes significativos. Es posible que haya algunos políticos y famosos que aparezcan en las noticias por expresar su opinión, o algunos expertos o analistas destacados a los que la gente recurre en busca de información o sugerencias, pero en realidad no están liderando a nadie. La gente los compara y contrasta, elige a los que considera más útiles y fiables e ignora a los demás. Los verdaderos «animadores» de la mayoría de las acciones suelen ser grupos informales de voluntarios formados por gente corriente que actúan como poco más que personas de contacto. Si se visitan sus sitios web, suelen animar a buscar a otras personas o grupos en las comunidades locales y a participar en los proyectos que resulten atractivos. Excepto por el acuerdo prácticamente unánime de mantener la no violencia, no hay reglas y todo el mundo es bienvenido, independientemente de sus opiniones, siempre que se oponga al régimen de Trump (o incluso solo a algunos aspectos de ese régimen).
Las protestas «No Kings». Congregando a 5 millones de personas (14 de junio) y luego 7 millones (18 de octubre) en más de 2000 pueblos y ciudades de todo el país, estas fueron las manifestaciones masivas más grandes de la historia de Estados Unidos. Fueron iniciadas o apoyadas por una coalición de más de doscientas organizaciones nacionales, pero las concentraciones reales se han organizado en su mayoría de forma local y autónoma. Mientras que muchas otras protestas se han centrado en cuestiones concretas, estas grandes concentraciones han funcionado como concentraciones inclusivas, terrenos en los que personas, grupos, cuestiones y perspectivas diversas pueden reunirse, debatir y compartir experiencias. También sirven para contrarrestar los sentimientos de aislamiento e impotencia que el régimen intenta fomentar, y la seguridad que proporciona el número de participantes tranquiliza a la gente, que sabe que puede participar sin demasiado riesgo. (La mente colectiva es prácticamente imposible de vigilar, controlar o cooptar).
Apoyo a los inmigrantes y acciones contra el ICE. [I.C.E. = Servicio de Control de Inmigración y Aduana] Esta cuestión ha dado lugar a tensas confrontaciones en muchos frentes. A nivel nacional, se han emprendido acciones legales contra el secuestro y la deportación de inmigrantes (documentados o no), incluso al centro de tortura de El Salvador. A pesar de las inclinaciones conservadoras de muchos jueces federales (muchos de los cuales fueron nombrados por Bush o Trump), casi siempre han fallado en contra de las acciones del régimen de Trump, a menudo añadiendo reprimendas mordaces por la mala fe de los argumentos legales del régimen y por sus repetidos incumplimientos de las órdenes judiciales. Mientras tanto, los gobiernos estatales y locales demócratas y diversas organizaciones de justicia social han respondido con apoyo legal y logístico; las comunidades locales han tendido la mano con todo tipo de acciones improvisadas para ayudar y tranquilizar a sus amigos y vecinos inmigrantes tanto como han podido, modestamente pero a su manera; y, por último, pero no por ello menos importante, miles de personas han vigilado valientemente las acciones del ICE, han organizado formas de advertir a la gente de la presencia del ICE e incluso han maniobrado para bloquear o ralentizar los vehículos del ICE, arriesgándose a ser detenidos por sus acciones supuestamente ilegales (como si el secuestro no fuera un delito mucho más grave). Véanse, por ejemplo, estos dos artículos: La represión de la inmigración inspira una resistencia única en Chicago que ahora es un modelo para otras ciudades y Otra ciudad impertérrita: Charlotte defiende la democracia y la decencia.
Las protestas de Gaza. Los continuos asesinatos en masa en Gaza durante los últimos dos años han conmocionado a millones de personas y han hecho que la mayoría de la población estadounidense pase de su anterior apoyo automático a Israel a una indignación generalizada contra este país. Pero hay que tener en cuenta que, aunque la gran mayoría de los estadounidenses (incluida la mayoría de los judíos estadounidenses y la gran mayoría de los votantes demócratas) se opone ahora al genocidio de Gaza, la mayoría de los políticos demócratas sigue sometido al AIPAC (el poderoso lobby proisraelí), lo que constituye un ejemplo flagrante de la desconexión entre las masas populares y la clase política que pretende representarlas.
Las protestas «Tesla Takedown». Estas aprovecharon el hecho de que una serie concreta de atropellos —el acceso a registros públicos y el destrozo de servicios públicos por parte del «Departamento de Eficiencia Gubernamental», no elegido y que no rinde cuentas— podían personalizarse, ya que estaban liderados por la persona más rica del mundo. Los boicots y las manifestaciones en los concesionarios de Tesla en Estados Unidos y en todo el mundo hicieron caer las ventas y la valoración bursátil de Tesla, lo que llevó a Elon Musk a retirarse de Washington y a su ruptura (temporal) con Trump. Aunque Musk es tan rico que nada de eso le importaba mucho desde el punto de vista financiero, parecía que los manifestantes habían ganado esa batalla: es muy inusual ver cómo las acciones de la gente corriente repercuten directamente en una gran empresa.
Los boicots por Jimmy Kimmel. La mayoría de los boicots nunca llegan a cuajar y, cuando lo hacen, suele ser el resultado de meses de planificación y publicidad, tratando de convencer a las masas de que, entre tantos temas que reclaman atención, ese tema en concreto merece su apoyo. Pero cuando el régimen de Trump presionó a Disney+/Hulu para que retirara el popular programa de televisión de Jimmy Kimmel, mucha gente se enfureció tanto que, de forma independiente e inmediata, canceló sus suscripciones y se lo hizo saber a todo el mundo, lo que inspiró a miles de personas a hacer lo mismo, y así sucesivamente. En menos de una semana, más de 3 millones de clientes cancelaron sus suscripciones a Disney+/Hulu, las dos empresas cedieron y Kimmel volvió a la pantalla con índices de audiencia más altos que nunca. Véase el artículo de Wikipedia Suspensión de Jimmy Kimmel Live!
Los archivos Epstein. Este tema en particular ha molestado incluso a muchos de los seguidores de Trump, ya que parte de la propaganda que les han estado vendiendo durante años era que los políticos demócratas figuraban en los archivos Epstein y que, supuestamente, Trump los iba a sacar a la luz una vez que volviera al cargo. Cuando la nueva administración Trump se negó a publicar esos archivos (porque el propio Trump estaba íntimamente relacionado con Epstein), los seguidores de Trump tuvieron muchas dificultades para asimilarlo. Al darse cuenta de este punto débil, los detractores de Trump publicitaron y satirizaron el tema en cada ocasión. A mediados de noviembre, este tema finalmente superó la obstrucción del Congreso republicano y parece estar acelerando drásticamente el colapso de la coalición MAGA.
No violencia. Salvo algunos incidentes aislados de vandalismo (si es que se puede llamar violencia), todos estos movimientos han sido totalmente pacíficos. En el contexto actual, las acciones violentas son tan obviamente contraproducentes que casi todo el mundo las reconoce como obra de provocadores (o posiblemente de unos pocos radicales irreflexivos que no han considerado los efectos reales de sus acciones).
Humor. Las protestas siempre han incluido carteles y consignas satíricas, pero rara vez en tal medida como ahora. El tipo de Portland que se le ocurrió aparecer con un disfraz de rana inspiró a muchos otros en todo el país a hacer lo mismo, una forma divertida y eficaz de socavar la afirmación del régimen de que los manifestantes anti-Trump son delincuentes peligrosos y violentos y que las grandes ciudades están siendo destruidas por insurrecciones caóticas. Sin embargo, hay que admitir que las diatribas y autoglorificaciones de Trump son tan delirantes que es difícil que cualquier sátira pueda seguirle el ritmo. De hecho, a menudo es difícil distinguir entre lo que es sátira y lo que es realidad.
Autocuidado. Desde el principio se difundió ampliamente un consejo sencillo pero valioso: tómatelo con calma. No te culpes, no te exijas demasiado y no te sobrecargues hasta el punto de acabar abandonando. Elige unos cuantos proyectos factibles que te resulten especialmente atractivos, sin dejar de hacer lo que tienes que hacer para cuidar de ti mismo y de tus seres queridos y llevar una vida lo más humana posible dadas las circunstancias.
Se podrían mencionar muchas otras atrocidades y absurdos, cualquiera de los cuales en épocas anteriores habría acaparado los titulares durante semanas y habría provocado la dimisión avergonzada de los responsables. Aquí, por ejemplo, está solo el párrafo inicial de uno de los boletines diarios informativos de Heather Cox Richardson:
El presidente de la Cámara de Representantes, Mike Johnson (republicano por Luisiana), sigue intentando achacar a los demócratas la próxima catástrofe que supondrá el agotamiento de los fondos del Programa de Asistencia Nutricional Suplementaria (SNAP). Pero con el Departamento de Agricultura de los Estados Unidos sentado sobre 6000 millones de dólares en fondos que el Congreso asignó precisamente para tal eventualidad, el Tesoro encontrando 20 000 millones de dólares para apoyar al aliado de Trump, Javier Milei, en Argentina, Johnson negándose a convocar una sesión ordinaria de la Cámara para negociar el fin del cierre del Gobierno, y el presidente Donald J. Trump exigiendo 230 millones de dólares en daños y perjuicios a los contribuyentes estadounidenses, demoliendo el ala este de la Casa Blanca para construir un salón de baile chapado en oro que eclipsará a la Casa Blanca actual, y viajando a Asia, donde los líderes surcoreanos lo cortejaron regalándole una corona de oro y sirviéndole brownies cubiertos con oro comestible, culpar a los demócratas de cualquier déficit de financiación es difícil de vender. [30 de octubre de 2025]
Ha sido difícil mantenerse al día. Uno de los principales problemas a los que nos enfrentamos es el hecho de que nos vemos obligados a afrontar tantas cuestiones diferentes. Lo que estamos viviendo es tan vasto y confuso, y cambia tan rápidamente, que nadie puede pretender comprenderlo todo, y mucho menos presentar un relato exhaustivo al respecto. No estoy proponiendo la «mente colectiva» como un concepto teórico innovador que lo explique todo. Es simplemente una imagen vívida y humorística diseñada para llamar la atención de la gente sobre lo que ella misma ya está haciendo.
Llámese como se llame, el actual movimiento anti-Trump ha atraído a millones de personas y ha dado lugar espontáneamente a todo tipo de buenos proyectos y tácticas. No me importa si son moderadas o radicales, lo que me importa es que la gente se está involucrando y haciendo lo mejor que puede. La conciencia política y el compromiso político se están extendiendo a millones de personas que antes eran relativamente apolíticas. Puede parecer bastante trivial firmar unas cuantas peticiones o asistir a unas cuantas manifestaciones mientras otros son arrestados o deportados, pero eso es más de lo que solía hacer la mayoría de la gente. Y una vez quemeten un dedo en el agua, pueden decidir adentrarse más y empezar a nadar.
Una indicación de esta conciencia generalizada es que, al escribir este artículo, no tengo que describir ni explicar mucho. La mayoría de los asuntos que he mencionado ya son ampliamente conocidos y, en muchos casos, bastante bien comprendidos. De hecho, la mayor parte de lo que digo aquí es solo una paráfrasis de puntos que innumerables personas ya han planteado o, como máximo, una sugerencia de algunos contextos más amplios que pueden ayudarles a comprender mejor lo que ya están haciendo. Eso es lo que querían decir los situacionistas cuando afirmaban: «Nuestras ideas están en la mente de todos».
* * *
Aunque la mayoría de las personas que participan en acciones contra Trump son muy conscientes de muchos de los defectos del Partido Demócrata, creo que se puede afirmar con seguridad que prácticamente todas ellas creen que, en las circunstancias actuales, es imperativo que los demócratas derroten a los republicanos en las próximas elecciones.
Yo comparto esa opinión. También la comparten muchos (aunque no todos) de mis amigos situacionistas, anarquistas y ultrarradicales, que, como yo, suelen ser muy escépticos con respecto a ese partido y a la política electoral en general.
Animo a todos a que sigan criticando al Partido Demócrata como se merece. No se ganará nada encubriéndolo. No voy a entrar aquí en todas sus corrupciones y complicidades, ni en todos los sórdidos matices de las maniobras políticas en el Congreso; ya están siendo observados y debatidos por mucha más gente de la que solía prestar atención a estos asuntos. Solo señalaré que, mientras muchos expertos del Partido Demócrata abogaban estúpidamente por «moverse hacia el centro», la gira «Fighting Oligarchy» (Lucha contra la oligarquía) de Bernie Sanders y AOC [Alexandria Ocasio-Cortez] contó con una gran asistencia de público en todo el país (mucha de ella en estados republicanos) y Zohran Mamdani, apoyado por más de 100 000 voluntarios, fue elegido alcalde de la ciudad de Nueva York de forma contundente, a pesar de los millones de dólares gastados en anuncios negativos por sus oponentes y la hostilidad del establishment demócrata. Ese tipo de programas y ese tipo de campañas son el futuro del Partido Demócrata, si es que tiene algún futuro.
En cualquier caso, durante el próximo año, millones de personas se centrarán fervientemente en (1) desafiar a los peores demócratas en las primarias y luego (2) conseguir que se elija al máximo número de demócratas en las elecciones de otoño.
A medida que se acerquen esas elecciones, habrá una mayor conciencia de los continuos esfuerzos de los republicanos por suprimir el voto, que hasta ahora han quedado eclipsados por todas sus otras atrocidades. Es posible que ya hayan inclinado las elecciones de 2024 a favor de Trump (véase el artículo de Greg Palast «Trump perdió, la supresión del voto ganó»). En cualquier caso, los republicanos tienen en mente medidas aún más amenazadoras, como la eliminación del voto por correo y, lo que es más importante, la exigencia de documentos de identidad para votar, lo que impediría efectivamente votar a decenas de millones de ciudadanos estadounidenses. Trump ha alardeado abiertamente de que, si los republicanos consiguen aprobar estas nuevas medidas, «nunca perderemos las elecciones de mitad de mandato y nunca volveremos a perder unas elecciones generales».
Pero aún queda un año para esas elecciones. Mientras tanto, hay muchos problemas que deben abordarse ahora, sin depender de los políticos. Si quieres que a los demócratas les vaya bien en las próximas elecciones, lo mejor que puedes hacer es apoyar los movimientos populares que les obliguen a intentar seguir tu ritmo. Si te centras principalmente en los candidatos y tus candidatos ganan, pueden cumplir o no sus promesas electorales; si tus candidatos pierden, la mayor parte de tus esfuerzos se habrán echado a perder. Si te centras principalmente en concienciar sobre los problemas, esa mayor concienciación tenderá a ayudar a tus candidatos, pero seguirá ahí tanto si ganan como si pierden.
Los movimientos masivos que se centran más activamente en los problemas se denominan a veces «huelgas sociales» (paros cívicos). Estos movimientos pueden funcionar de forma similar a una huelga laboral, pero sin implicar necesariamente paros laborales. Mientras que los trabajadores tienen la poderosa ventaja de poder dejar de trabajar, otros sectores de la población también pueden ejercer una influencia significativa por otros medios.
Jeremy Brecher ha escrito recientemente varios artículos informativos sobre las huelgas sociales. En Social Strikes vs. MAGA Tyranny (Huelgas sociales contra la tiranía de MAGA), describe la naturaleza de las huelgas sociales y cómo pueden relacionarse con nuestra situación actual. En Social Strike for Social Self-Defense (Huelga social para la autodefensa social), presenta cuatro casos en los que las huelgas sociales derrocaron regímenes dictatoriales. Dos de ellos (Filipinas 1986 y Serbia 2000) fueron respuestas a los intentos de los dictadores de robar las elecciones. Una huelga social en Corea del Sur en 2024 frustró un intento de golpe presidencial. Un movimiento de «destitución popular» en Puerto Rico en 2019 obligó a dimitir a un gobernador corrupto.
Otros movimientos similares han planteado cuestiones sociales más generales, entre ellos dos notables en Francia: el movimiento contra el CPE (2006) y el movimiento de los Gilets Jaunes (Chalecos Amarillos) de 2018-2020. Para obtener una visión general de las tácticas y estrategias en estos y otros tipos de «situaciones radicales», véase el capítulo 3 de El placer de la revolución.
Los boicots son una de las tácticas básicas que se le ocurren espontáneamente a las masas en estas situaciones. A veces tienen un éxito dramático, como en el caso de Jimmy Kimmel, o al menos tienen un impacto significativo, como en el boicot a Tesla. Pero en la mayoría de los casos es muy difícil llevar a cabo boicots a gran escala. La mayoría de los multimillonarios son más anónimos que Musk y, en cualquier caso, su propiedad está repartida entre tantas empresas multinacionales interrelacionadas entre sí que ni siquiera podemos hacer un seguimiento de todas ellas, y mucho menos boicotearlas a todas.
En un mundo en el que unos pocos multimillonarios poseen o controlan prácticamente todo, es difícil lograr un cambio significativo sin abordar todo a la vez.
La forma más directa de hacerlo es una huelga general. Durante el día «No Kings» del 18 de octubre, el alcalde de Chicago, Brandon Johnson, convocó una huelga general nacional contra el régimen de Trump. Puede parecer una exageración en las circunstancias actuales, pero es bueno que se esté barajando la idea.
Las huelgas generales son poco frecuentes, pero se han producido, incluso en Estados Unidos. (Véase el libro de Jeremy Brecher Strike!). La más significativa de la época moderna fue la huelga general salvaje de mayo de 1968 en Francia, cuando más de 11 millones de trabajadores ocuparon la mayoría de las fábricas del país, a pesar de la oposición de todos los partidos políticos (de izquierda y derecha) y de todos los sindicatos. Si tienes curiosidad por saber cómo sucedió y cómo se desarrolló, consulta el libro de René Viénet: Enragés y situacionistas en el movimiento de las ocupaciones. Para un brillante análisis en profundidad, consulta el artículo de Guy Debord The Beginning of an Era. Para tener una pequeña idea de cómo se vivió, consulta May 1968 Graffiti.
En mi anterior artículo sobre Trump cité brevemente La sociedad del espectáculo y Comentarios sobre la sociedad del espectáculo, de Debord. No voy a decir nada más sobre esa conexión aquí. En su lugar, te animo a leer una serie de breves artículos de blog de Eric Fattor que explican, con mucho más detalle que yo, cómo esos dos libros iluminan toda la extraña experiencia de Trump. Puedes empezar por aquí y seguir hacia atrás, pero probablemente te resultará más claro si empiezas por aquí y sigues hacia adelante.
* * *
Casi más repugnante que las acciones de Trump es el hecho de que un porcentaje tan grande de la población estadounidense las haya aceptado con tanto entusiasmo. A menudo se plantea la pregunta: ¿estas personas son malvadas o simplemente estúpidas? Algunas parecen ser ambas cosas. Pero me inclino a darles a la mayoría el beneficio de la duda y verlas como personas que, debido a circunstancias que escapan a su control o comprensión, se han dejado influir por una dieta constante de manipulación mediática. Especialmente aquellas que viven en regiones donde rara vez están expuestas a otras perspectivas.
Desgraciadamente, sean culpables o no, este tipo de manipulación puede habituar a las personas a convertirse en personas bastante desagradables. Puede que al principio estén justificadamente molestas por problemas innegablemente reales, pero una vez que se les ha convencido de que la culpa de esos problemas la tienen unos chivos expiatorios, pueden encontrar cada vez más adictivo experimentar la emoción de la venganza contra los delitos imaginarios de esos chivos expiatorios. Y una vez que han llegado a ese punto, es difícil hacerles cambiar de opinión. Como se le atribuye a Mark Twain, «es más fácil engañar a la gente que convencerla de que ha sido engañada». Si los seguidores de Trump no tienen el valor de admitir que han sido engañados, puede que les resulte difícil reprimirlo después de que Trump se haya ido, como en Alemania después de la Segunda Guerra Mundial, cuando gran parte de la población fingía haber estado siempre en contra de Hitler.
En cuanto a los multimillonarios y sus portavoces bien pagados que están orquestando todo esto: «No sé qué palabra en inglés —no encuentro ninguna que se aplique a personas que están dispuestas a sacrificar la existencia literal de la vida humana organizada para poder meter unos cuantos dólares más en sus bolsillos ya repletos. La palabra «malvado» no se acerca ni remotamente». (Noam Chomsky)
Afortunadamente, hay mucha más resistencia a Trump que la que hubo a Hitler. En parte porque Hitler actuó de forma más gradual: pasaron años antes de que los nazis se atrevieran a hacer abiertamente el tipo de cosas que ya está haciendo el régimen de Trump. Los nazis se preocupaban de ocultar la mayoría de sus crímenes; Trump los publica y se jacta de ellos.
La principal razón por la que el régimen de Trump se ha vuelto tan extremo tan rápidamente es que está en una carrera contra el tiempo. Cuanto más tiempo permanece en el poder, más oposición despierta. Su única esperanza es llevar a cabo ataques tan rápidos y en tantos frentes que pueda destruir cosas y consolidar su poder antes de que surja una oposición suficiente para impedírselo.
Todos los gobiernos mienten mucho y, por lo general, se salen con la suya. Pero puede llegar un momento en que la gran cantidad de mentiras se vuelva no solo increíble, sino inviable, y todo el edificio de mentiras se derrumbe. Eso ya está empezando a suceder y es poco probable que Trump o cualquiera de sus compinches puedan detenerlo, aunque mientras tanto pueden seguir causando una cantidad terrible de daño y sufrimiento.
Porque Trump ha creado un culto a la personalidad, no un movimiento. Su salud mental se ha ido deteriorando durante años (de forma muy visible en los últimos meses) y también parece estar en muy malas condiciones físicas. Antes de que termine su mandato, es probable que se vuelva tan evidentemente incapacitado que incluso sus partidarios se verán obligados a admitir que es imposible que siga desempeñando sus funciones. Cuando eso ocurra, la coalición MAGA se fragmentará en tendencias mutuamente contradictorias. Ninguna de esas tendencias tiene mucha coherencia, y muchas de las figuras clave y sus agentes y cómplices estarán aterrorizados por el riesgo de tener que rendir cuentas por los crímenes contra la humanidad que han perpetrado tan descaradamente, y se apresurarán a traicionarse mutuamente para salvarse. La mayoría de los compinches de Trump no tienen más cualificaciones que ser hábiles lameculos, y los pocos que las tienen no poseen su carisma. Lo único que los une es su lealtad a Trump.
Hay un aspecto en el que las delirantes manías de grandeza de Trump pueden acabar teniendo algo de verdad. Puede que pase a la historia como la persona que sacó a la luz de forma más evidente que nunca la absoluta locura de un sistema social en el que puede ocurrir una farsa tan fea e idiota.
Mientras tanto, todos los que habéis estado trabajando contra él de formas tan variadas: por favor, ¡seguid haciendo lo que estáis haciendo!
Pero no os detengáis ahí.
KEN KNABB
25 de noviembre de 2025
Versiónes españolas de Out in the Open: Remarks on the Trump Election (2016; traducción de Victor Ferre), de Trumps Spectacular Comeback (2024; traducción de DeepL.com, corregida por Ken Knabb y Eduard Barcelón) y de Hive Mind Strikes Back: Collaborative Resistance to Trumpian Fascism (2025; traducción de DeepL.com, corregida por Ken Knabb y Eduard Barcelón). Consulte la versión original para acceder a los enlaces de los numerosos artículos citados.
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